El Instituto de Arquitectura de Euskadi (IAE) abrirá sus puertas el próximo jueves, 14 de marzo, con la exposición ‘Tabula non rasa’, que permanecerá allí hasta julio incluye una obra finalista y aspirante al prestigioso premio Mies Van der Rohe 2019 de la UE (véase más abajo). El IAE es fruto de la colaboración entre el Gobierno Vasco y la Diputación, que ha cedido el uso del convento donostiarra de Santa Teresa para albergarlo.
El consejero vasco de Vivienda, Iñaki Arriola, y el diputado gipuzkoano de Cultura, Denis Itxaso, han subrayado en la presentación que se trata de la puesta en marcha de un recurso de referencia que va a servir para “promocionar la cultura arquitectónica vasca” desde Donostia.
Las autoridades han avanzado, además, la programación prevista por el Instituto para este año 2019. Está orientada a la ciudadanía en general, y la componen las siguientes actividades:
– ‘Tabula non rasa’ (marzo-julio).
– Arquitectura inclusiva (curso de verano UPV – julio): sobre la accesibilidad universal como nuevo reto y oportunidad en el diseño de nuestros espacios edificados y públicos.
– Laboratorio de vivienda (curso de verano UPV – septiembre): plantea una revisión de la forma de pensar, diseñar y construir la vivienda; por ejemplo, el uso de la vivienda pública como motor de cohesión social.
– Premio Peña Ganchegui a la Joven Arquitectura Vasca (octubre).
– II Bienal Internacional de Arquitectura MUGAK (octubre-noviembre).
‘Tabula non rasa’
La muestra de arquitectura ‘Tabula non rasa’, que abre la actividad del IAE a partir de mediados de este mes, se centra en el concepto amplio de reutilización del espacio construido, a partir de tres instalaciones.
La apertura de la exposición, que se ha presentado ya en el Gellerup Museum de Dinamarca y en el Swiss Architecture Museum de Basilea, se completará con una conferencia del arquitecto francés Christophe Hutin, co-autor de la obra de rehabilitación GHI. Esta es finalista del citado premio Mies Van der Rohe, y ha consistido en la transformación de 530 viviendas en un bloque residencial de los años 60 en la localidad francesa de Burdeos.
Durante largos años, hemos visto cómo los edificios son derribados y sustituidos por otros cuando cambia su función o propiedad. Eso no supone únicamente un perjuicio económico y medioambiental, sino también una pérdida de identidad urbana. En la actualidad, sin embargo, está creciendo la crítica a esta cultura del derribo, y cada vez más arquitectos investigan la ‘transformabilidad’ de los edificios, que abre todo un campo para la investigación, sin pautas predefinidas.
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