“A LOQUILLO LE HORRORIZAN ESTOS TIEMPOS BLANDURRIOS”

El donostiarra Felipe Cabrerizo publica la biografía “oficial y definitiva” del popular cantante de El Clot. Fotos: Carmencita Whitetower

 

Era el secreto mejor guardado de Felipe Cabrerizo (Donostia, 1973). Pero no todos los días uno tiene la oportunidad de escribir la biografía “oficial y definitiva” de una de las figuras más populares (¿la más popular?) del rock español de los últimos 40 años. De Cabrerizo ya conocíamos su inclinación francófona (es autor de las biografías de Serge Gainsbourg, Françoise Hardy y Johnny Hallyday) y ahora se atreve con el mítico cantante de Cadillac Solitario y El Ritmo del garaje. El libro Loquillo ya está a la venta y es un extenso y jugosísimo volumen de más de 400 páginas (DeBolsillo).

La pregunta del millón. ¿Cómo es realmente Loquillo? ¿Has conocido a la persona?

¡Toma ya arranque digno de aforismo griego! Supongo que el que todas y cada una de las personas que en estos años se han enterado de que andaba escribiendo el libro me hayan preguntado esto mismo habla a las claras de la solidez del personaje y de la intriga que crea a su alrededor. Y claro, en ese mismo punto estaba yo cuando arranqué el asunto, siendo consciente de que hasta que no entendiera quién es el Loco y cuáles son los mecanismos que lo mueven, cosa que no preveía fácil, sería absurdo ponerme a escribir una sola línea sobre él. Cuatro años después supongo que el menda se habrá guardado algún as en la manga, que esto de tener a una persona husmeando en tu vida y persiguiendo a toda la gente de tu entorno durante tanto tiempo debe ser cosa para desesperar al más pintado, pero en fin, con este largo rodaje que hemos tenido tratando en todo tipo de espacios, lugares y situaciones creo que solventé mis dudas hace ya tiempo.

En la famosa estrofa inicial de Feo, fuerte y formal (“No vine aquí para hacer amigos / pero sabes que siempre puedes contar conmigo”) se describe como alguien de quien uno se puede fiar incondicionalmente…  

En algún momento del libro describo al Loco como un personaje de Melville, de estos que no sabes nunca a qué lado de la ley se mueven y que parecen condenados a vivir en un mundo que no es el suyo. Frente a estos tiempos blandurrios que nos ha tocado vivir y que a él le horrorizan, el Loco se entronca con orgullo en el siglo XX y su formación es la de un chaval que creció en un barrio del extrarradio en su segunda mitad. Lo que me ha contado de la vida en El Clot en los sesenta no es muy diferente de lo que viví yo en el Alza de los setenta, porque sí, estos códigos de lealtad y respeto también se manejaban en Donostia antes de que la ciudad se convirtiera en un parque temático para niños bien, cuando la cultura obrera todavía era el pilar que sostenía la estructura de la vida cotidiana. Añádele a esto otro elemento de formación clave para el Loco, los clubes de motoristas que vivió y muy a lo bestia durante muchos años de su vida, y ahí queda la ecuación resuelta.

La génesis del libro empezó cuando leyó tu biografía de Serge Gainsbourg, Elefantes Rosas. Se quedó tan maravillado ¡que hasta había subrayado algunos pasajes del libro y te los enseñó! 

Sí, de hecho nos conocimos cuando yo andaba escribiendo A toda tralla, la biografía de Johnny Hallyday. El Loco era amigo de Johnny y llegó a grabar con él, que es lo más cercano al Olimpo que pueda alcanzarse en esta vida, y por supuesto me puse tras su rastro porque quería que me lo contara TODO. Ante mi sorpresa, conocía la biografía de Gainsbourg y la traducción que había hecho de las memorias de Françoise Hardy, La desesperación de los simios… y otras bagatelas, y fue tras leer el libro de Johnny, a quien considera su referente más directo, cuando pensó en plantearme esta aventura.

En teoría sois bastante antagónicos: tú eres un connoisseur sixties y él es un rocker de pura cepa. Es como decirle a un socio de la Real que se ponga la indumentaria del Athletic.

