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Proyecto

Una recurrente ola artificial que arrastra discrepancias en Donostia

No solo los ecologistas de Itsas Enara, SEO/BirdLife y Eguzki se manifiestan contrarios. En el mundillo del surf hay voces críticas

Cartel contrario al proyecto que se barajaba en San Juan de Luz.

Eguzki ha pedido esta semana al Ayuntamiento de Donostia que descarte el proyecto de un complejo de olas artificiales en Antondegi, en la vega del Urumea. Un proyecto que aparece y desaparece de la actualidad donostiarra y que se retomaría ahora con la modificación correspondiente del Plan General para hacerle espacio. Como siempre que se retoma, hay polémica y voces críticas. Antes de Eguzki ya se alzó la voz de las asociaciones ornitológicas Itsas Enara Ornitologia Elkartea y SEO/BirdLife. La ola artificial no gusta a los grupos ecologistas, pero dentro del sector surfero también hay discrepancias resoecto a este indudablemente práctico método de entrenamiento.

El surfista Iñigo Urdinaga decía recientemente en una entrevista para DonostiTik lo siguiente: «Surfrider Foundation se ha posicionado en contra de las olas artificiales por su coste energético, gran consumo de agua e impacto medioambiental. Y yo estoy de acuerdo con ellos. Egoístamente todos queremos probar una ola, iríamos a gusto cuatro veces al año, pero es que además va aumentar la masificación. Con los surfistas que irían no tendrían suficientes ingresos, acabarían trayendo a chavales de las escuelas, promocionando aún más el surf y acrecentando la masificación en las playas».

Surfrider Foundation Europe, la entidad que menciona Urdinaga, es una organización internacional dedicada a la protección y puesta en valor del océano, las olas y el litoral con más de 25 años de trayectoria y efectivamente hace unos meses se lanzó de frente contra las olas artificiales que empiezan a formar parte de la geografía de muchos países.

«Somos conscientes del valor agregado de dichos equipos para el entrenamiento y desarrollo de muchos surfistas», dijeron desde la entidad, «pero estamos en contra del desarrollo de estas olas artificiales. Estos son principalmente proyectos económicos y recreativos, cuya relevancia puede ser ampliamente cuestionada, especialmente cuando la ubicación de estas estructuras está relativamente cerca del océano, cerca de las olas naturales».

Según Surfrider Foundation Europe, la construcción de estos complejos implica la artificialización de los suelos (piscinas, estacionamientos, caminos), su operación implica un consumo significativo de agua con piscinas con una capacidad de 25 a 35.000 m3 (el equivalente de 10 a 14 piscinas olímpicas), mientras que la disponibilidad de agua probablemente se altere en gran medida en el contexto cambio climático.

Las asociaciones ornitológicas Itsas Enara Ornitologia Elkartea y SEO/BirdLife recordaban días atrás que en Antondegi hay al menos 117 especies diferentes de aves según los registros incluidos en la plataforma de ciencia ciudadana eBird. «Además, de esas 117 especies de aves, 84 están incluidas en el Listado de Aves en Régimen de Protección Especial de España, y 29 en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. Por ejemplo el milano real (Milvus milvus), invernante habitual en Antondegi, está en situación de peligro de extinción».

Por su parte Eguzki relaciona la reaparición del proyecto con la retirada de una iniciativa similar en San Juan de Luz, «entre otros motivos por la fuerte oposición ciudadana recibida, casi 70.000 personas firmaron en contra».

La negativa de Eguzki incide en los siguientes puntos: «no tiene sentido crear un complejo de olas artificiales en una ciudad que cuenta con las suficientes olas naturales para la práctica del surf» y a tan solo dos kilómetros. Eguzki también afirma que no es sostenible ocupar 10 hectáreas de terreno natural, rural y agrícola para construir una atracción turística de alto standing. «¿Quiénes van a surfear pagando 30 o 40 euros la hora, pudiendo hacerlo de manera gratuita y natural en el mar?», se pregunta la entidad.

Eguzki incide también, igual que Surfrider Foundation Europe, en que «los complejos de olas artificiales significan un derroche de agua dulce, un bien escaso a preservar, y se malgastarán millones de litros».


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