Fotos: Santiago Farizano
¡Hola a tod@s! Primer post del 2019 que espero hayáis empezado con buen pie y que tengáis las mismas ganas que yo para afrontar este nuevo año que acaba de empezar. En apenas unos días celebramos nuestra fiesta más grande, el día de San Sebastián. 24 horas en la que los sonidos de los tambores y los barriles son la banda sonora. Y donde es prácticamente imposible no ver ninguna tamborrada y menos escuchar o sentir la vibración de los acordes del maestro Sarriegui.
147 compañías, formadas por entre 20 y 50 tambores y entre 50 y 100 barriles, llenarán las calles de música, baile y fiesta. También de color: el de las indumentarias de las diferentes compañías y sociedades. Frente a la sencillez del traje de cocinero está la complejidad del de soldado inspirado en la vestimenta militar francesa. Concretamente en los trajes de infantería napoleónicos: fusileros, cazadores, voltigeurs, granaderos, carabineros y zapadores.
Podríamos decir que Antonio Pascual es el último sastre del País Vasco. Lleva casi 50 años dedicados a una profesión que empezó con su padre y que está en peligro de extinción. Conoce como nadie los secretos a la hora de elaborar un traje de estas características. Tanto que es capaz de realizar una chaqueta sin patrones, todo de cabeza, únicamente con las medidas del cliente.
Nos comenta que «cada chaqueta tiene unas 35 horas de trabajo» y que, en temporada de tamborrada, ha llegado a hacer «hasta 70 prendas, entre chaquetas y pantalones». Los complementos: polainas, correajes, hombreras, faltriqueras y botonaduras, aparte. Esto supone que, durante los dos meses antes del gran día, tenga que trabajar «de lunes a domingo casi 15 horas al día». Porque «cuando parece que se ha terminado aún quedan los botones o los automáticos para las hombreras y que hay que coser uno a uno a mano». Y no llevan pocos precisamente.
Hay que decir que todo no lo hace él. Le ayudan un piecero de Pasajes, una costurera de Andoain y una alumna de AEG Ikastetxea. El sistema sigue siendo artesanal: tomar la medida, el sastre corta la tela y la entrega al piecero que lo monta y lo hilvana, se prueba, el sastre marca los arreglos, lo devuelve al piecero que lo montará de nuevo para su cosido final. Con el tiempo, Antonio ha ido añadiendo mejoras: unas gomas en los bajos del pantalón para que no se suban con las botas, añadir velcro a los cuellos o puños para que se puedan quitar y así poderlos lavar o frontales claros también de quita y pon para facilitar la limpieza.
La innovación más importante es la utilización de tela con Teflon™ que repele la suciedad y consigue que los líquidos formen gotas y rueden por la prenda. Esta impermeabilización la hace perfecta, no solo para prendas exteriores, como las chaquetas de los trajes de soldado sino, especialmente para esta ocasión dada la climatología donostiarra: un año u otro lloverá seguro. Poder lucir el traje en todo su esplendor a pesar de la lluvia y no terminar calado hasta los huesos y con todas las papeletas para cogerse un buen resfriado. Todo un logro que los miembros de las compañías agradecen entusiasmados.
Además, este tipo de tela no destiñe algo muy importante teniendo en cuenta que la mayoría de las chaquetas tienen, al menos, tres colores diferentes. No le salen las típicas bolitas que tanto deslucen. Como plus, las chaquetas llevan un forro de poliéster que no transpira y no encoge lo que asegura, teniendo en cuenta que estamos en invierno, algo de calor.
Personalmente y sin excepción, siempre hace las chaquetas de los tambores mayores. Son diferentes a las del resto de la compañía, sobre todo en los adornos realizados con cordones y galones en color oro y que Antonio va improvisando sobre la marcha y que cose directamente con la máquina, sin hilvanar. Los complementos como las hombreras y los gorros se los hacen en un taller de Valencia y los bordados una chica de Azpeitia.
De inicio, el coste de estos trajes nos puede parecer elevado. Sin embargo, tenemos que verlo como una inversión. Si los cuidamos bien nos pueden durar años. El conjunto completo puede ascender a 1000€: chaqueta, pantalón, polainas, gorro y pluma. Habrá que sumar entre 200€ o 300€ más si es para un tambor mayor.
Antonio nos da unos consejos para el cuidado de este tipo de trajes. Lo primero y fundamental: si ha llovido hay que dejarlo secar. «Parece una obviedad, pero no todo el mundo lo hace». Luego guardarlo en fundas térmicas que transpiran, nunca de plástico que guardan humedad. Si es necesario, llevar el traje a la tintorería. No recomienda hacerlo todos los años. En los trajes que se puedan despiezar, si hace falta, llevar sólo la pieza. No es complicado.
El trabajo de Antonio variará en función de las necesidades de las compañías. Tendrá que hacer trajes nuevos para las que amplían sus filas, renovar alguno que está viejo, agrandar o reducir según se necesite. Para esto último siempre deja «ensanches» y así puede ir modificando. Esto en un traje de confección es imposible ya que son sistemas industriales que aprovechan al milímetro las telas. Es la diferencia entre «hacer algo para ti o para alguien como tú», nos dice.
Al hablar de su profesión, Antonio transmite entusiasmo. Se nota que le gusta y disfruta. Aunque reconoce que es una profesión inestable, «o te mueres de hambre o te mueres de sueño». Dice que las nuevas generaciones «parece que quieren, pero en realidad es patronaje y diseño». A la hora de la verdad, «el trabajo duro de estar 15 horas sentado cosiendo ya no les gusta tanto».
Da pena pensar que quizás en unos años la sastrería de Antonio Pascual cierre, él ya tiene 67 años, pasa la edad de jubilación. Por eso este año y los siguientes miraré con otros ojos cuando vea las compañías por las calles y me fije en los trajes que visten, ya sean soldados o aguadoras, porque detrás hay un trabajo artesanal maravilloso que no siempre se valora. Espero que vosotr@s hagáis lo mismo. Solo me queda desearos un muy feliz día de fiesta y, por supuesto, ¡GORA DONOSTIA! ¡Hasta pronto!
Los artesanos donostiarras se extinguen, hace unos años la artesana modista de amara también se jubiló, se pierden los artesanos , faltan los reconocimientos y que no desaparezca la tradición.
Hay que darle el » Tambor de Oro » por su dedicación , lo merece mucho más que otros