Agazapado en un rinconcito del siempre mágico y embaucador Pirineo se esconde un valle de colinas verdes y bosques misteriosos como los viejos cuentos que guardan en sus profundidades, feudo del Basajaun. Un valle acurrucado al abrigo de montañas bellas y dulces, magnéticas e inalcanzables, un valle bañado por el gran río de los vascos, en cuyo remanso se ocultan las embaucadoras lamias, que peinan sus largos cabellos con un peine de oro. Un valle, en el que en invierno, la nieve invita a deshojar las viejas leyendas al calor de un buen fuego de haya, y en verano a sumergirse en las aguas heladas del nacimiento de su río mágico. Cuando el otoño tiñe de mil tonos de ocre los bosques, es el momento de acariciar con nuestras botas la hojarasca, y en la primavera, sentir el resurgir de la vida bajo el verde transparente de las hojas recientes. Un valle que siempre invita a caminar, a dejar que los viejos senderos de la montaña nos susurren su razón de ser, que invita a dejarse seducir por su magia telúrica, por su ser único y profundo.
Bueno, creo que ya saben de lo que hablo, … lo han adivinado, se trata del valle del Baztan.
Y es que este bello rincón de la montaña de la Navarra húmeda se deja acariciar pausadamente, por el río Bidasoa, autentica espina dorsal del valle. El río nace en las estribaciones del monte Auza, y comienza su andadura bajo el nombre de río Baztán, para posteriormente tomar el nombre de Bidasoa, hasta que tributa sus aguas al Cantábrico en la bahía de Txingudi. Esto es el río Bidasoa en las definiciones oficiales, pero busquemos su alma su esencia telúrica, porque este río es mucho más, frontera nunca respetada, punto de encuentro, refugio de contrabandistas, cobijo de escritores y pintores, y eje de la vida del valle durante décadas, y también guardián celoso de las viejas leyendas de nuestra mitología.
Hoy nos lanzaremos a sentir esa esencia mitológica, siguiendo el rastro de las hadas de nuestros cuentos, las lamias. Con la excusa de perseguir este viejo mito de las lamias, quizás una especie de sirenas, nos acercaremos a conocer el Señorío de Bertiz, una joya natural de la vieja tierra de los vascos.
Para descubrir el misterio de estas hadas, caminaremos sin prisa por un bosque mágico de robles, hayas y alisos, para llegar al conocido como barranco del suspiro, un evocador nombre que acaricia nuestros oídos, mientras nuestras viejas botas acarician la hojarasca que pueblan sus bosques ancestrales.
Para descubrir este entorno sin igual, dejaremos nuestro coche en la localidad de Oieregi, y caminaremos un breve tramo por carretera hasta la entrada, que salvando el Bidasoa por un puente, llega al palacio y jardín botánico de Bertiz. Dejando este a la derecha y caminando junto a su valla, entramos al parque natural junto a una caseta de información. Aquí, tenemos múltiples opciones, en forma de caminos de diferentes longitudes que nos llevaran a conocer el bosque mágico de Bertiz, los caminos están intercomunicados, y perfectamente señalizados, por lo que cada uno puede de alguna forma, trazar su ruta, nosotros optamos por el conocido como sendero Iturburua. Desde la caseta de información, caminamos por la pista durante un rato hasta dar con la replica de una carbonera y un horno de cal. En este punto, la senda señalizada, se interna en una zona de plantanos y de robles, que poco a poco va ganando altura, hasta sumergirnos de lleno en un magnifico hayedo, esta ruta es aconsejable realizarla en otoño o en primavera, cuando el bosque de hayas despliega ante nuestras asombradas miradas todos sus encantos. En primavera, sobre todo al comienzo de la misma, es el momento en que las primeras hojas de hayas y robles nos sumergen en una cúpula vegetal de verdes fosforescentes, casi trasparentes, que nos hablan de viejas historias de duendes y hadas, de revivir de la naturaleza. En otoño la paleta de tonos ocres, amarillos o marrones, crean un escenario profundamente plástico, que junto con el sonido de la hojarasca bajo nuestros pasos, nos hablaran de las viejas leyendas del señor del bosque, del Basajaun.
Sumergidos en la magia de la selva, pasamos junto a una ericera, un cerramiento de piedra utilizada para guardar las castañas, en tiempos ya lejanos. Alcanzamos pausadamente un pequeño salto de agua en mitad del bosque conocido como cascada del suspiro, un sitio idóneo para que las lamias se ocultaran de miradas indiscretas. La vegetación va variando conforme acariciamos el arroyo, las hayas o robles van dando paso a otras especies que buscan la caricia del río, alisos y sobre todo una de las plantas más representativas del Señorío, los helechos, algunos de sorprendente tamaño. Durante todo el camino, varios paneles explicativos nos cuentan la forma de vivir y de aprovechar lo que el bosque les ofrecía, de las gentes baztanesas.
Caminamos con calma por este bosque embaucador y bello, meciéndonos en el susurro de los árboles, que de alguna forma nos conecta un poco más con nosotros mismos. Así, absortos en la belleza que nos rodea, cruzamos el arroyo y conectamos con una pista que nos devolverá hasta Bertiz suavemente. Justo al llegar a la valla de delimitación del parque, y la caseta de información, y sin traspasar la puerta, vemos un camino que pegado al muro sale a nuestra derecha. Continuamos por el y tras pasar unas casas, el sendero se deja besar por el río Bidasoa, y así ensimismados por la magia del arroyo, llegamos al puente de Erreparatzea, situado junto al palacio homónimo. El lugar es de una belleza increíble, bajo el puente, el Bidasoa forma una poza, en la que probablemente, las lamias peinarían sus cabellos. El palacio es de origen medieval, si bien se reconstruyó en el siglo XVIII, consta de tres cuerpos el de en medio más bajo, presentando en las esquinas dos torres, la fachada enlucida de blanco y rematada al iual que las ventanas con piedra.
Llegados a Oieregi, y antes de retornar al coche, descubrimos uno de esos misterios de nuestra vieja cultura, uno de esos regalos que nuestra mitología nos tiene reservados, estamos ante una de las escasas representaciones que tenemos de la imagen de una lamia. Porque en las casonas del pueblo, encontramos escudos en sus fachadas con la imagen de una mujer con cola de pez y largos cabellos, surgiendo del agua, no es el único lugar donde aparecen blasones de sirenas, sin embargo hay algo que las diferencia de otras imágenes. En sus manos vemos que la lamia porta un espejo en una de ellas y un peine en la otra, ambos objetos son símbolos de estos numenes acuáticos. Quien sabe, pero dejemos volar nuestra imaginación y pensar que es un pequeño guiño que nos hace nuestra vieja mitología desde lo más profundo de los tiempos, pensemos que se trata de la representación de las lamias que vivían, o quizás aun vivan, en el río mágico que acaricia el entorno.
Yo seguiré caminando por estos parajes buscando el susurro de las lamias, mojando mis pies descalzos en el río mágico, dejándome seducir por el susurro telúrico del bosque, con el permiso de Basajaun, abrazando sus viejos árboles, convirtiéndome por un momento en un niño que se deja llevar por la fantasía para sentir la magia profunda de los viejos mitos.