Circulan entre los que han (hemos) estudiado en esa gran mole de hormigón que alberga la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid todo tipo de rumores y leyendas urbanas: que el inmueble fue diseñado originalmente como cárcel (en concreto, de mujeres), que bajo sus cimientos discurre un pequeño río (el Cantarranas)… Hay incluso quien sostiene que la cazadora vaquera que le desapareció en dicha Facultad, casualmente, unos meses antes del comienzo del rodaje, es la que luce Eduardo Noriega en ‘Tesis’, de Alejandro Amenábar.
La película, que el pasado 12 de abril cumplió el 25º aniversario de su exitoso estreno, centra en este edificio más del 80% de su metraje convirtiendo sus aulas, los pasillos y la cafetería en los escenarios principales de este filme que para los que estudiamos allí en aquellos años 90 se elevó pronto a la categoría de mito. Con él, Alejandro Amenábar consiguió ‘darle la vuelta’ con un magistral ‘corte de manga’ que obtuvo siete Premios Goya (incluido el de Mejor Película) a esa apatía, esa suficiencia, ese triste no aprender nada práctico que nos desesperaba y desanimaba a los alumnos de Periodismo, Publicidad e imagen mucho antes de comenzar nuestra andadura profesional.
No fue ésta una ‘pequeña revolución’ que sólo aplaudimos los de la mole de hormigón. A sus 23 años, Alejandro Amenábar marcó con esta ópera prima un punto de inflexión en el cine nacional y, junto a otros directores que comenzaban a hacerse un nombre, como Álex de la Iglesia (en 1995 ya había realizado ‘El día de la bestia’ tras su debut, dos años antes, con ‘Acción mutante’) o Julio Medem (en ese mismo año 1996 estrenaría ‘Tierra’), entre otros, abrió una nueva etapa de ‘reconciliación’ con el público demostrando que fuera de Hollywood también se podía hacer cine interesante, entretenido y de calidad; ‘contradiciendo’ ese irónico y divertido comentario de Chema (Fele Martínez) en la propia película, “española, seguro”, cuando se informa a los alumnos de que uno de los profesores de la Facultad ha fallecido mientras estaba viendo una película.
Con este filme, Amenábar, que justo estos días rueda en Pasaia ‘La fortuna’, su primera serie de televisión, certificó que se podía hacer en España cine de género sin complejos y abrió un abanico de nuevas propuestas no sólo en el campo del ‘thriller’, también en la ciencia-ficción (‘Abre los ojos’) o el terror (‘Los otros’) que luego transitaron con gran éxito cineastas como Juan Antonio Bayona (‘El orfanato’) o Nacho Vigalondo (‘Los cronocrímenes’, ‘Extraterrestre’), entre otros.
‘Tesis’ es una película de suspense que discurre con precisión y firme pulso gracias a un agudo guión y una hábil dirección en la que lo que no se ve ayuda a construir la intensidad de la película, jugando con ese morbo que, en mayor o menor medida, todos llevamos dentro. Porque, a lo estrictamente de divertimento cinematográfico, ‘Tesis’ suma una interesante reflexión sobre la violencia. La protagonista será la personificación del rechazo y a la vez de esa curiosidad malsana que, aunque no queramos, nos hace querer mirar el cadáver de alguien que se ha arrojado a las vías del tren (así arranca la primera escena del filme) o abrir los dedos de las manos que tapan nuestros ojos para ver, al menos parcialmente, la escena en la que alguien está siendo torturado.
Inteligentemente, y siguiendo las premisas de los grandes ‘magos’ del suspense (en ‘Tesis’ hay mucho cine interiorizado y, en particular, mucho buen Hitchcock), el relato se potencia dejando que el espectador imagine aquello que la cámara no muestra y que, seguramente, será mucho más macabro y sugestivo que lo que el director pueda proponer.
“Me llamo Ángela. Me van a matar” … Es una de las frases más recordadas de esta producción cuyo punto de partida es el asesinato de una alumna de la Facultad en una película ‘snuff’. Ángela (acertadísima Ana Torrent) sigue con la ayuda de Chema la pista de uno de estos filmes encontrados en la videoteca de Ciencias de la Información y juntos entrarán en contacto con otro estudiante, novio de la chica fallecida, Bosco (Eduardo Noriega), por el que Ángela comenzará a sentir una extraña fascinación.
Vista hoy, ‘Tesis’ no ha perdido nada de su frescura, tampoco de su efectividad y brío. Sigue funcionando en pantalla igual de bien que el día de su estreno. Gracias al buen dibujo de los personajes y la convincente interpretación de sus protagonistas, esas divertidas pinceladas de humor que jalonan el filme, la certera y firme dirección (casi invisible) de Amenábar, así como un montaje preciso y bien armado, el filme podría pasar hoy por una película actual. Sólo la aparición del programa informático MS-DOS, los disquetes, las cintas de vídeo VHS (y da casi añoranza verlos) delatan su verdadera edad. Pocos filmes envejecen así de bien. Su mensaje, asimismo, esa reflexión sobre la violencia audiovisual sigue sobre la mesa.
Tres años después del estreno de ‘Tesis’, Joel Schumacher propuso ‘Asesinato en 8 mm’, un filme que, con innegables diferencias tanto estilísticas como de guión y del tratamiento de la propia historia, volvía, a ritmo de ‘thriller’, a centrar el foco en las películas ‘snuff’. Siempre me ha parecido que existe una especie de no buscada ‘hermandad’ entre ambos (notables) filmes, aunque ‘Asesinato en 8 mm’ es una película mucho más oscura, triste y desesperanzada que ‘Tesis’.
Tal vez porque ahora veo con cierta nostalgia las escenas en las que aparecen los pasillos, las aulas, el salón de actos, incluso la máquina de la cafetería de la Facultad en la que había que sacar los ‘tickets’ para pedir el pincho de tortilla (no demasiado bueno, la verdad), ‘Tesis’ me parece una película más optimista. Quizá también porque, finalmente, Ángela invita a Chema a un café, quizá porque pienso que hay gente que cambia de canal cuando se emiten imágenes violentas harta de la complacencia con la que se difunden… Y porque ‘Tesis’ fue el comienzo de la interesante y fructífera (aunque no prolífica para desgracia de los que admiramos su filmografía) carrera como director de Alejandro Amenábar.
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