Nuestras viejas botas, acarician pausadamente la vereda, que se introduce en la profundidad del bosque, bajo la sublime cúpula de verdes etéreos, eléctricos, casi trasparentes, de las primeras hojas de la primavera. El sol se cuela dulcemente entre la niebla, danzando su ancestral danza telúrica, mientras una suave brisa de la montaña acaricia nuestras cabezas, susurrándonos quedamente, que nos encontramos en el bosque mágico, que nuestros pasos errantes de viento y hojarasca, vagabundean por la Selva de Irati.
Creo, que, en el bagaje personal de cada uno de nosotros, hay lugares grabados en lo más profundo de nuestro ser, lugares que han dejado su impronta en nuestra alma, marcados por las personas con las que los hemos compartido, por su belleza, por su magia telúrica y bella. Lugares que, de alguna misteriosa manera que la razón no acierta a comprender, son parte de nosotros, y quiero pensar, que nosotros también formamos parte, de su esencia. Son parajes profundamente íntimos, personales, cada uno de nosotros tiene los suyos, montañas, ríos, bosques, playas, ciudades, acantilados, cuevas, senderos, a los que siempre queremos regresar, como si de alguna forma, volviéramos a casa. Una vez allí, todo adquiere un ritmo diferente, pausado, cálido, armonioso, todo se ve desde otro prisma, desde una perspectiva diferente. Son paisajes, en definitiva, de nuestro ser, de nuestro yo más profundo, de nuestra esencia y de nuestro corazón.
Uno de estos lugares, es para mí, la Selva de Irati, su esencia libre y salvaje, ha quedado grabada en mi ser, sus bosques insondables y mágicos donde vagabundear sin prisa acariciando su hojarasca, sus cimas altivas y magnéticas, sus collados abiertos y libres donde el viento despeina mi cabeza y mi alma, sus ríos de aguas cristalinas donde zambullirme en su esencia. Irati es todo esto y mucho más, por eso hoy, te propongo, amigo lector, una impresionante ruta lineal donde sentir toda esa magia, toda esa fuerza arcaica de Irati, caminando, saboreando cada rincón, emocionándonos con sus paisajes de ensueño, buscando ancestrales senderos, o ermitas míticas. Porque, por si todo esto fuera poco, nos encontramos en el feudo de uno de los genios principales de la mitología vasca, basajaun. Comencemos.
Quizás nuestros antepasados más lejanos ya sintieron la magia, la energía del bosque de Irati, y ubicaron allí a su deidad vinculada a los árboles, basajaun y su versión femenina basandere. Son ellos la representación de un antiquísimo culto a los árboles que con el paso del tiempo fue tomando forma humana. Basajaun, el señor del bosque, es un ser con una fuerza inmensa, que cubre su enorme cuerpo con una larga cabellera que le llega hasta las rodillas tanto por delante, como por detrás. Su apariencia es humana, siendo una de sus patas de forma circular, parecida a la del ganado vacuno, y la otra como la de los hombres. Habita en cuevas en lo más profundo del bosque, y aunque en algunos lugares, se le otorga carácter maligno, es a pesar de su terrorífico aspecto, un genio protector. Y es que este numen cuida de los rebaños, avisando a los pastores de la cercanía de las tormentas emitiendo silbidos. Su presencia tranquiliza a los pastores, la cual anuncian las ovejas haciendo sonar al unísono sus cencerros, momento en que los pastores pueden descansar tranquilos pues el lobo no hará acto de presencia, a cambio los hombres le obsequiaban con algún trozo de pan. Es además el conocedor de diferentes técnicas de agricultura y fabricación de herramientas, secretos que son robados por los humanos, utilizando para ello, diferentes engaños.
El culto a los árboles, fue algo muy común entre los antiguos pueblos de la vieja Europa, tribus que vivían en perfecta comunión con la naturaleza, con el bosque, tribus que veían en los árboles entes mágicos que respetar y amar, tribus que no habían olvidado que nosotros también somos bosque.
Para conocer este territorio de basajaun, debemos llegar al paraje conocido como las Casas de Irati, lugar al que se puede acceder por una carretera de montaña que llega desde la localidad navarra de Ochagavia por el alto de Tapla.
