Una enigmática piedra, guarda la esencia de los viejos ritos de la montaña, una piedra, a la vera de uno de los senderos más conocidos de la maravillosa sierra de Aralar. Nos encontramos en una antiquísima ruta de paso que unía los pueblos de la zona norte de la sierra con el Santuario de San Miguel in Excelsis, quizás podemos pensar en que, este camino, se pierda aún más lejos en el misterio del tiempo, remontándose hasta épocas neolíticas. Allí, en un rinconcito del valle glaciar de Arritzaga, se agazapa una enigmática piedra, conocida como Ama Birgiñ Arria, venerada desde antiguo, posiblemente su origen esté en algún culto pagano, y tal vez cristianizada posteriormente, quien sabe. Lo cierto es que visitar este misterioso monolito, es la excusa perfecta para dejarnos llevar, para dejarnos embaucar por la magia de Aralar, por sus cimas inalcanzables, por sus valles y praderas, por sus bosques y magia, es la excusa perfecta para caminar por el conocido como Camino de Minas.
Y es que, en este barranco, que aún presenta las trazas de la cubeta glaciar que lo formó, guarda también los restos de las minas de cobre que se explotaron desde el año 1734, y cuyos vestigios, así como los de las construcciones auxiliares, aún podemos ver. Nuestra ruta parte de la localidad gipuzkoana de Amezketa, junto a cuya iglesia, podemos estacionar nuestro vehículo. Un poco antes hemos dejado junto a la carretera el mítico albergue Bixente, hoy cerrado, que durante tantos años fue referencia de los montañeros que subían hacia la sierra. Tomamos el camino asfaltado que sale a la derecha del templo, en dirección al cementerio, al llegar a una cerrada curva, vemos un sendero empedrado que indica Aralar. Seguimos por ahí, hasta alcanzar el hermoso puente de Beraceaga, en apenas 20 minutos de caminar, un bucólico paisaje, autentica puerta de acceso a Minas. Cruzamos la regata de Arritzaga, por el puente y seguimos hacia nuestra derecha por un senderito que va paralelo al regato, pronto pasamos por una borda, y bajo el curioso monolito rocoso de Anduitzeko Haitzorrotza. Este curioso diente rocosa, adquiere la forma de un perro pastor, según de donde se le mire, se dice que es el custodio de este ancestral acceso a la sierra.
Poco a poco el sendero va ganando altura, el camino acaricia dulcemente el barranco, en cuyo fondo vemos las conocidas como bañeras de Arritzaga, una serie de preciosas pozas naturales. Aún hoy, se puede ver el cable que se utilizaba para descender el mineral de las minas mediante vagonetas colgadas sobre el barranco, algunas de ellas aún permanecen colgadas sobre nuestras cabezas. El sendero busca sabiamente la mejor forma de ascender, lo seguimos con precaución por ser un tramo de piedras, hasta llegar al complejo minero de Buruntzunzin. En este paraje, encajonado entre las hermosas montañas, podemos ver las poleas, materiales, herramientas, y demás utensilios ligados a este duro oficio. El lugar es profundamente embaucador, rodeados de montañas, guardando viejas historias y vieja historia, sentimos la energía de esta sierra magnética como pocas, da pena abandonar el lugar, pero debemos continuar con nuestra ruta.
Seguimos ascendiendo pausadamente, hasta alcanzar las bordas de Arritzaga, que nos susurran calladamente desde su misterio de siglos, la vida de aquellos pastores que, desde el neolítico, poblaron estos parajes, pastores que han transmitido su oficio siglo tras siglo, hasta nuestros días. El sendero continúa ganado altura tercamente, y llegamos a la fuente de Pardeluts, agazapada bajo la mágica montaña de Ganbo, que nos vigila desde su trono en lo alto. Continuamos sin perdida, por el senderillo, hasta que de repente, en una zona plagada de piedras, vemos, imponente, monolito de Ama Birgiñ Arria.
