(EFE) La idea de exclusión, la de fronteras a veces invisibles que separan a algunos seres humanos del resto de la sociedad prevalece en los cinco proyectos fotográficos que la gallega Lúa Ribeira expone en la sala Artegunea de San Sebastián, imágenes que juegan con la ambigüedad y dejan en manos del espectador la elección de la propia mirada.
«Subida al cielo» es el título de esta muestra, en la que Ribeira (As Pontes, 1986) reúne trabajos realizados entre 2016 y 2020, un total de 74 imágenes que permanecerán expuestas desde este viernes y hasta el 2 de julio.
El material ha quedado recogido además en un libro publicado por la editorial especializada en fotografía Dalpine, que dirige Sonia Berger, comisaria también de la exposición, presentada este jueves en rueda de prensa.
La serie a la que da nombre a la muestra es la que abre el recorrido por la sala de Kutxa Kultur Artegunea en el centro Tabakalera. Las fotografías están tomadas en Bristol, la ciudad inglesa en la que vive, y son el resultado de un acercamiento a personas afectadas por la crisis de la vivienda, aunque la mayoría las captó en parques.
«Quería generar imágenes un poco más evocadoras y salir de la narración de gente que se encuentra en situaciones de vulnerabilidad en la calle», ha explicado esta artista, miembro asociado de Magnum Photos desde 2018, que estudió Diseño Gráfico en Barcelona y se licenció en Fotografía Documental en la Universidad de Gales del Sur.
La serie «Aristócratas» la vivió como una «experiencia transformadora» con un grupo de mujeres con discapacidad intelectual que reside en una institución religiosa de Galicia. En «Las visiones» se aproximó a la tradición de Semana Santa en Puente Genil (Córdoba), y en «La jungla» y «Los afortunados» a dos fronteras, la que separa México de Estados Unidos y la de Melilla con Marruecos.
Lo documental está en su trabajo, pero también lo onírico, lo fantástico y lo espiritual, en fotos a veces «teatralizadas» para las que utiliza elementos como máscaras y en otras que sólo alteran la realidad en la medida que son fruto de un punto de vista personal.
«A estas alturas ya está aceptado que la fotografía es algo subjetivo. Siempre es una mirada subjetiva. Me abrazo mucho a eso», ha asegurado Ribeira, que considera que «la verdad» de una imagen es lo que transmite al que la contempla.
Le gusta que el observador se enfrente a sus fotografías partiendo de que «no hay nada que saber ni nada que entender», de una manera «visceral» y «emocional», similar a su forma «intuitiva» y también «visceral» de trabajar con la que además trata de huir de los estereotipos.
Aunque en todos sus trabajos hay un propósito, es poco dada a fotografiar el contexto. Desdibuja lugares la mayoría de las veces y evita la «literalidad», de modo que en ese juego de ambigüedades resulta complicado diferenciar entre la imagen espontánea y la escenificada, algo que ella prefiere ocultar.
Ocurre, por ejemplo, con «Ojos cerrados, capucha y gorro», el retrato de un hombre realizado en Tijuana (México) en 2019, que remite al sufrimiento que emana de gran parte de la iconografía del arte católico, temática que también le gusta abordar, y que en contra de la primera impresión, no es una teatralización de la autora sino una imagen que le ofreció la realidad.
Hay en su trabajo «una intención de generar confusión, de generar muchas preguntas y de cuestionarlo todo», destaca Lúa Ribeiro.
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