El fútbol de elite, ese que todo lo devora, está de descanso navideño hasta Reyes. Eso deja más espacio para fijarnos en otras especialidades, que se abren su hueco de forma mucho más callada y lejos de los focos. Sin ir más lejos, anteayer sábado, 29 de diciembre, Irun fue un punto de encuentro importante en el mundo del tenis de mesa. Allí se celebró la segunda prueba del VIII Circuito Norte de Jóvenes 2018-19, donde compitieron varias decenas de los jugadores con más futuro de la parte septentrional de la península.
El también llamado ping-pong no parece levantar mucho la voz, pero solo en Gipuzkoa hay 250 licencias federadas y 670 escolares, según datos de la Federación territorial. Por no hablar de quienes juegan entre amigos.
Por Irun se pasó también el donostiarra Sugoi Gómez, de 40 años, y por un triple motivo. El primero, que hace no tanto descubrió que le encanta el ping-pong. El segundo, que a sus hijos (de ocho y seis años) también les apasiona, y de hecho participan en el Circuito, destinado a chicos y chicas desde categoría Benjamín hasta Juvenil. Y el tercero, que arbitrar allí fue la última condición que le falta para ser árbitro titular, por ahora “del nivel más bajo”. El fin de semana del 22-23 se lo pasó entero de clases teóricas y examen. Ha optado por esto porque “es una forma fácil de obligarme a aprender muy bien las normas”.
Sugoi le ha contado a DonostiTik algo del mundillo, en general bastante desconocido entre la población, pero que tiene adeptos firmes como él. De hecho, “aquí juega más gente de lo que yo creía”, confiesa. Podríamos decir que él se aficionó ‘por influjo del Dragón’: su mujer es china, y hace cinco años la familia se trasladó a su país, para que los pequeños aprendieran mejor la lengua y la cultura maternas. Y estuvieron viviendo allí durante dos años y medio; concretamente en la ciudad de Wuhan, de más de 6 millones de pobladores. Gómez se dedica al sector eólico, precisamente muy potente en China, y su empresa navarra le permitió teletrabajar desde allí.
Y, en los intermedios de la jornada laboral… todo el mundo se echaba unas partidas de ping-pong. Así que “me enganché”. Es más, todos los años el pack familiar pasa mes y medio en el Lejano Oriente, donde “le damos caña extra” a este “deporte nacional de China”. Las instalaciones para practicarlo son muchas y concurridas, por ejemplo se encuentran con facilidad recintos con más de 30 mesas en el que la actividad no cesa de seis de la mañana a seis de la tarde. Solo con asomarte, “alguien viene y te dice, ¿quieres jugar?”.
Sabían que su estancia asiática iba a ser limitada y que los niños iban a hacer Primaria en Europa porque, en China, “tienen deberes hasta en la guardería”. Pero se trajeron la nueva afición de vuelta a tierras vascas. Y se encontraron con más facilidades de las que preveían para jugar con seriedad.
En Gipuzkoa hay varios clubes, “el más poderoso el Leka Enea de Irun”, que dispone de un centro de tecnificación (“un edificio entero”) para los entrenamientos de sus inscritos. Hay también más en Tolosa, Errenteria o Donostia, donde conviven las secciones de tenis de mesa del Atlético San Sebastián y el Fortuna, que es al que pertenece Gómez. Él mismo compite en el Grupo A de Segunda División Vasca. “Vamos líderes”, destaca, y lo hace en plural debido a que, aunque los enfrentamientos son individuales: las ligas van por equipos. Sin embargo, campeonatos como el del sábado sí son plenamente uno contra otro.
“Totalmente de cabeza”
El ping-pong nació a finales del siglo XIX en Inglaterra, como derivación del tenis, pero se popularizó sobre todo en Asia. Se juega en individual o dobles, y gana el partido quien venza un número impar de sets (dependiendo de los torneos pueden ser tres, cinco…). Cada set se lo lleva el jugador que llegue a 11 puntos, o el que consiga dos puntos de diferencia (a partir del empate a 10). Parte de lo bonito, además, es que a escala de aficionados “yo estoy en la categoría de Veteranos, pero puede tocarme jugar contra un niño de 11 años o contra alguien en silla de ruedas”, comenta nuestro guía.
A todos nos admira la velocidad de reacción de los grandes jugadores de ping-pong, su técnica precisa para devolver las pelotas más difíciles a la parte contraria del tablero horizontal. Pero quedémonos además con este detalle: un estudio de la NASA, publicado en 2013, calificó al tenis de mesa como la disciplina deportiva más complicada que una persona puede practicar a alto nivel. Porque, por encima de la técnica y la preparación física, “es un deporte totalmente de cabeza. El que te hace bueno o el que la lía eres tú mismo”, define Sugoi.
Está claro que también es importante entrenar los golpes, pero “ya puedes ir ganando por mucho, que si en un tanto te entran dudas te puedes hundir”. Sugoi recuerda haber visto “gente llorando a la vez que jugaba, por la tensión que han vivido”. De hecho, “cada seis puntos tienes derecho a irte a tu toalla, a secarte el sudor” y, de paso, reflexionar.
¿Protección infantil o proyección lastrada?
Los niños notan también esa presión, lo que en parte ha derivado en un panorama curioso a la hora de que los menores compitan. Por ejemplo, en Euskadi no hay niños federados en las categorías Pre-benjamín y Benjamín del campeonato nacional, cuando sí los hay de otras autonomías cercanas.
Sugoi alberga sensaciones contrapuestas en torno a dicho límite. No es uniforme en todo el estado, lo que ya significa algo. Pero también revela que en China, una de las capitales de la especialidad, no dejan competir a los niños en sus primeros dos años como jugadores. Allí la razón es que, en competición, se pueden centrar en los resultados “y dejan de aprender bien la técnica”. Se empapan de un “tenis de mesa callejero”, que les sirve para ganar en esa categoría pero no de mayores, cuando cuesta cambiar los vicios. El propio Gómez admite que él conserva algunos heredados de cuando jugaba el tenis.
Aquí, los motivos de la prohibición parecen tener que ver más con la protección de la persona en formación, por “no verse con la tensión de competir”, supone Sugoi, esa que él mismo ha relatado antes, más difícil incluso para los niños. Pero esto ha derivado, por ejemplo, en que los prometedores hijos de nuestro guía y otros jugadores de menos de 10 años no pueden disputar torneos oficiales con clubes vascos. En ese sentido, el nuevo árbitro cree que los euskaldunes están “en desventaja a la hora de avanzar en su aprendizaje”.
El campeonato de Irun fue una excepción porque, aunque se celebrase en terreno gipuzkoano, su organización era estatal, y sí pudieron disputarlo los más pequeños. De todos modos, como dice el tópico y corrobora la realidad, quién ganó y perdió no era lo importante allí. ¿Cómo le fue a él como nuevo árbitro?: “Lo disfruté, aunque me di cuenta de la responsabilidad de este cargo”, ya que “detrás de tus decisiones hay muchísima inversión de tiempo e ilusión por parte de los jugadores, entrenadores y familia”. También aquí, sin meter el ruido de otros.
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