El sobrecogedor cordal del Anboto, se abría espectacular frente a nuestros ojos maravillados. El perfil de la diosa Mari, se recortaba contra el cielo de viento sur, desplegando todo su misterio pétreo y mágico.
Hay montañas que, por la presencia de otras mayores, pasan desapercibidas a los caminares de quienes aciertan a pasar por allí. Montañas que parecen querer guardar para sí sus telúricos secretos, sus encantos de piedra y praderas, su misterio insondable.
Me gusta llegar a estas cimas solitarias, un tanto olvidadas en las grandes rutas, en los libros, olvidadas de la manía señalizadora que inunda nuestros parajes salvajes, empeñada en dirigir, en cada momento nuestro vagabundear. Son cumbres, en ocasiones modestas, cuya altitud es realmente lo de menos, al fin y al cabo, la altura de una montaña no se mide en metros, sino en las sensaciones que te aporta el caminar por sus laderas, la planificación de la ascensión, el camino que te acerca hasta ella, las personas con las que compartes el vagabundeo, el intentar convencerla de que comparta contigo parte de su magia. Lo importante de una montaña no es la altitud que tenga, sino las emociones, las sensaciones que te aporta al compartir con ella unos instantes de tu vida.
Una de estas cumbres altiva, bella, enigmática, que se abre frente a uno de los parajes más bellos de nuestra geografía, es Saibei. Una montaña de altitud modesta pero que atesora una dilatada historia, enigmáticas leyendas mitológicas, en definitiva, atesora belleza, armonía, paz, libertad,…
Nos vamos a uno de los grandes parajes de referencia de nuestras viejas montañas, un lugar acurrucado al calor atávico de los viejos mitos, al calor de las montañas abrumadoras y de los bosques hechizantes, nos vamos a Urkiola.
Junto al centro de interpretación del Parque Natural, llamado Toki Alai, se eleva esta bella cima, fácilmente accesible desde el propio centro. Pero hoy quiero proponerles una ruta más larga, un caminar lineal, que partiendo desde el alto de Dima, nos llevará, caminando sin prisa, hasta el centro de interpretación.
Aparcamos junto a la zona de recreo que se localiza en dicho alto, ubicado en la carretera BI-2543, que une las localidades de Dima y Otxandio. Nada más aparcar nos topamos con la primera sorpresa de la jornada, una curiosa pista de aterrizaje para aviones. Sorprende ver una construcción de estas características aquí en medio de la montaña, su explicación es, que fue construida por el ejército republicano, durante la guerra civil española, con el fin de dar cobertura al frente del Norte. Nosotros hemos dejado el coche en la zona Norte de la pista de aterrizaje, para tomar un camino balizado con las marcas del sendero de Gran Recorrido GR 282 (camino natural senda del pastoreo). Pronto llegamos a una mesas, sumergiéndonos de lleno en el bosque, el sendero da un marcado giro en dirección Norte, para alcanzar la chabola de Arkaola, y llegar rápidamente a una bifurcación. Optamos por continuar hacia nuestra derecha, y alcanzar de nuevo otro cruce, nos encontramos muy cerquita del paraje conocido como Dantzaleku. En esta encrucijada de caminos, tomamos el sendero de la izquierda, hasta que, a los pocos metros, topamos con una desviación a nuestra derecha, cruce marcado con un poste indicativo. Por este nuevo camino, ascendemos un tramo bastante duro, para llegar a una pista forestal, y un sendero que siguiendo las marcas blancas y rojas nos lleva hasta un marcado collado. Solo nos resta subir por terreno despejado hasta la cima de Saibei. En la cumbre de 954 metros de altitud, destaca la gran cruz que la corona, testigo de hechos terribles acontecidos en esta montaña.
Y es que el monumento conmemora una batalla que tuvo lugar en estas laderas en la guerra civil española. El 6 de abril de 1937, después de que las tropas nacionales hubieran roto el frente republicano que se mantenía a l norte de Álava, la primera brigada de Navarra, ataca la cumbre produciéndose un cruel enfrentamiento.
Las tropas republicanas, se retiran hacia Urkiola, incluso una brigada asturiana, según las crónicas en madreñas de madera, ataca Saibei, intentando reconquistarlo, sin éxito inicialmente, pero lográndolo al siguiente día. Se da la circunstancia de que las tropas nacionales, bombardearon la cima con fuego amigo, cuando ya había sido tomada por los requetés, multiplicando las víctimas. No queda aquí la cosa, ya que los nacionales arrasan la cumbre matando a la mayoría de los republicanos. El 14 de abril, se reconquista la cumbre en una agónica batalla, que dejo la montaña sembrada de muertos, al siguiente día los nacionales vuelvan a tomar Saibei.
La cruz se levantó en conmemoración de las bajas del bando nacional, pero en 1976, paso a recordar las bajas republicanas.
Pero dejemos de lado estos trágicos episodios y centrémonos en la imponente belleza del panorama que nos ofrece la cumbre de Saibei, un autentico mar de cimas, bosques, valles, se cuela en nuestra alma errante. Pero si algo destaca sobre toda la inmensidad, es el bello perfil de la Dama. La sobrecogedora silueta que forma el cresterío del mágico Anboto, que con su forma de dama tumbada boca arriba, nos susurra la vieja leyenda de Mari, que tiene su morada, muy cerquita, en las laderas de la gran montaña, y que ha decir de las viejas creencias, el perfil es la propia Dama de Anboto.
Pero esta intrigante cima, esconde además viejas leyendas, como la que asegura que era aquí donde se reunían las brujas para realizar sus aquelarres. También es una montaña vinculada a una parte muy interesante de nuestra mitología, el mito del oro enterrado. Un mito muy relacionado con el culto a la Ama Lurra, a la Madre Tierra, un inmenso territorio dominado por seres terroríficos, pero también morada de las almas de nuestros antepasados, el lugar al que acudiremos nuevamente. La tierra nos provee de alimentos y de agua, por todo ello es un ente profundamente sagrado, hasta el punto de que su culto originario diera lugar a la principal deidad de nuestra mitología, Mari. Era habitual arrojar piedras y monedas de oro a determinadas simas, megalitos,… como ofrenda hacia la propia tierra, algo que está vinculado con las leyendas de oro enterrado, como sucede en Saibei.
El hechizo de las montañas, de los viejos mitos, de la libertad, deleita nuestros sentidos, sentados en la cumbre de Saibei, pero debemos seguir nuestro vagabundear. Regresamos al collado, y enlazamos nuevamente con las marcas rojiblancas del GR. Un marcado sendero hacia nuestra izquierda, se interna en un pinar hasta dar con un nuevo collado. Salimos del bosque iniciando un claro descenso con el telón de fondo del mágico cresterio de Anboto, y tras pasar un pequeño pero bello hayedo, llegamos a la pista que une el Santuario de Urkiola con el centro de interpretación. Solo queda bajar un corto tramo por asfalto, hasta el propio puerto de Urkiola.
Nuestras viejas botas gastadas de hojarasca y bruma, nos han llevado, una vez más, por sublimes rincones, por montaña mágicas y bosques magnéticos. Nos han llevado, una vez más, por nuestras viejas leyendas, por el misterio, por la belleza, en definitiva, nos han llevado, una vez más, por la libertad.