Parecía extraña la propuesta con artistas de distintas disciplinas y estilos unidos sólo por dos elementos en común, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que acompañaría a todos, y un corazón donostiarra. Sin embargo la propuesta ha resultado y el Kursaal ha celebrado sus veinte años de vida esta noche sin complejos y con una gala al gusto del gran público, con ballet, con música pop y clásica, con poesía, con aplausos. Como una pequeñísima muestra de lo que han sido estos veinte años de vida sobre el escenario.
El ‘Lau teilatu’ al unísono fue la guinda para la noche de Lucía Lacarra, de Izaro, de Mikel Erentxun, de Eñaut Elorrieta y del Orfeoi Gaztea. Todos con la OSE, que se ha hecho con todos los repertorios.
Antes, por la tarde, el periodista Iñaki Gabilondo y el arquitecto Rafael Moneo hablaron en público largo y tendido sobre el edificio y su repercusión en una Donostia que dudó mucho sobre el ‘encaje’ de los cubos en su panorama arquitectónico.
Hoy el Kursaal es parte esencial de la ciudad y su imagen compite con otros símbolos inequívocos. Y los cubos merecían una gala para celebrar su cumpleaños.
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