Habla a toda velocidad, como si se le escapase el autobús y no tuviese más remedio que correr a por él. Picachu -en realidad se llama Iban Errasti– es lo más parecido a un juego de matrioskas o muñecas rusas que hay en Donostia: dentro de una frase hay otra frase que a su vez esconde una nueva idea y así hasta que llega un momento en el que se detiene y dice: “Estoy hablando demasiado rápido, ¿no?”. Ir al blog.
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