Una pequeña hornacina en la parte superior izquierda de la misma, guarda la imagen chiquitita de la Virgen María, junto a la que se ven flores y algunas monedas depositadas en una concha a los pies de la figura. Una antigua leyenda nos cuenta los misterios de esta piedra, cuyo origen, si bien cristianizado, se remonta a lo más profundo de nuestras tradiciones y creencias. Dicen los viejos cuentos que la Virgen María se apareció a un pastor de la localidad de Amezketa, este corrió a su pueblo a contar lo sucedido, pero no le creyeron, entonces la Virgen María se marchó hasta el barranco de Arantzazu, en plena sierra de Aitzkorri. Pero antes de partir y como demostración de su paso por este rincón de Aralar, la Virgen dejó la huella de uno de sus pies en la roca sobre la que se había posado al descender de los cielos, esta roca es la Ama Birgiñ Arria, y todavía permanece allí dicha huella, siglo tras siglo. Aún hoy tenemos la oportunidad de conectar con lo más profundo de nuestra ancestral cultura, de vivir en primera persona nuestras más arcaicas creencias, allí en lo más profundo de nuestra montaña. Como manda la tradición, muchos caminantes dejan en Ama Birgiñ Arria unas monedas para que algún peregrino o montañero que se dirija hasta el Santuario de San Miguel de Aralar, las recoja y las deje allí en el mítico templo, ofrendando velas que arderán ante la imagen del santo
No hace mucho, caminé por este mágico rincón de nuestra montaña, donde aún hoy encontré unas monedas que algún caminante había dejado allí con la esperanza de que alguien las llevara al Santuario de Aralar. Es hermoso ver como en estos tiempos súper tecnológicos, se mantienen todavía las antiguas tradiciones que nuestros antepasados nos han ido trasmitiendo con la sabiduría de los tiempos, y que nos enlazan directamente con un pasado lejano, muy lejano, pero que podemos tocar con la punta de los dedos en lugares como Ama Birgiñ Arria.
Embaucados por el susurro arcaico de la piedra, continuamos con nuestro caminar, para llegar hasta la zona de Igaratza, un bello paraje, grabado con fuerza en el corazón de muchos de nosotros, para ello continuamos por el caminito, hasta el paso de Igaratzako Arratea, que parece custodiar la piedra de Ama Birgiñ Arria y su leyenda, como queriendo protegerla, es un paso que nos abre las puertas de las amplias praderas verdes de Aralar, donde pastan las potttokas, dejando atrás el barranco de Arritzaga. Es esta una ancestral ruta de trasnshumancia, y peregrinaje hasta el Santuario de San Miguel de Aralar, ante la que no podemos evitar sentir un enorme asombro lleno de admiración pensando como aquellas gentes subían sus rebaños por estos intrincados caminos a los altos pastos de la sierra.
Cerca de este paso, se localiza el paraje de Perileku, donde como su propio nombre indica (Perikelu-sitio de feria), antaño, en verano, se celebraba una feria ganadera muy conocida, a donde acudían los pastores de todos los pueblos de alrededor. Hoy ya no se celebran ferias en este paraje perdido en el corazón de Aralar, donde un poste indicativo de las cumbres circundantes, nos sale al encuentro, es un lugar curioso, apartado, pero a la vez cruce de caminos, antaño transitados, hoy es un lugar idóneo para respirar la soledad de la montaña, sentarse en medio de los rasos infinitos de Aralar y oír sólo los pensamientos que surgen de nuestra mente. Y todo ello rodeado de unas montañas espectaculares, atractivas, magnéticas, conocidas, como la Malloa de Aralar. Superando los 1.000 metros de altura, presentan en esta vertiente su lado más amable, sin embargo, hacia el lado opuesto grandes barrancos se precipitan sobre el valle de Araitz, y las localidades de Betelu, Errazkin y Albiasu.
Igaratza queda a un paso, siempre merece la pena visitar este rinconcito de la sierra, con la ermita y los refugios que allí se ubican.
Para el regreso, utilizaremos el mismo sendero de subida, para volver a sentir bajo nuestras viejas botas la magia y la fuerza de este paraje sin igual de este camino mágico y misterioso.