(EFE). Las historias de Kseniia y Osakna son como las de miles de ucranianos que han abandonado su país tras la invasión rusa, y son también los relatos de dos mujeres que se sienten «un poco culpables» por haber logrado alejarse de la guerra mientras otros de sus seres queridos no lo han podido hacer. Las dos se encuentran ahora Oñati en viviendas del Gobierno Vasco para refugiados, donde esta tarde han recibido la visita del director de Inmigración y Asilo del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, y la responsable de Zehar-Errefuxiatuekin, Arantza Chacón.
Kseniia Vinychenko ha llegado junto a sus tres hijos, una niña y dos niños, y Osakna Lezhnina lo ha hecho junto a su hija Natalia y el bebé de ésta. No conocen a nadie en Euskadi, pero sí tenían referencias, la primera por una amiga que ha viajado con ella y se ha quedado en Francia y la segunda por referencias del programa de acogida a niños de Chernóbil.
«Nos sentimos privilegiadas y un poco culpables porque ya estamos protegidas, durmiendo bien y viendo sonrisas a nuestro alrededor», ha dicho Osakna en un encuentro con los medios de comunicación, en el que ha explicado que en Irpín se han quedado su marido, un hijo y su yerno.
Kseniia, que procede de Vishgorod, también de la región de Kiev, ha contado, entre lágrimas, que su madre está en su país, «escondida en un sótano», y que no ha podido hacer nada por ella. «Me siento débil e impotente por no haber podido hacer nada por darle una seguridad», ha lamentado.
Las dos familias han salido de su país apenas con lo imprescindible. Osakna admite que no creía que la invasión se iba a producir, que mantuvo la esperanza «hasta el último día».
«Tenía la certeza de que no se iba hacer realidad, que los gobiernos iban a hallar una solución. Cuando en la madrugada del día 24 mi marido me avisó de que habían empezado los bombardeos, no me lo podía creer«, ha afirmado.
Están muy agradecidas por la ayuda que han recibido al llegar a Euskadi, donde sus hijos han hecho amigos nuevos en estos pocos días y se sienten «protegidos de la guerra». Con sus allegados en Ucrania mantienen contacto por internet y Whatsapp.
«Las personas nos sonríen y hemos empezado a sentirnos mejor», ha asegurado Osakna, a lo que Kseniia ha añadido palabras de gratitud hacia la «buena gente» que les ha ofrecido su ayuda.
Un apoyo que se está manifestando desde todos los rincones de Euskadi, según ha destacado el director de Inmigración y Asilo del Gobierno Vasco, quien ha apuntado que son más de 2.000 los ofrecimientos de particulares para acoger a refugiados ucranianos.
Se ha referido también a las múltiples iniciativas que han surgido de la sociedad civil para prestar ayuda a las víctimas de la guerra, y ha hecho un llamamiento para que intenten canalizarla a través de las administraciones u organizaciones que están coordinando la ayuda.
«En estos momentos, estas iniciativas necesitan ser guiadas. Se tienen que poner en contacto con quienes en estos momentos gestionan esas labores», ha advertido.
Legarreta ha señalado que en estos momentos es difícil concretar las plazas de las que se dispondrá para acoger a ciudadanos ucranianos que escapan de la guerra, entre otras razones porque hay que tener también en cuenta «los flujos migratorios naturales».
Ha indicado, no obstantes, que a los recursos de los que el Gobierno Vasco cuenta en Tolosa y Oñati, en Gipuzkoa, y en Berriz, en Bizkaia, se puede sumar el nuevo equipamiento habilitado en Irun para los migrantes en tránsito, que dispone de 150 plazas.
«El goteo va a seguir siendo continuo», ha resaltado Legarreta, que ha agregado que el Ejecutivo vasco está creando una «red solidaria de acogida ante lo que puede venir en días, semanas o meses».
Ha precisado que en Euskadi viven entre 3.000 y 3.500 ucranianos de los 120.000 que residen en España y de los cuales la mitad se encuentra en Gipuzkoa.
De momento, a los recién llegados se les está dejado descansar y habituarse, aunque Zehar-Errefuxiatuekin ya están trabajando para encontrar un colegio a los niños y para asignar a las familias un centro de salud.
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