Hay montañas que, por la presencia de otras mayores, pasan desapercibidas a los caminares de quienes aciertan a pasar por allí. Montañas que parecen querer guardar para sí sus telúricos secretos, sus encantos de piedra y praderas, su misterio insondable.
El sobrecogedor cordal del Anboto, se abría espectacular frente a nuestros ojos maravillados. El perfil de la diosa Mari, se recortaba contra el cielo de viento sur, desplegando todo su misterio pétreo y mágico. Ir al blog
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