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Tribunales

Una víctima de violencia machista vivía en Donostia confinada entre heces y orín de perros

Según la Fiscalía el marido se aprovechó de su dinero para comprarse una casa en Villabona y acudía a San Sebastián solo a veces para alimentarla

Audiencia provincial. Foto: Santiago Farizano

(EFE). «Montañas» de heces y orines de perros, un olor «asqueroso» y una vivienda «indecente» son las inhumanas condiciones en las que en julio de 2017 los servicios municipales descubrieron a una víctima de violencia machista confinada en un piso de San Sebastián por su esposo junto a dos perros que nunca salían a la calle.

Una veterinaria municipal ha descrito las dantescas condiciones de salubridad en las que esta mujer, aquejada de un trastorno psiquiátrico, convivía con ambos animales, un bóxer y un mastín, adquiridos por su esposo, un ciudadano tunecino, con el que se había casado tiempo atrás pero que ya no convivía con ella y sólo acudía puntualmente al domicilio para alimentarla con bocadillos de embutido.

Esta testigo ha comparecido en la primera sesión del juicio que se ha iniciado este lunes en la Audiencia de Gipuzkoa contra el marido de la víctima, por el que la Fiscalía pide penas que suman tres años de cárcel, aunque la acusación particular que ejerce la perjudicada eleva su solicitud por encima de los diez años de prisión.

Según la versión del Ministerio Público, los hechos se remontan a 2011, cuando el procesado se trasladó a San Sebastián para residir junto a la víctima, con la que se había casado tras un viaje turístico de ella al norte de África.

Ambos convivieron desde entonces en el domicilio de ella únicamente con el sueldo de la mujer, quien además sufría un trastorno bipolar cuyas «descompensaciones» le obligaron a coger la baja en distintos momentos.

Esta coyuntura presuntamente fue aprovechada por el hombre para comenzar a gestionar «de manera exclusiva» el patrimonio de su esposa, mientras «dejaba de prestarle a ella» las «necesidades personales más básicas» como las «alimenticias» y la medicación que le habían pautado.

De esta manera, supuestamente se aprovechó de la «enfermedad mental» de la víctima para convencerla de pedir un préstamo hipotecario de 165.000 euros sobre su vivienda, del que supuestamente el hombre dispuso para comprarse una vivienda propia en Villabona y quedarse con el dinero sobrante.

Un año más tarde, volvió a convencer a la mujer para contratar un nuevo préstamo de 63.000 euros, cantidad de la que supuestamente él se apropió, tras lo que además adquirió dos perros «de gran tamaño» de forma «unilateral».

Ya en abril de 2017, el hombre se empadronó en su vivienda de Villabona y «dejó de mantener una relación efectiva» con su esposa, para comenzar una vida «independiente» con otra mujer, mientras seguía «disponiendo» del sueldo de la víctima e incluso contrató «nuevos préstamos» para comprar dos coches, entre otros artículos.

El hombre dejó además a los perros en el anterior domicilio familiar a pesar de que su esposa no podía hacerse cargo de ellos, lo que provocó una situación «insostenible» porque ella tenía «miedo» de los canes que, además, al no salir a la calle «estaban ansiosos» y «hacían sus necesidades en el interior» de la vivienda que estaba en un estado «deplorable» de suciedad y «falta de funcionalidad».

De manera «ocasional», el hombre regresaba al domicilio para alimentar a la víctima con bocadillos de «embutido», si bien a su marcha dejaba el frigorífico «siempre vacío».

Una situación que ha corroborado este lunes la veterinaria municipal que el 11 de julio de 2017 acudió junto a la Guardia Municipal a la vivienda, tras recibir numerosas quejas de los vecinos, y varios intentos previos en los que el acusado se negó a permitirles el acceso y tanto ella como los padres de la víctima llegaron a temer por la vida de la mujer.

«Me impresionó el estado en el que estaba cuando accedí a la vivienda», ha explicado la veterinaria, quien ha recordado que la mujer «daba mucha pena», estaba «en bragas», con el pelo y las uñas «muy sucios» y hablaba «poco» y «mal», ha rememorado.

Las condiciones del piso también eran tan malas que hubo que «precintarlo» y contratar a una empresa de «desinfección», ha detallado la testigo, que detectó el hedor ya desde antes de acceder a la planta en la que estaba el piso, en cuyo interior había «un olor asqueroso», porque el suelo estaba «lleno de cacas y pises» de los perros, las cortinas estaban «asquerosas» y además «hacía muchísimo calor» porque era julio y tuvo que pedir los guardias que la acompañaron que abrieran las ventanas.

«También me llamó la atención que en la nevera no había nada» y cuando pregunté a la víctima qué comía ella respondió que el acusado le solía llevar «bocadillos de mortadela», ha dicho.

En otro momento de la vista ha declarado la hermana de la perjudicada, quien ha comentado que su familiar tuvo un «flechazo» durante sus vacaciones de 2009 en Túnez y se enamoró de un hombre más joven que «podría ser su hijo». Una relación ante la que la familia mostró sus «reticencias», lo que motivó que ella se pusiera en su «contra», de forma que no se enteraron de que finalmente se había casado hasta «dos o tres años después».

Esta testigo ha afirmado también que «no hubiera imaginado en la vida» encontrar a su hermana en las condiciones en las que fue descubierta después, así como la situación económica en la que se quedó tras este episodio.

En la sesión celebrada este lunes también ha declarado la víctima aunque lo ha hecho a puerta cerrada sin que la prensa haya podido estar presente en la sala. Por su parte, el acusado ha pedido declarar en la última jornada del juicio prevista para este miércoles.


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