Parece que quería despistar Joaquín Sabina abriendo su concierto en Illunbe con una canción del 85, ‘Cuando era más joven’, de unos tiempos en que el de Úbeda presumía más de imagen canalla que de poeta. Pero definitivamente fue para despistar.
Joaquín se reencontró con el público después de un nuevo susto de la salud y de haber pasado por «hospitales y pasillos inhóspitos», lo que le obligó a suspender su gira ‘Lo niego todo’, que retomó ayer en Donostia. Esa vuelta al ruedo con su público marcó el concierto en la plaza de toros de arriba a abajo.
Los donostiarras que tomaron Illunbe rendidos de antemano al cantautor, muchos con bombín, otros con camisetas sabinescas, algunos venidos de fuera se encontraron con un Joaquín emotivo y emocionado, más conversador que nunca, y que siguiendo la tendencia de los últimos años cede cada vez más espacio a sus compañeros por el talento que despliegan y el agradecimiento que merecen, pero también porque el escenario cansa más.
En sus conversaciones con el público Joaquín contó historias y sacó a colación la actualidad (se refirió a la marcha de Zidane y de Rajoy y a su recién estrenado aprecio por el PNV, por ejemplo), puso humor, llenó el concierto de dedicatorias a los presentes (a Mikel Erentxun y también a Bárbara y Borja, «cuyos apellidos no daré porque no conviene ni a sus carreras ni a la mía») y resumió su estado de ánimo con una frase contundente: «Envejecer es una mierda».
Además, por supuesto, Sabina cantó. No cantó tanto como querría su público, eso ya no va a pasar, un público que ovaciona al cantante desde el primer minuto y que a duras penas se conforma con escuchar ‘La del pirata cojo’ en la voz de Pancho Varona o ‘A la orilla de la chimenea’ en la de García de Diego. También interpretan temas estupendamente el guitarra Jaime Asúa y Mara Barros, y es que ya lo dice el propio Sabina: «Este es el único grupo del mundo en que todos los músicos cantan mejor que el cantante». Sin embargo el público late cuando el de Úbeda retorna al escenario y se queda como desorientado cuando lo abandona, a la espera, cada cual, de sus temas más significativos.
Como ya se ha dicho Sabina despistó al principio pero ‘se encarriló’ al elegir como segundo tema ‘Lo niego todo’, ya que conforme a lo esperado el repertorio estuvo marcado por el último trabajo y los grandes éxitos. El cantante fue claro al afirmar: «ustedes vienen a escuchar las canciones de antes, pero eso será en la segunda parte». Y así fue desgranando con el beneplácito del público los temas más potentes de su último trabajo como ‘Quien más, quien menos’, ‘Lágrimas de mármol’ o ‘Sin pena ni gloria’.
A partir de ahí, con una puesta en escena elegante y colorida y arropado por los excelentes músicos, Joaquín, entre charlas y descansos, fue regalando al público momentos memorables y muy coreados como ’19 días y 500 noches’, ‘Donde habita el olvido’, ‘Una canción para la Magdalena’, ‘Y sin embargo’, ‘Por el boulevard de los sueños rotos’, ‘Contigo’, ‘Princesa’… hasta alcanzar el final con ‘Pastillas para no soñar’, del año 92. Otra canción canalla, esta vez para despedir el concierto.
Además de emocionado por el regreso el cantante puede darse por satisfecho. Con seis conciertos por delante para terminar la gira ya sabe, el de Úbeda, que su público le espera siempre tras los pasillos inhóspitos. «Si lo que quieres es cumplir cien años, no vivas como vivo yo», cantó anoche Joaquín golpeando los platillos a modo de despedida de los donostiarras. Que sean como mínimo cien años.
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