El parking en las cercanías de la ermita de la Virgen de Las Nieves, está restringido y en determinados momentos del año suelen cobrar por estacionar. Desde el aparcamiento sale una pista que acariciando el río Urbeltza a nuestra derecha, sigue las marcas del sendero GR-T9, seguimos el camino interpretativo de Errekaidorra que dispone de varios paneles y reproducciones que nos hablan de la utilización tradicional de la madera en el bosque. Pronto vemos un desvío a nuestra derecha que nos permitirá visitar la preciosa cascada del Cubo. Tras disfrutar de la armonía del río, y de la fuerza de la cascada, regresamos a la pista para continuar nuestro camino. Vamos marchando entre el hayedo, acariciando la hojarasca, llenándonos de la energía telúrica de las hayas. Disfrutando intensamente, llegamos hasta una bifurcación en el lugar donde se ven los restos de una antigua presa, y donde los arroyos Idorra y Loibeltza, se unen al Urbeltza. Continuamos siguiendo el cauce del río hasta llegar al conocido como puente de Orgate, donde topamos con las marcas rojiblancas del GR 12.
El camino entre el hayedo es impresionante, y sin pérdida llegamos hasta el conocido como Chalet de Pedro. Caminamos sintiendo la magia del río y del bosque, hasta llegar a las praderas de Iratisoro, un delicioso rincón donde tomar un descanso dejando que las aguas del Irati nos acaricien dulcemente. Nos encontramos en las cabeceras del Irati, el río que continua en dirección S., se llama Urbeltza, que recogerá diferentes arroyos hasta que, en las cercanías de la ermita de la Virgen de las Nieves, pase a llamarse río Irati, pero curiosamente en esta zona del N. de la montaña, ya lo denominan Iraty desde su nacimiento.
Entre estos `profundos bosques, viven el basajaun y basandere, ocultos en la magia de sus nieblas eternas, guardan celosamente esta vieja leyenda de nuestra mitología:
“Cuentan que Basajaun vivía junto con su mujer Basandere, en la cueva de Galharbeko-potxa, ubicada en la selva de Irati. Basajaun había robado un candelabro precioso que se le había antojado a su esposa. Un día caminaba por el bosque un muchacho del caserío Lohibarria situado en la localidad de Mendibe, cuando acertó a pasar junto al antro de los genios. En la entrada de la caverna, Basandere peinaba sus cabellos, junto al candelabro al que había sacado brillo recientemente. El chico robó el objeto y salió corriendo, perseguido por Basandere. Basajaun que se encontraba en lo alto del monte oyó lo que ocurría y se lanzó también a perseguir al joven. Los númenes iban a dar alcance al pastor, justo cuando llegaba a la ermita de Salbatore de Mendibe, y este gritó:
– Jondoni Salbatore, zuretzat nuen. Othoi urrikal zakizkit (Señor San Salvador, lo tenía para usted; por favor tenga piedad de mí).
Inmediatamente la campana del templo comenzó a sonar, y los genios tuvieron que detenerse. Basajaun dijo al joven:
– Te ha valido esa campana, pero cuando te pille en ayunas lo pagarás.
Transcurrido algún tiempo, el pastor caminaba por el bosque y se topó con Basajaun, recordó entonces que se hallaba en ayunas. Rápidamente metió la mano en el bolsillo y cogió unos granos de trigo que llevaba, se los tragó y el genio desapareció”.
Busquemos, pues la mítica ermita. Para ello, debemos dirigirnos a las alturas de Saroberri, para lo que, desde Iratisoro en dirección W., tomamos una pista por el bosque de Ortxola, que nos deja en el collado de Surzai, en la carretera entre Iratisoro y Esterenzubi. Desde Surzai, una fácil cresta nos lleva a otro collado en el que tenemos a nuestra izquierda el pico Beira (1246 m.), y a la derecha el Saroberri (1.388 m.). Nos encaminamos hasta el segundo remontando la acentuada cuesta que nos lleva a la cumbre.
Tan solo nos resta descender por la pronunciada cresta de Pederikaegi, que ofreciéndonos unas impresionantes vistas de cortados y barrancos nos deja en la carretera de Esterenzubi. La cruzamos para en unos breves metros alcanzar la ermita de Salbatore de Mendibe, en un paraje de espectacular belleza, enmarcada por los picos Escaliers, Behorlegi, y las montañas de Arbailla.
En la preciosa ermita, protagonista de la vieja leyenda del basajaun, termina nuestro precioso periplo por Irati, la selva mágica que, una vez más, ha conquistado nuestros errantes corazones, la selva mágica, que ha dejado un poso imborrable en nuestros corazones y esa energía inigualable de los parajes únicos.