‘A las afueras de la cruz. Las sectas de origen cristiano en España’ es el último libro del teólogo Luis Santamaría del Río, que lleva 25 años trabajando en esta materia. DonostiTik habla con Santamaría sobre este fenómeno y su presencia en el Territorio. También sobre casos icónicos como el de Las Doce Tribus en Ulia. Y sobre encuentros como el Salón del Esoterismo.
¿Nos cuenta cómo es la situación de las sectas en Donostia y en Gipuzkoa?
En este libro he analizado solamente las sectas presentes en España que tienen un origen cristiano. Y de las 99 que he podido documentar, 10 están en la provincia de Gipuzkoa, la mayor parte de ellas en San Sebastián. Vistas estas cifras, puede dar la impresión de que el fenómeno sectario es residual en la provincia… pero no es así. Porque en estos momentos las sectas que podríamos llamar “clásicas”, las que tienen un carácter más religioso, también sufren los efectos de la secularización de la sociedad, de ese progresivo distanciamiento de la religión. Pero el fenómeno sectario sigue presente… y en crecimiento, aprovechándose de las importantes crisis sociales que estamos viviendo.
Los grupos que más atraen hoy en día son los que proponen una espiritualidad difusa (en clave New Age), un conocimiento esotérico exclusivo, técnicas de meditación y crecimiento personal, búsqueda de la armonía, terapias de sanación, conexión con la naturaleza y con uno mismo, etc. Todo esto atrae mucho y son las formas que ahora adquiere el sectarismo para captar. Sin estar sobre el terreno, me atrevo a decir que podríamos hablar de decenas de sectas en Donostia y Gipuzkoa, si tenemos en cuenta que las de origen cristiano no llegarían a ser ni la cuarta parte del total.
Aquí es muy conocida ‘Las doce tribus’, que está radicada en el monte Ulia. Pero poco se sabe más allá de que vende productos naturales. ¿Cuál es su opinión?
Las Doce Tribus es una secta completamente identificada en la zona, con una presencia y actividad que está a punto de cumplir 30 años. Tal como explico en mi libro, fue fundada en los años 70 en EE.UU. por un hombre que afirmaba querer restaurar el estilo de vida de los primeros cristianos, y que destaca por dos cosas fundamentales: en primer lugar, su insistencia en aspectos judíos en la identidad personal (sus adeptos se cambian el nombre por uno hebreo). Y en segundo lugar por su vida comunitaria (algo cada vez menos frecuente en las sectas actuales. Su estilo de vida es rigorista, lo que afecta especialmente a los menores de edad que viven en sus comunidades, y parecen claras sus técnicas de abuso psicológico.
En el contexto de una gira por Europa realizada en los años 80 por su líder y algunos colaboradores, el grupo se estableció al sur de Francia, en Sus, cerca de la frontera, y ya en 1994 algunas familias de la secta se asentaron en la casa del monte Ulia, y en 1999 abrieron una segunda sede en Irun.
Los excedentes de la producción agropecuaria de este caserío hicieron que en 2002 abrieran en la capital su tienda “Sentido Común”, dedicada a la alimentación ecológica y otros productos naturales. Los pasos posteriores han sido la creación de una empresa distribuidora (Tribal Trading) y la apertura de un restaurante (Yellow Deli). También cabe destacar que, como su casa principal se encuentra en el Camino de Santiago, aprovechan la ocasión para hacer proselitismo con los peregrinos.
¿Somos especialmente permisivos en España con este asunto?
En un sistema democrático como el nuestro, la legislación es (y tiene que ser) garantista con respecto a las libertades de religión y de conciencia. Se trata de un derecho que debe ser preservado como algo fundamental. Por eso no existe el concepto “secta” en el ámbito jurídico. Entonces, lo que puede (y debe) perseguirse y sancionarse es la comisión de delitos, también cuando se cometen bajo esa capa de lo religioso o lo espiritual. ¿Cuál es el problema principal? Yo diría que dos: el primero, que los delitos que se producen en algunas sectas se dan en un ámbito privado, y es muy difícil recabar pruebas para denunciar. El segundo, que la Justicia normalmente no entiende bien este fenómeno, y no es capaz de percibir que, aunque las víctimas sean mayores de edad y aparentemente libres, están fuertemente condicionadas por las estrategias de manipulación que están sufriendo. Sin comprender esto es imposible reaccionar.
