«Lo importante no es lo que se cocina, sino lo que sucede y lo que se produce a nivel personal y social», dicen los expertos. «La cocina puede fomentar un aprendizaje integral y permite tener una actitud activa y participativa», añaden. Y, sobre todo, como sabe cualquier aficionado: cocinar resulta relajante y hace sentir bien al individuo. Aún más en una sociedad como ésta en que se da tanta importancia a la gastronomía. Por todo ello ha nacido el programa Recetas de locura de Cruz Roja dirigido a los pacientes de la Unidad Residencial de Trastorno Mental Severo (URTMS) y también a la población en general que quiera participar y promover la inclusión social de estos pacientes. O aprender a cocinar, que en este caso ambas cosas van de la mano.
De la mano de una cocinera que estudia en el Basque Culinary Center, Ana Pascual, y con la infraestructura de tres sociedades del Antiguo y Benta Berri (Aixebe Elkartea, Jauregi Elkartea y Txirain Elkartea) todo es ponerse manos a la obra en una iniciativa exitosa que ya tiene adeptos.
Esta misma semana ha habido una sesión en Aixebe Elkartea. «Centrar la atención en los pasos para la elaboración de un plato determinado permite desconectar de la rutina, olvidar los problemas, atender y evitar pensar», explicó para DonostiTik la dinamizadora social de la URTMS Estibaliz Iruretagoyena, que aún fue más lejos: «beneficios hay muchos, pero lo cierto es que a los pacientes esta actividad les da autonomía y les mete de lleno en la vida diaria común».
No es un invento nuevo. Hay casos documentados como el de Helen Tafoya, directora clínica de un programa de rehabilitación psicosocial de la Universidad de Nueva México, dónde ofrecen talleres de cocina para pacientes con esquizofrenia, depresión y otras enfermedades.
En esta ocasión el programa viene acompañado por la Diputación, Osakidetza y las sociedades citadas, y en Gipuzkoa es la primera vez que se hace. Y da la sensación de que se está abriendo un camino.
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