Este verano se ha enrarecido el ambiente en la calle Belizalde del Alto de San Roque de Donostia, uno de esos puntos de la ciudad alejados de los sucesos donde lo común son los jardines y los juegos infantiles en la calle. Sin embargo en las últimas semanas ha habido un atraco, varias peleas y una tensión palpable llena de detalles que afectan a la convivencia.
El fenómeno es nuevo, como ya se ha dicho, y los vecinos apuntan al Nº5 de la calle, donde se encuentra Villa Landetxe, que a día de hoy alberga en su planta baja un centro infantil y en la de arriba un comedor de la asociación Jatorkin Al-Nahda, con sede principal en Tolosa.
Jatorkin está enfocada hacia los inmigrantes magrebíes y docenas de ellos comen en Villa Landetxe los mediodías para después dar clase de castellano o de otras materias. También aprovechan para lavar allí la ropa.
Hasta ahora, como ya se ha dicho, no había habido nada reseñable, pero con el verano «las cosas han empezado a torcerse» en palabras de los vecinos.
«Somos conscientes de que habrá de todo como en todas partes y seguro que la mayoría no da ningún problema. Pero otros de los que vienen sí los dan y vamos a peor. Los tres jóvenes que hace unos días le sacaron una navaja en la esquina a un señor y se llevaron su cartera, sus gafas y su móvil habían salido de Villa Landetxe», aseguran los vecinos, ya que hubo un testigo que observó lo ocurrido desde un balcón y de hecho fue quien avisó a la Ertzaintza.
Desde la asociación Jatorkin niegan este extremo y en declaraciones a DonostiTik explicaron que desconocían el suceso del atraco hasta que fueron informados por un vecino. Solo admiten que la Ertzaintza ha acudido en una ocasión, aunque por otro motivo, no por el atraco, y aseguran que la llamaron ellos mismos aunque no concretan por qué.
Desde la asociación también reiteraron a DonostiTik que «en la calle Belizalde no pasa nada», «al revés que en sitios como Tabakalera», e inciden en que Villa Landetxe es un lugar al que los inmigrantes acuden a comer, «pero no es un lugar de acogida, no duermen aquí», así que no hay un control como en los centros de acogida. «Comen y se van».
Mal ambiente
Precisamente eso es lo que consideran los vecinos que no ocurre. «Como en la parte de abajo hay un centro infantil, no pueden estar en las zonas comunes más que lo justo. Y llegan con bastante tiempo y se quedan en la calle esperando. Fuman hachís, se sientan en la entrada de la casa de enfrente (en una ocasión cogieron un sofá de la basura para hacerlo), se suben a las motos, les tienes que pedir que te dejen pasar para entrar en casa y encogen las piernas lo justo para que pases de forma un poco chulesca».
Todos esos detalles marcan ese declive del ambiente, pero la alarma saltó con el reciente atraco a plena luz del día, sobre las 13 horas («el señor temblaba cuando fue atendido», dicen los vecinos) y en un par de ocasiones también han tenido que llamar a la Ertzaintza por peleas. «Insistimos en que hasta ahora no había pasado y que posiblemente es una minoría la responsable, pero el ambiente empieza a ser muy complicado».
Desde el centro infantil no han querido hacer declaraciones al respecto, aunque los vecinos aseguran que algún responsable del mismo ha llegado a salir para reprender a los algunos de los inmigrantes por sus broncas en la puerta de la villa.
«La verdad es que dudas si decirles algo o no», añaden los vecinos, que aseguran que se encuentran latas, botellas, cigarros y basura dentro de los jardines de sus viviendas.
Entre las ‘anécdotas’ que cuentan (que son muchas teniendo en cuenta que el declive de la convivencia empezó con el verano) destacan que una empleada de la limpieza que salía de trabajar les terminó dando a los jóvenes un postre que le habían regalado porque se sintió muy intimidada por ellos. «Y en esos días se encararon también con un chaval de 14 años».
Apuntan los residentes en la calle Belizalde que es probable que en verano sean más los jóvenes que acuden a comer y por eso se hayan desencadenado estos hechos que en invierno ni se intuían.
Desde Jatorkin, como ya se ha dicho, niegan que exista un conflicto. En todo caso la vecindad sí ha observado que una de las personas que da de comer a los jóvenes sale todos los días, al terminar, para revisar la calle y limpiarla de los restos que dejan algunos.
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