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Casa Torre de Muntsaratz. Al arrullo de la diosa

El viejo camino empedrado, parecía querer escapar de la caótica vorágine que se agolpaba en el valle. Sus gastadas piedras, custodiadas por robles, hayas, espinos y fresnos, huían desesperadamente hacia la acogedora seguridad de la montaña. Su objetivo estaba claro, no había lugar a dudas, un marcado tajo natural, que cerraba el horizonte, un profundo barranco al que huir despavoridamente de la locura.

Huyamos, viejo sendero, déjanos ser tu polizón, ocultos en tus milenarias piedras, en tus telúricos bosques protectores, entre tus atávicos secretos de belleza y magia.

Permítenos huir contigo, a la seguridad de las montañas, del bosque, consiéntenos escapar de la sinrazón, de la guerra, de los bombardeos, de la codicia humana, del odio, de la destrucción.

Casa torre de Muntsaratz

En estos tiempos de guerras e incertidumbres, os invito a escaparnos a la seguridad de los viejos caminos, a buscar pausadamente el embrujo de las montañas, el milenario encantamiento de los bosques. Os propongo conocer una ruta llena de magia, de mitología, de misterio, de belleza,… Comencemos.

Hoy nos vamos a tierras vizcaínas, concretamente al cobijo protector del gran pico Anboto. Un sencillo recorrido de unos 10 kilómetros de distancia, nos permitirá acariciar la montaña mágica, y de paso conocer autenticas joyas de la vieja cultura de las montañas.

Ermita del Santo Cristo de Atxarte

Nuestro paseo comienza en el barrio de Muntsaratz, ubicado en la localidad de Abadiño. Nada más comenzar a caminar, nos encontramos con la primera de las grandes referencias míticas de nuestro paseo, la preciosa casa torre de Muntsaratz. Un precioso edificio de origen medieval, que en la actualidad acoge la entidad institucional Azti. Nos encontramos ante una de las joyas de la arquitectura renacentista en territorio vizcaíno. La torre cuenta con cinco alturas, la primera de ellas, estuvo dedicada a las caballerizas, la segunda a cocina y habitaciones, la tercera albergó el salón principal y luego estaría el desván, que es donde podemos apreciar una preciosa arcada. Parece que Muntsaratz, se desmochó en el medioevo, para evitar los enfrentamientos entre Oñacinos y Gamboinos, la familia de la torre, perteneció al bando ganboino . Además de este bagaje histórico, la fortaleza esta profundamente vinculada a las viejas leyendas sobre la diosa Mari, la principal deidad del olimpo vasco. La torre, se mira frente a frente con la montaña sagrada, donde la diosa tiene una de sus principales moradas, con Anboto. Una vieja leyenda nos cuenta lo siguiente:

Hace ya muchos años, un rey de Navarra dijo:

Casaré a mi hija Urraca, con quien venza a un negro de mi corte.

Se presentó el señor de Muntsaratz, venciendo en el combate, casó con la princesa y se instalaron en la casa torre de su propiedad. El matrimonio tuvo varios hijos, siendo Ibon, el vástago mayor y Mariurrika la menor. Ibon, según la vieja tradición de los vascos, sería el heredero de la torre, por ello era odiado por su hermana Mariurrika. La moza, organizó una excursión a la montaña, encargándose de que se hermano bebiera vino en abundancia, y se quedó dormido en el monte, Mariurrika ayudada por una criada despeñó a su hermano. La chica de regreso a Muntsaratz, y dijo a su padre que Ibon se había despeñado en Anboto, pero su conciencia le remordía. Esa noche los genios Ximelgorriak, se llevaron a Mariurrika, quien desde entonces habita en Anboto, se trata de la diosa Mari”.

Recopilada por un vecino de Abadiño, y recogida por José Miguel de Barandiarán

Atxarte

Dejamos la torre, custodiando celosamente su dilatada historia, sus mitos impregnados entre sus recios muros, y nos encaminamos hacia el centro de la localidad de Abadiño. Desde un precioso Humilladero, cruzamos la carretera general, y accedemos a la factoría “Fundiciones San Vicente”. Justo en un lateral de esta fábrica, nos topamos con un precioso sendero empedrado, que va ganando altura paulatinamente. Un corto ascenso, nos lleva a la zona mejor conservada de la calzada, un delicioso caminar, entre viejas hayas y robles, fresnos y avellanos, nos deja en una barriada. Desde aquí, el viejo sendero asciende hasta alcanzar otro núcleo urbano, desde el que en breve accedemos hasta el molino de viento de Larringan. La vista desde aquí es preciosa, el Anboto, nos seduce con sus pétreas formas, irresistibles, y un tajo natural, el desfiladero de Atxarte, se abra embaucador frente a nosotros. Sin pensarlo, nos lanzamos a buscar su energía telúrica, hecha de belleza y caliza. Un bello sendero, nos lleva hasta el núcleo de Mendiola, desde donde accedemos fácilmente al barranco de Atxarte.

Puente de Atxarte

Las impresionantes paredes calizas, se elevan buscando el cielo por encima de nuestras cabezas, el terreno de juego idóneo para el baile silencioso de los escaladores. Topamos con la ermita del Santo Cristo, incrustada en la roca. Esta ermita, construida junto a la antiquísima calzada que ascendía en dirección a Urkiola, se encontraba junto a un molino y una venta, cuyos restos aún hoy podemos ver. Según cuenta la tradición, su fin era desterrar de una vez por todas, de aquellos parajes a las lamias y brujas que moraban en la cueva, que se halla, detrás del templo, posiblemente estemos ante una cristianización de un lugar de culto ancestral. Muy cerquita, quedan los restos de un precioso puente por el que la calzada salvaba el cauce del río Atxarte. Desde este paso, recordamos la vieja leyenda que nos cuenta como los jentiles que habitaban en estos maravillosos paisajes, ponían un pie en el pico Untzillatz, y otro en Astxiki, para beber agua de este riachuelo.

Molino de Larringan

Solo nos resta regresar, retornamos hasta el núcleo de Mendiola, sintiendo a nuestras espaldas, el eco de la cueva de Bolinkoba, uno de nuestros más importantes lugares arqueológicos. Desde Mendiola, continuaremos en dirección NE, hasta alcanzar la ermita de San Cristóbal, para acompañados por preciosos campos, retornar al punto de partida.

Calzada de Mendiola

Atrás queda el mítico paso, dejamos a las lamias, brujas, jentiles, en su telúrico feudo, hecho de viejas leyendas, de armonía, de caliza y de belleza.

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