Qué va, qué va, salvo ese incomprensible respeto por los Smiths que mantiene el Loco no ha habido ningún otro conflicto que nos haya llevado a darnos de hostias. Y no te lo digo ya porque yo venga del punk más riguroso, que es algo que supongo dará exactamente igual al lector, sino porque esta imagen de Loquillo como rocker ortodoxo que tan fija está en el imaginario colectivo nunca ha respondido del todo a la realidad. Demasiado punk para los rockers, demasiado rocker para los punks, que le decían en los viejos tiempos… Ten en cuenta que ya en su primer disco, Los tiempos están cambiando, que graba solo con veinte años, ya había versiones de Johnny Kidd y Vince Taylor, pero también de Dylan o de clásicos oscuros del merseybeat. Ni tan siquiera sus primeros años, que todo el mundo considera máxima expresión patria del rockabilly, fueron rockers sino más bien punks: los primeros discos con Trogloditas huelen mucho más a los Clash o a los Ramones que a Jerry Lee Lewis o a Carl Perkins.

Ya en los 90 abrió de par en par las puertas de su universo musical.

Es cuando el Loco empieza a enriquecer su sonido. El salto es notable y ahí lo mismo encuentras rastros de Brassens que de Paolo Conte, de Los Sírex que de Kris Kristofferson, de Marc Bolan que de Fripp y Bowie. Y quién puede discutir unos referentes así. Todo se resume a la perfección en un dato que, amante como es el Loco de los símbolos, no es banal: su hijo Cayo tiene no uno sino dos padrinos. Uno es Alberto Aznar, antiguo batería de Kamembert y el más mod entre los mods; el otro Jaime ‘Bi’ Fábregas, fundador de Centuriones, semillero de los Hells Angels de Barcelona, y el más rocker entre los rockers.

¿Te ha marcado límites en la escritura? ¿Te ha dicho no quiero que hables de esto y de esto otro o te ha dado libertad total?

No, no ha habido problemas con eso, el Loco se ha volcado en el libro y ha trabajado mucho en él, pero no lo ha hecho hasta que el primer borrador serio del asunto estaba escrito, por lo que el terreno estaba marcado ya. A partir de ahí, su labor ha sido ir haciendo relecturas con una paciencia infinita para ayudarme a datar bien los episodios, para aclarar asuntos que quedaban confusos, para añadir alguna anécdota desconocida o para explicarme mecánicas que en su momento, por la cercanía de las cosas, no quiso o no supo explicar. Pero por lo demás me he manejado con libertad salvo en un asunto que sí me pidió que aligerara. Bien sabido es que, fiel a la iconografía del rock, al Loco siempre le ha encantado mantener piques entre las bandas y, con ese piquito de oro que se gasta, ha dado titulares legendarios. Todos ellos quedaban recogidos en aquella primera redacción, pero tras leerlo me pidió que eliminara las declaraciones agresivas hacia compañeros que hoy en día no pueden responder.

¿Te tomaste bien el comentario?

Me pareció una cosa sensata: un chiste sobre Camilo Sesto tenía gracia hace años, cuando era el rey de las listas de ventas, pero ahora, ya fallecido, no tiene ninguna; uno sobre Miguel Bosé era válido cuando estaba montando aquel programa de contenidos difusos en la tele con dinero público, pero ahora, que el muchacho anda como anda, no es más que un linchamiento fácil. Con las loquilladas referidas a otros compañeros en activo ya ha tenido menos prejuicios, que ahí no ha dudado en revisarlas y ampliarlas. Que fino es el colega.

Estuviste presente en el episodio viral con el guardia de seguridad de Torrelavega que pasa por delante del escenario y suelta un “¡aquí mando yo!”, ¿no? ¿Le afectaron las críticas o es un tipo tan seguro como parece que le resbalan las polémicas?

Ay madre el episodio de Torrelavega… Sí, allí que estuve, y muy sorprendido me quedé al ver que aquello apenas llamó la atención en el momento y una semana después se convirtió en lo que se convirtió. Menos mal que no había Tuiter en los ochenta, cuando en cualquier concierto de Motörhead o AC/DC pasaban cosas que dejaban esto en anecdotilla jocosa… Hombre, a estas alturas todos sabemos que no es el Loco personaje que se arrugue ante una polémica, que estas han sido parte esencial de su vida y de su carrera y, como bien cuenta el libro, no ha dudado en meterse en cualquier jardín que se le ha puesto por delante, pero dicho esto capear estos temporales que vienen de mundos tan ajenos al Loco como los internautas cómodo no es, no.

