Cuando en el año 1927 se estrenó ‘El cantor de jazz’ algunos (los más ‘snob’) se sintieron ofendidos por la vulgaridad de que las películas ‘hablaran’, otros (los menos visionarios) pensaron que sería un éxito pasajero, que el público seguiría prefiriendo el verdadero arte: el cine mudo. Pero no fue así. La imagen y el sonido se unieron para siempre a 24 fotogramas por segundo. Desde entonces son muchos los directores, desde Stanley Kubrick en ‘2001. Odisea en el espacio’ (1968) a Paul Greengrass en la saga de Jason Bourne, que han experimentado con el uso del sonido como un elemento más al servicio de la narración, pero ninguno había ido hasta ahora tan lejos y se había atrevido a traspasar la línea que separa la ley fundamental del cine (la sincronización en el tiempo de la imagen y el sonido), e incluso de la propia física, hasta que Juanjo Giménez lo planteó en su debut en el largometraje: ‘Tres’.
Si con su cortometraje ‘Timecode’ (2016) llegó a lo más alto (Palma de Oro en el Festival de Cannes; nominación a los premios Óscar) con una ingeniosa, vibrante y llena de humor exploración del metalenguaje de la imagen, en ‘Tres’ es el sonido quien protagoniza esta original y fascinante historia.
En ella Marta Nieto da vida a una técnico de sonido que, al tiempo que su vida parece desmoronarse, se da cuenta de que está “fuera de sincro”. Por un extraño fallo de su cerebro, sólo es capaz de escuchar el sonido después de transcurrido un tiempo. Es decir, sólo escucha voces, ruidos y música que hace tiempo dejaron de sonar, incluso de lugares en los que no ha estado.
Para una persona que se gana la vida sincronizando la imagen y el sonido es, sin duda, lo peor que podía pasarle a nivel profesional, pero quizá no tanto en el ámbito personal. Porque ‘Tres’ es una bonita metáfora sobre la necesidad de ‘reajustar’, de ‘sincronizar’ con nuestro yo, con nuestro pasado, nuestro presente y, por supuesto, nuestro futuro. A medio camino entre lo cotidiano y lo fantástico, ‘Tres’ encuentra en una austera puesta en escena el abono perfecto para que florezca sin estridencias esta extraña historia que a todas luces vulnera las reglas del realismo.
Pero a pesar de su innegable carácter experimental, el talento de Giménez consigue hacer llegar esta historia de forma sencilla y despojada de hermetismo o incluso de efectismos, haciéndola asequible a todos los públicos (y gustos).
Con un pulso firme e intenso que asombra cuando por fin somos conscientes (ya al final del filme) de los complicados e insólitos terrenos por los que nos ha llevado de la mano, quizá el principal acierto de Juanjo Giménez en ‘Tres’ es, precisamente, construir una narración falsamente monótona y tan cercana a la normalidad que engancha precisamente por todo lo contrario, por lo que tiene de insólito. Es de agradecer que el cine español fije la mirada en este tipo de historias tan distintas como fascinantes construyendo un relato que tiene mucho de autoconocimiento con un punto de ‘thriller’ íntimo y sereno.
Con delicadeza en un camino lleno de elipsis, de espacios en blanco que se van llenando de voces en off, Giménez, que firma también el guión junto a Pere Altimira, demuestra que controla el ‘espacio tiempo’ en esta especie de viaje dimensional a través del sonido.
La pena es que el público no correspondiera como se merecía esta original película estrenada en 2021. Tras su paso por las secciones oficiales de los prestigiosos festivales de Venecia, Sitges (obtuvo en este certamen el premio al Méliès de Oro) y la Seminci, el filme pasó desapercibido en salas en incluso en los pasados premios Goya (sólo consiguió, obviamente, el de Mejor Diseño de Sonido). Y es una pena, porque en él Marta Nieto vuelve a demostrar que no hay papel complicado en el que no pueda brillar.
Después de ‘Madre’, de Rodrigo Sorogoyen, donde realizaba una sobrecogedora interpretación que tenía el dolor de la pérdida de un hijo como punto de partida, en ‘Tres’ es la curiosidad y el afán por tratar de restituir su sincronía con el sonido lo que le llevará a descubrirse a sí misma disfrutando, incluso, del caos que supone escuchar sólo el pasado. Maravillosa es la escena en la que su amigo Iván (Miki Esparbé) la va guiando con voz en off hasta un cine en el que proyectan una película muda, pero también [atención, ‘spoiler’] el encuentro con su madre en el que, precisamente, no son necesarias las palabras. Sencillamente, sublime.
‘Tres’ es un filme más físico que metafísico, pero no elude para nada el debate filosófico sobre el tiempo y el espacio. A fin de cuentas, sobre el pasado y sobre futuro, a mayor o menor velocidad, transita el sonido. Sólo hace falta saber escucharlo.
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