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Dolmen de la Lastra. Donde Sugaar fue vencido

Campos y campos inmensos de cereal acarician mis ojos, bellos tonos de ocres, marrones o verdes pintan un lienzo natural profundamente embaucador. El río Ebro es la espina dorsal de toda esta zona, de alguna manera su esencia se respira en cada recoveco de estas tierras rudas y hermosas. En la lejanía, la sierra de Cantabria y los montes Obarenes, susurran dulcemente el comienzo de las grandes llanuras peninsulares. Hacía el norte, la sierra de Turisio, que acaricia el valle salado de Añana, me habla del paso hacia tierras verdes y abruptas buscando la caricia del mágico Océano. En las lomas, cerrados encinares, me susurran los viejos cultos a este árbol sagrado que profesaban los antiguos pueblos celtas. También, por estas tierras dejaron su poso estos pueblos, donde se establecieron Caristios, Autrigones o Berones.

Y es precisamente hasta la antigua tierra de los Autrigones hasta donde hoy me han traído mis pasos errantes, a la búsqueda del dolmen de La Lastra, morada del genio Sugaar, dejándome seducir por ese susurro magnético del viejo Ebro, y la esencia arcaica de los antiguos habitantes de estas tierras.
Para visitar el dolmen, llego hasta la localidad alavesa de Salcedo, muy cerquita de la localidad burgalesa de Miranda de Ebro, que guarda celosamente, en el misterio de los tiempos, la ubicación de su origen, la antigua ciudad autrigona de Deobriga, que aún hoy en día, los especialistas no consiguen ponerse de acuerdo en su ubicación exacta.

La ruta que nos llevará hasta el dolmen, es un sencillísimo paseo, que podemos alargar, ascendiendo a la cima del monte Revilla, que nos regalará unas bellas panorámicas de la zona, así como nos dejaremos embaucar por la magia telúrica de los encinares.
Busquemos pues la magia de nuestros viejos cuentos, busquemos el dolmen de Sugaar. Para ello, podemos aparcar junto a la fuente de Salcedo, y tomamos el camino marcado con marcas rojas y blancas, como sendero de gran recorrido GR-1, en dirección E. Enseguida abandonamos el camino balizado, para dirigirnos a nuestra izquierda por una senda que gana fácilmente la cota de Revilla, de 606 metros de altura agazapada entre los hermosos encinares, que no restan un ápice de belleza al paisaje. Bajamos de nuevo a la senda y seguimos rodeando la montaña hacia el norte de la misma, disfrutando del susurro mágico del bosque, de su juego telúrico con las piedras que juntos forman esculturas de todo tipo, caminamos despacio saboreando cada paso por estos polvorientos y magnéticos senderos. Rodeamos el pico hasta salir a la carretera que une la localidad de Salcedo con la de Turiso, momento en el que giramos a nuestra izquierda en dirección a la primera localidad, siguiendo brevemente la calzada. Pronto vemos el desvío hacia la ermita de San Pedro a nuestra derecha y continuamos por la pista, hasta alcanzar el templo localizado en un altozano y con unas hermosas vistas del pico que acabamos de visitar.

Desde la ermita tomamos un sendero que en dirección noroeste, desciende paralelo a la pista de tierra con la que se une en un cruce de caminos. Es el momento de tomar esta pista y girar a la izquierda, caminando entre terrenos de labranza hasta el siguiente cruce en que giramos a la derecha para encontrar los carteles indicadores del dolmen. Sin pérdida, los seguimos hasta localizar el monumento megalítico que se encuentra en mitad de un campo de cereal. El dolmen, de losas de arenisca, está bastante maltratado, y apenas se observa su túmulo, sin embargo guarda celosamente el arcaicismo de la leyenda de Sugaar.
Nos acercamos a él saboreando el misterio que destila, incluso un cierto temor arcaico nos invade por estar frente a la morada de unos de los genios más terribles de la vieja mitología de los vascos, Sugaar.

Este numen, está profundamente vinculado a la diosa Mari, de hecho, se le considera como su marido, ambos se juntan los viernes, momento en que se desencadenan grandes tormentas. Es tenido como una serpiente macho, o dragón, y tiene otros nombres como Sugoi, Suarra, y en determinadas zonas, se le ha visto atravesar el cielo en forma de hoz o media luna de fuego. Tiene la facultad de transformarse en hombre, y alguna leyenda le considera el progenitor del mítico Jaun Zuria, fruto de su unión con una princesa escocesa, constructora de la aldea de Mundaka, en el mágico Urdaibai. Muchos son los habitáculos donde mora el genio, como la cueva vizcaína de Baltzola, o el monte Balerdi en Aralar, además del dolmen que nos ocupa.
Los viejos cuentos de la mitología, nos cuentan como un pastor, tenía amaestrado a Sugaar, un día quiso enseñar su logro a su prometida, pero la culebra le atacó, sin embargo el joven venció al animal aplastándole la cabeza con la puerta de la ermita. Vemos aquí una clara referencia a la victoria del cristianismo sobre las creencias paganas.

Despacio vamos retornando a nuestro punto de partida, sabedores de haber visitado uno de los grandes sitios de nuestra mitología, dejamos el dolmen de La Lastra agazapado entre sus inmensos campos, al abrigo de encinares sagrados, acariciado por la magia brumosa del Ebro. Volvemos a la pista y en lugar de volver hacia la ermita, seguimos de frente hasta otro cruce que tomamos a nuestra izquierda y que nos llevará dulcemente a nuestro punto de partida.

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