¿Qué es lo más surrealista, tronchante o extravagante que te ha pasado estos años junto a él?

Puedes imaginar que compartir el tiempo con un personaje tan excesivo, hiperactivo y estajanovista como el Loco es garantía de vivir una sucesión de momentos surrealistas non-stop y de no caer jamás en la monotonía. Pero si con algo me he descojonado ha sido con lo que ha supuesto reconstruirle el hueco de tres o cuatro años que tiene en su memoria. Fueron los tiempos de ¡A por ellos!… que son pocos y cobardes, los del éxito absolutamente masivo, cuando la banda llegó a meter 125.000 personas en un concierto de pago, cuando todo se convirtió en un túnel sin fin de actuaciones que en ocasiones parecían una gira de Spinal Tap y que, aliñado con un consumo frenético de sustancias no particularmente dietéticas, hace que de todo aquello el Loco no recuerde nada más que pequeños fogonazos ocasionales.

(…)

Porque que no se acuerde de un concierto en Albacete entra dentro de lo imaginable, pero verle abriendo los ojos como platos soperos al contarle que conoció en un estudio de televisión a un titán como Aznavour… ¡Mecagüenlaleche, Loco! En fin, ahí fue cuando decidió romper con todo e irse a vivir a Lasarte para retomar una vida de persona normal: de no haber tomado esa decisión, viendo el ritmo que llevaba, todo apunta a que se hubiera ido a ver a Elvis antes de tiempo.

Siempre me he preguntado cómo pudieron encajar, Los Trogloditas, que venían de la Catalunya profunda y convergente (Vic), con un chico que creció en un barrio popular de Barcelona. ¿Cuál fue el pegamento?

La juventud, la voluntad y el éxito, que son tres elementos imbatibles. La de Loquillo y los Troglos era una combinación imposible que si en un primer momento se mantuvo fue gracias a que Sabino, gran amigo del Loco entonces y ahora, ejerció de continua correa de transmisión entre ambos. Su desaparición del grupo a finales de los ochenta fue la estocada definitiva para que los caminos del Loco y su banda no volvieran a encontrarse, por mucho que su vida conjunta se alargara. La permanencia o no en el grupo fue un quebradero de cabeza para Loquillo durante muchos años: uno de los datos desconocidos que aparecen en el libro es que ya en 1993, durante la grabación de Mientras respiremos, el Loco los abandonó y decidió emprender carrera en solitario, aunque luego, como muchas otras veces, terminaría recapacitando y haciendo un nuevo intento por que todo funcionara.

Tuvieron que pasar muchos años hasta el divorcio definitivo…

Lo cierto es que no hubo forma de encajar las piezas, y solo la apertura de una carrera independiente en paralelo le dio aire para poder seguir con los Troglos durante más tiempo. La decisión definitiva la tomaría en 2008, cuando el grupo teloneó a los Who y a los Stones y consideró que aquello era el broche perfecto para cerrar los veinticinco años de recorrido de la banda y lanzarse a por otros retos. El que su primer disco post-ruptura fuera precisamente Balmoral, el considerado unánimemente mejor y más complejo de su carrera, habla a las claras de la sensación de liberación que vivió tras tomar la decisión. Y sí, en él se veía cómo el trabajo con otros colaboradores como Gabriel Sopeña, Jaime Stinus o Igor Paskual era lo que le iba a abrir unas vías de futuro que son las que el Loco ha transitado desde entonces.


Acaba la frase. Loquillo es más grande que…

¡Que yo, carajo! Que esto de ser un señor alto hace que me impresione mucho toparme con alguien que lo es más, y ahí que he estado cuatro años, tratando con un menda que me saca cinco centímetros y un tupé, que se dice pronto.

Jon Pagola
[email protected]

Periodista, creo que cultural y musical. Y de lo que surja.

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