El ROCK SE HACE MAYOR Y LANGUIDECE (AL MENOS EN GIPUZKOA)

100 personas para ver a The Mani-las en Intxaurrondo. No más de 200 en el festival gratuito de rock Fenomena de Hondarribia. Pocos jóvenes. Muy pocos. Y en los bares tampoco parece que el rock and roll pase por su mejor momento. Fotos: DKluba 

 

El sábado fui a Hondarribia a ver a The Hanging Stars, un grupo inglés que parece salido de un pícnic folk-psych de la segunda mitad de los años 60. Para la segunda canción empezó a llover y ya no paró en toda la tarde. El concierto tenía pinta de suspenderse de un momento a otro, pero Richard Olson y sus chicos hicieron todo lo posible para que no fuera así. Desenchufaron sus instrumentos y cantaron a capella; primero colocados al borde del escenario, y luego ya en una carpita improvisada donde nos refugiábamos del temporal, apelotonados en hileras como corredores de una maratón. Qué momento. Fue precioso, mágico.

Al final, la actuación se suspendió antes del tiempo previsto y no hubo manera de recolocar al grupo en la sala Psylocibenea. Una lástima. Mis amigos y yo nos habíamos venido arriba gracias al show de The Hanging Stars y, bueno, también a ese lubricante social llamado alcohol. Queríamos continuar con nuestra dosis de rock and roll en algún otro lado, así que nos dirigimos al único bar que tenía ambiente en la Parte Vieja hondarribitarra, Le Petit Tremé (antiguo Hontza). Entramos y los djs estaban poniendo música disco. Aguantamos menos de cinco minutos. Con esto no quiero decir que la selección musical estuviera mal, no es eso, solo que no era lo que andábamos buscando.

Fue el coitus interruptus definitivo. A las 11 de la noche estaba en casa viendo cómo Eduardo Inda taladraba la cabeza de los tertulianos de la Sexta Noche.

Cada vez salgo menos por la noche. En primer lugar, porque tengo 37 años y el cuerpo me pide otras cosas más allá de beberme un gin tonic a las tres de la mañana escuchando, no sé, “Abba” de The Paragons. No es que ya no me guste, es que lo he hecho muchas veces. En segundo lugar, porque cada día que pasa resulta más difícil encontrar bares que me motiven. Supongo que el fenómeno se repite en todos los lugares del mundo. El rock y el pop de guitarras son una cosa viejuna y casposa, un fenómeno residual que no genera interés a todo el que haya nacido después de 1988.

No debe ser rentable pinchar a Gun Club, Cramps, Creations o The Remains. En Donostia solo me vienen a la cabeza dos bares especializados  (Eiger y Txiki, este con sonidos hard o directamente heavy) y luego hay unos pocos (el nuevo EME, Akerbeltz, Ilargi… Todos ellos ubicados en la Parte Vieja) en los que pueden caer temas pop y rock and roll. Ocurre algo parecido en el Bukowski de Egia, que lo mismo pinchan reggae como punk-rock. Es una lotería. En Gros, se curran los playlist de Spotify en la cervecería Mala Gissona pero tampoco uno va allí a escuchar música. En el Teorema suele haber un popurrí de temas pop-rock. En el Dabadaba la música rock ha desaparecido de la programación de djs, no así en los conciertos.

El jueves pasado solo nos reunimos 100 personas en los conciertos de The Mani-Las, Joan Colomo y Tenpera en el festival Donostikluba. En Hondarribia tampoco es que se movilizara el Ejército Popular de Corea para ver GRATIS a The Hanging Stars en el festival Fenomena. ¿Cuántos seríamos? ¿150? ¿200 personas? Todo parece indicar que más que mañana y menos que ayer.

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Jon Pagola
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Periodista, creo que cultural y musical. Y de lo que surja.

2 Comentarios
  • sewasawa
    Publicado a las 11:42h, 10 octubre

    pero tienes el be club! que es la leche

    • Jon Pagola
      Publicado a las 15:14h, 15 octubre

      Jaja, pillín 😉