
21 Ago VERANO CASI MUERTO
Un repaso de las decepciones (y pequeñas alegrías) que nos han brindado nuestros festivales este verano.
1 15 de junio, Andoain. Cuando Thurston Moore cogió su guitarra, nadie pensó en lo que vendría después. Y lo que vino después fue el concierto más polémico, radical y arriesgado de la historia de Andoaingo Rock Jaialdia. 65 minutos dedicados a la experimentación noise rock, al desvarío y a la personalidad intransferible del ex líder de Sonic Youth (o al tostón supremo: el público se dividió en dos bandos irreconciliables, como dos hemisferios separados por un precipicio mortal).
En junio el verano asoma la patita. Quedan otros dos meses más de puestas de sol, baños en el mar, fichajes de futbolistas y también conciertos al aire libre y festivales a tutiplén. Las salas bajan el pistón y la programación se reduce a varias actuaciones sueltas. Quién lo diría. El dislate de Thurston Moore ha sido la experiencia más enriquecedora durante todo este tiempo.
2 El año pasado el título del mejor concierto del verano se lo otorgué a los colombianos The Meridian Brothers. Fue una auténtica fiesta mestiza, -una lluvia de confeti, escribí entonces- en la que el rock and roll (ay esa versión del Purple Haze de Jimi Hendryx) combinaba a las mil maravillas con músicas locales, ritmos exóticos y alegría desbordante. Por la misma regla de tres, el del cuarteto Frente Cumbiero (también colombianos, casi un spin-off de los Meridian Brothers) debía ser la cita ineludible en esta ocasión. Sin embargo, la fecha de su concierto (24/07) coincidía con el arranque del Jazzaldia en la playa de la Zurriola. David contra Goliat. Además, un calor sofocante invitaba a pasar la noche en el exterior y muchos optamos por desempolvar los viejos éxitos folk de Joan Baez.
No sé cómo debió ser el concierto de Joan Baez en Woodstock hace 50 años. En Gros había tanta gente que para llegar a una zona más o menos decente tenías que abrirte paso a golpe de machete como Michael Douglas en “Tras el Corazón Verde”. Baez sigue teniendo una voz delicada y firme, se defiende estupendamente tras tantos años al pie del cañón, reparte guiños por aquí y por allá y salió airosa con una propuesta para todos los públicos.
Para cuando llegué al Eiger ya se me había olvidado el concierto.
3 El resto del Jazzaldia estuvo desgraciadamente pasado por agua. El cartel del Escenario Verde ha sido un previsible carrusel de viejas y nuevas leyendas, neoindie precocinado y/o para las masas al estilo Sonorama y la dosis habitual de Jamie Cullum. Lo más interesante estaba en los costados del Kursaal (incombustibles Elkano Browning Cream) y muy especialmente con el descubrimiento de una chica japonesa llamada Rei. Desafió el temporal y se metió al público en el bolsillo gracias a su desparpajo con la guitarra (ahora toco como Jimmy Page, ahora me pongo en modo pop) y a una banda estupenda que no le iba a la zaga. Que vengan más por aquí, por favor.
4 Los grandes festivales son como centros comerciales. Después de pasar toda la tarde del sábado entrando y saliendo por sus atestadas tiendas, compras algo por pura inercia y tienes que escaparte corriendo antes de volverte majara. Hay excepciones, claro, pero la experiencia me dice que cuando ves 10 grupos en un mismo día al final terminas sin ver ninguno.
Conviene seleccionar con tino, evitar los empachos. Al otro lado de la muga he sido testigo de cómo organizar eventos gratuitos de gusto y trato exquisito, sin apenas protagonismo del patrocinador y cercanía física. El primero de ellos tuvo lugar el pasado 10 de julio en la playa de Biarritz. Tocaron Kevin Morby, Botibol e Indianizer a un palmo de nuestras narices y con la côte basque acariciándonos la mejilla. Fue delicioso.
En Burdeos, por su parte, los chicos de Allez les Filles montan todos los veranos una serie de conciertos al aire libre bajo el paraguas del ciclo Relache. Cada semana tienes la opción de ver a Shellack, Jacuzzy Boys, Don Bryant, Antibalas y otros muchos grupos a precios de risa. El 14 de agosto desembolsé 2 euros por las actuaciones de Le Grys Grys, White Fence y una banda local de pop lo-fi que no recuerdo el nombre. El escenario estaba ubicado en una encantadora placita custodiada por una iglesia románica. Había mucha gente joven. Música gozosa. Si no era el paraíso, se le parecía bastante.
5 A pesar de lo que he dicho en el punto 4 sobre los festivales, creo que los ayuntamientos deberían estar obligados a ofertar actividades culturales gratuitas. Es la única manera de democratizar la música en directo y que TODO EL MUNDO tenga acceso a ella. El problema surge a la hora de confeccionar el programa. La Semana Grande, por ejemplo. Ya ni siquiera sorprende la selección de conciertos de Sagües, una sucesión de artistas inofensivos como escopetas de balines y de dudoso gusto que, en su mayoría, forman parte de una repesca de los 40 Principales, Operación Triunfo y Euskadi Gaztea. Salvo el despliegue rockero de The Baboon Show, este año ni siquiera hemos tenido asegurado el comodín de Donostiako Piratak.
La quinta edición de Glad is the day también ha estado un peldaño por debajo del nivel de ediciones anteriores (nota: solo hablo de su vertiente pop, el escenario electrónico-trapero no lo pisé). A la caída a última hora de Grande Days, se le unió el caótico concierto de los cántabros Los Estanques. Al otro lado del cuadrilatero triunfaron Los Limboos, que dieron un show intachable de R&B y ritmos tropicales.
5 No es que haya sido un verano muerto, como cantaban Los Bichos. Pero casi casi. Menos mal que septiembre está al caer y que van a pasar por aquí Mystic Braves, Motorpsycho, Miami Deutsch, y ya en Pamplona Pim Pam Ville y Beltza Weekend…
Sorry, the comment form is closed at this time.