¿Qué les parecería caminar, dejándonos guiar por un mapa dibujado hace más de 13.000 años? Caminar siguiendo los trazos plasmados en un canto rodado, por alguien que habito en estas tierras en los inicios de la historia.
Sugerente, ¿verdad?
Les propongo una ruta especial, casi un juego, un juego de sensaciones, un juego en el que sabremos de la inquietud de alguien que decidió plasmar sobre una piedra lo que sus ojos sensibles, contemplaban en cada amanecer, en cada anochecer, en cada momento de su existencia. Por si esto fuera poco, nuestra vieja mitología ubicó en este paraje sin igual, arcaicas leyendas de lamias, esas hadas con forma de mujer y pies de pato.
No me negaran que es algo, un tanto vertiginoso, dejar que nuestro caminar errante, vagabundo se deje guiar por unos trazos paleolíticos, por la inquietud de alguien que dibujó lo que veía desde su cueva, y que sin saberlo lo convirtió en el mapa más antiguo encontrado hasta la actualidad en la Europa Occidental, en una de las grandes joyas arqueológicas de nuestra cultura. En el mapa, realizado con grabados sobre un canto rodado, mide 175 milímetros de longitud, 100 de anchura y 54 de espesor, presenta diferentes dibujos entre los que se aprecian el monte San Gregorio, el río Zaldazain, las charcas, todos ellos elementos geográficos del entorno, así como diferentes figuras de animales y hasta un posible autorretrato del autor.
Sumerjámonos, pues, sin más dilación en el misterio, caminemos hacia los parajes mágicos, misteriosos del valle de la Ultzama, allí, al abrigo milenario de la historia nos espera la cueva de Abauntz, guardiana de uno de los grandes tesoros de nuestra cultura ancestral. Dejemos en casa brújulas y mapas, GPSs y móviles, satélites y ruto metros, caminemos sólo guiándonos por el viejo mapa de Abauntz.
Nos situamos en la pequeña localidad navarra de Arraitz, al norte de Navarra, en el valle de la Ultzama. un bello lugar encajonado entre la cuenca de Pamplona, y los verdes valles del norte navarro. Podemos estacionar nuestro vehículo en el pueblo y tomar una pista de cemento, que surge junto a la iglesia y que, en marcada dirección N., nos lleva hacia el cementerio. Vamos caminando pausadamente, y sin llegar al camposanto, topamos con una explotación ganadera, donde encontramos una indicación que nos dirige hacia el río Zaldazain. Seguimos la dirección de la señal, hasta que, tras caminar un kilómetro aproximadamente, llegamos al riachuelo. Este es el primero de los elementos que encontramos en nuestro paseo que aparece representado en el antiguo mapa.
Cruzamos el río por un puente y nos dirigimos marcadamente hacia el desfiladero formado por el riachuelo, teniendo a nuestra izquierda, el pico San Gregorio, y a la derecha la cima conocida como Abaunzko Harria. Pronto un sendero con marcado desnivel, sale hacia nuestra derecha, por él que alcanzamos la cueva de Abauntz. El ascenso es corto, pero bastante empinado, unas cuerdas fijas nos ayudan a realizar la subida, en ocasiones embarrada, entre preciosos bojes. De esta forma, llegamos hasta la caverna, el lugar está cargado de magia, de energía, se nota en nuestro ser que nos encontramos en un lugar especial, un lugar habitado desde hace milenios y que condensa una enorme cantidad de historia, de historias y de leyendas. En la cueva, aparecieron en las excavaciones realizadas, además del mencionado mapa, pinturas rupestres y restos humanos, hoy permanece cerrada para proteger todo su patrimonio, algo que no resta ni un ápice de belleza y magia al lugar. Poquito a poco, en el silencio de la cueva de Abauntz, nuestro ser se imbuye de magia, quizás algo en nuestro ADN más profundo nos conecte con aquellas mujeres y hombres que moraron en este paraje recóndito.
Además de toda su importancia arqueológica, esta cueva de Abauntz, está vinculada a una leyenda de lamias, númenes femeninos, que dedican su tiempo a peinar sus largos cabellos con un peine de oro al arrullo de ríos, unos genios vinculados directamente con los viejos cultos a las aguas. La caverna es conocida también como Lamizulo o Aminizulo, en clara alusión a estos genios mitológicos. La leyenda, recogida por Jesé Miguel de Barandiarán, cuenta lo siguiente:
“Cada día, un pastor de la casa Sumbillenea de Arraitz, llevaba un kaiku de leche o cuajada (según versiones) a la cueva de las lamias, estas, a cambio, se lo devolvían lleno de monedas de oro. Pero un día, el pastor, mezclo excrementos de oveja con la cuajada, las lamias al darse cuenta del engaño persiguieron al muchacho hasta que alcanzó su casa. Algunas versiones cuentan que sonaron las campanas de las doce en el reloj del pueblo, y los númenes huyeron. Pero el pastor no se libró de la maldición de las lamias: -No faltará en esta casa algún invalido-, y desde entonces, según cuentan en Arraitz, la maldición se ha cumplido.”
Tras disfrutar del paraje mágico de la cueva de Abauntz, retornamos a la pista y continuamos pasando por el desfiladero, pronto vemos una pequeña charca, junto a la que un panel informativo nos explica la importancia de los humedales. Cruzamos un puente y nos dirigimos hacia la cara N. del pico San Gregorio, la montaña representada en el mapa y cuya cima alcanzaremos. Para ello llegamos a un collado, para sin camino marcado, pero sin dificultad técnica llegar a su cima. Preciosos bojes pueblan su pétrea cumbre, y si bien las vistas no son muy amplias, algo emocionante nos invade al encontrarnos en este pico que alguien dibujo hace 13.000 años.
Retornamos al colladito y tomamos hacia nuestra izquierda, en dirección W., salimos a un claro del bosque, en el que se localiza una preciosa borda, aquí cambiamos de dirección, para tomar decididamente hacia el S., por un camino que entre praderas nos llevará de vuelta a Arraitz.
Hermosos robles salpican los deliciosos prados de hierba verde, nuestras botas sabedoras de mil senderos acarician las veredas de la Ultzama, felices por haber sido participes de una vieja historia, llena de fuerza y de energía, felices por haber podido compartir la magia y el misterio del antiquísimo mapa de Abauntz.