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Sacristán recibe el Premio Nacional de Cinematografía, «un acto reparador que estaba pendiente»

El actor se ha mostrado agradecido y también ha hecho gala de ironía en el emotivo acto celebrado en Tabakalera

José Sacristán, hoy, recogiendo en Premio Nacional de Cinematografía en Donostia. Foto: Ministerio de Cultura

(Alicia G. Arribas/EFE). «Se lo han creído, qué suerte… más de 60 años sin dejar de jugar». Con esas palabras ha recibido este lunes José Sacristán el Premio Nacional de Cinematografía 2021, que reconoce una larguísima trayectoria en el cine, el teatro y la televisión.

«Yo me ataba unas cuantas plumas de gallina a la cabeza y me plantaba desafiante delante de mi abuela: ‘Virgen santa, un indio’, gritaba, y yo pensaba: ‘se lo ha creído’. Y cuando tuve noticia de la concesión de este premio volví a oír el grito de mi abuela. Se lo han creído», ha dicho el actor, provocando una sonrisa en el silencio reverencial que escuchaba su grave y modulada voz.

«Se lo han creído; se han creído que era el estudiante, el pregonero, el de los globos, el recluta, el emigrante, el abogado, el ingeniero, el médico, el asesino: se lo han creído, ¡qué suerte!. Más de 60 años sin dejar de jugar».

Humilde del primer al último segundo, José Sacristán ha pedido callar a los amigos, invitados, periodistas y cargos públicos que no podían dejar de aplaudir la concesión -«tardía», se ha repetido varias veces- del Premio Nacional de Cinematografía.

El actor, nacido el 27 de septiembre de 1937 en el pueblo de Chinchón (Madrid), a punto de cumplir los 84 años, ha elegido este lunes para venir a recoger el premio que concede el Ministerio, en esta ocasión, por toda una trayectoria de vida dedicada a la Cultura para no tener que suspender, en Valencia, la función de teatro que lleva tres años representando, «Señora de rojo sobre fondo gris».

Tras citar a Luis Landero («No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega»), Sacristán ha aseverado que ha llegado hasta aquí «con la más estricta seriedad (…) aprendiendo sobre la marcha, trabajando, estudiando, investigando, curioseando, mirando, con tanta certeza como inquietud y con tanto arrojo como suele ser habitual en el ánimo de los que nos dedicamos a esto».

En medio de la solemnidad, el actor ha dicho que había dedicado gran parte de su carrera, no a desentrañar la complejidad de los personajes, sino al cómo puñetas podías llegar a fin de mes y pagar el alquiler».

«Pero siempre -ha añadido-, con el propósito y la determinación de aquel o aquella que, al principio de los tiempos, allí en Altamira, un día le mostró a sus vecinos el mamut que acababa de pintar en la pared de la cueva: que se lo crean, que se emocionen, que se diviertan, que se inquieten, que duden, que piensen, que sueñen».

Y da lo mismo «pintar, escribir, fabular, representar, interpretar, contar, crear, vivir una ficción, una ilusión inventada». Lo que importa, ha dicho, es «dar a esa ilusión consistencia y firmeza».

Sacristán ha concluido con una teatral cita: «Habría bastado con que lo imposible fuera, clama Calígula mientras pide la luna».

«Cada vez que me subo a un escenario o me pongo delante de una cámara siento las plumas de la gallina atadas a mi cabeza, y siento el rebullir, el entusiasmo, el asombro que produce la profunda seriedad del juego, y entonces lo imposible es. Y tengo la luna. Yo, y los que se lo han creído, como mi abuela, como vosotros».

Ha sido su compañera en la serie «Velvet», Aitana Sánchez-Gijón, quien ha reivindicado sus casi cien películas. «¿Cómo es posible que no tuviera ya este premio?», se ha preguntado.

Tras recorrer su trayectoria de actor y «su compromiso dando la batalla y enarbolando la única bandera de la dignidad», la actriz ha asegurado que Sacristán es «el reflejo de nuestra historia, es historia viva de nuestro cine y nuestro teatro», y ha pedido que «tomen nota» de este premio los que conceden el de Teatro.

Sánchez-Gijón ha recordado que Sacristán siempre sostuvo que dentro de él «hay una tonadillera», «y una madre superiora», ha agregado la amiga, celebrando su buen carácter y su alegría en los rodajes.

Y se ha declarado en el curso de «parvulario a primero de José Sacristán»; parafraseándole a él, que siempre dice que está «en primero de Fernán Gómez».

También ha destacado su compromiso ético y político, su lucha por los derechos de los actores en los peores años y su simbiosis con los problemas sociales.

El ministro de Cultura, Manuel Iceta, le ha agradecido «en lo personal», ha dicho, su maravilloso trabajo en «Un hombre llamado Flor de otoño» (1978), una de las primeras películas en abordar el tema de la homosexualidad durante la Transición.

«Darle este premio es, de alguna manera, un acto reparador, que estaba pendiente», ha dicho Iceta, tras asegurar que se premia a «un cómico de casta (…) un hombre que revuelve el plano con cada aparición.

«Tu trayectoria y tu ética inquebrantable te han convertido en un espejo en el que nos reflejamos como sociedad», le ha dicho el ministro reconociendo que, aunque ha dado todos los tipos actorales, formó parte de los perdedores. Pero hoy está entre los ganadores «por su trayectoria, su experiencia, por su calidez, y su manera de ser y estar».


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