Con una arriada de la bandera muy íntima, igual que la izada, tan solo con el alcalde Eneko Goia, periodistas y algún que otro vecino en los balcones de la plaza de la Constitución, se despide un Día de San Sebastián que ya está grabado en la historia de la ciudad y no precisamente como un capítulo alegre.
La pandemia ha trasladado la fiesta de la calle a los balcones y de las sociedades gastronómicas a las casas. Y lo cierto es que por norma general los donostiarras han sido respetuosos con la normativa. Solo al final se ha desatado en la Parte Vieja un altercado que empieza a repetirse con frecuencia de un tiempo a esta parte y se han vivido escenas muy violentas.
Lo ocurrido en la Parte Vieja ha sido lo único que ha roto el silencio que ha caracterizado a este Día de San Sebastián soso y falto de alegría. Han pasado 50 años desde la anterior suspensión de la fiesta, en 1969, por un estado de excepción durante el franquismo. Ojalá pasen como mínimo 50 años más antes de que vuelvan a faltar la tamborrada con su espíritu en Donostia.
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