«El 20 de mayo todo se vistió de azul en Donostia y con eso presumimos de dar visibilidad al problema del autismo, pero todo se queda ahí. Luego te topas con la realidad y pocas cosas han cambiado». Quien opina así es Eli Herrero, madre de Jon, un niño de seis años con autismo diagnosticado desde que tenía dos y cuya rutina diaria es la de cualquier chaval de su edad. Acude a clase en la ikastola Arantzatzuko Ama de Martutene, su barrio, y dado el grado que tiene de autismo es sociable con los demás. «Nosotros queremos que, mientras pueda, haga lo mismo que los niños de su edad. Después se notará más la diferencia».
Sin embargo este afán de los padres se topa con los baches del sistema. Al haurtxoko del barrio sólo puede ir una vez por semana, que es cuando hay un cuidador. Más les duele sin embargo que por segundo año desde las colonias municipales Oporretan Euskaraz han rechazado a Jon porque no hay suficientes monitores para niños con necesidades especiales («para cubrir estas necesidades tenemos a 12 ayudantes y como ha habido más solicitudes hemos tenido que realizar un sorteo. Si algún solicitante con necesidades especiales se diera de baja o si hubiera algún otro cambio nos pondremos en contacto contigo», expresaba el mail que recibió la familia). «Nos movimos, acudimos a la psicóloga de Jon y a Gautena, y el coordinador de familias nos dijo que desde la asociación pondrían una persona de apoyo para que acompañara al niño. Pero… nos lo volvieron a rechazar».
Desde el Ayuntamiento aclaran que se trata exclusivamente de una cuestión de cifras. Este año se apuntaron a las colonias 30 niños con necesidades especiales de los que dos se borraron. Para los restantes 28 hay doce monitores («los medios son limitados») y tras hablar con las asociaciones del sector y calcular cuántos niños podrían ser atendidos se decidió que serían 16. Es decir, doce niños con necesidades especiales han quedado fuera pese al ofrecimiento de Gautena, que directamente no es contemplado por el reglamento.
Jon no se quedará en casa porque para eso tiene a su madre, que se ha tenido que pedir una excedencia. «Haremos lo mismo que haría en las colonias: ir a Tabakalera, a Urgull, a la playa…» Cuenta Eli que durante el curso su hijo incluso ha dormido fuera con sus compañeros de clase y participa en todas las excursiones. «Eso es lo que me da más rabia, que en la ikastola es uno más. Si estudiaran su caso verían que habla menos que sus compañeros, pero nada más». Sin embargo Jon se da de bruces con un sistema que no diferencia entre niños con necesidades especiales, igual que le ocurre cuando no puede ir al haurtxoko.
En Gautena disponen de unas colonias adaptadas que desde la propia entidad consideran que no son acordes con las necesidades de Jon. «Necesita un ocio más normalizado, hacer lo que hace siempre», comentó Eli, quien reconoce que les cuesta aceptar la situación. «No lo entendemos. Nos pasa por segundo año y tras haber dicho que el niño puede ir con un apoyo».
«Jon, ahora, no tiene una gran diferencia con sus compañeros en madurez. Pero después sí la tendrá y se quedará más aislado. Queremos que aproveche. Que disfrute y esté con sus amigos. Y no que nos cuenten que ahora se da visibilidad al autismo».
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