Si pasamos a la sociedad en su conjunto, yo creo que sí, que hay un alto nivel de tolerancia hacia las sectas, en aras de un falso concepto de libertad y de respeto a cualquier creencia. Yo siempre repito que las personas son respetables, pero las ideas son criticables.
Urge que las administraciones públicas ofrezcan ayuda a las víctimas de las sectas y a las familias que sufren este problema. Afrontar este tema legalmente es difícil y requiere tiempo; lo entiendo. Pero para ayudar a las víctimas, que es algo ineludible, sólo hacen falta voluntad de los organismos públicos y recursos concretos para ello.
Es usted muy crítico con el mundo del esoterismo. Incluso se ha dirigido al alcalde de San Sebastián Eneko Goia para advertir contra el encuentro anual que se celebra en el Palacio Miramar. ¿Me puede desarrollar este tema?
Efectivamente: hace unos días alerté a través de Twitter (como hago habitualmente para ayudar a abrir los ojos a la gente y a ver más allá de los escaparates atractivos del fenómeno sectario) sobre la celebración del Salón del Esoterismo y las Terapias Naturales. Como un usuario de Twitter me indicó que es un lugar de titularidad municipal, me dirigí al alcalde y al Ayuntamiento a través de la misma red social (sin respuesta alguna, que es lo acostumbrado en estos casos).
Llevo mucho tiempo insistiendo en que el esoterismo no es inocuo. Acabo de cumplir 25 años investigando el fenómeno sectario y la experiencia de muchas víctimas me confirma el daño a muchos niveles que hace el pensamiento esotérico. Y una buena muestra es que, como expliqué en marzo en un congreso que se celebró en Marsella, ante asociaciones de toda Europa, las pseudoterapias tienen una innegable raíz esotérica. El convencimiento de tener una sabiduría especial, reservada sólo a unos iniciados, degenera normalmente en sectarismo y manipulación. Ferias como la que se ha celebrado en Miramar atraen a curiosos y, sobre todo, a personas vulnerables, gente con problemas que buscan una solución. Y ahí están los gurús, sanadores y chamanes para aprovecharse de esas esperanzas y necesidades.
Estamos en agosto de 2023. Socialmente, ¿cómo es este momento respecto a las sectas, Luis?, ¿hay más?, ¿hay menos?, ¿las crisis económicas nos empujan en esta dirección o en absoluto?, ¿es algo estable en la historia de la humanidad?
En mi trayectoria de estudio de este fenómeno percibo claramente que hay un crecimiento de las sectas. Aunque nos parezca mentira, cuanta más información está a nuestro alcance, menos capacidad de discernimiento tenemos, y es más fácil que nos engañen. Además no olvidemos que en este ámbito no pesa tanto lo racional, sino lo emocional y lo espiritual, y ahí tenemos grandes carencias que las sectas aprovechan.
Ni el dinero ni el puesto social ni el conocimiento lo son todo en la vida. Y encima, si a esa crisis antropológica profunda (de sentido, de valores y de relaciones) le sumas las diversas crisis a gran escala que vivimos (lo económico, la pandemia…), se crea el caldo de cultivo ideal para que las sectas puedan encontrar personas a las que ofrecerse como una tabla de salvación. Iba a decirte que ahora les es más fácil echar la caña para pescar… pero lo cierto es que ahora mismo las sectas pescan con redes de arrastre y son capaces que captar a muchas personas.
Según su libro el 1% de las personas que viven en España forma parte de una secta. ¿Cómo es esa cifra respecto a otros países y cuáles son las sectas más presentes?
Cuando decimos que cerca del 1 % de la población española está en sectas, es un cálculo aproximado difícil de demostrar, pero al que llegamos con los conocimientos de los que disponemos. Hemos de tener en cuenta que muchas sectas son difíciles de observar y cuantificar. Por ejemplo, de los 99 grupos que analizo en mi último libro, sólo 3 de ellos suman de forma conjunta algo más de 200.000 adeptos. ¡Ya son la mitad de la cifra que calculamos del total de las sectas! Del resto es muy difícil conocer los números. Y no digamos de la pléyade de movimientos de la Nueva Era, y de tantos grupos pequeños que desconocemos hasta que los desenmascaran las familias afectadas, los exadeptos o las operaciones policiales…
¿Cuáles son los denominadores comunes de estos colectivos?
Vicente Jara define las sectas de una forma muy gráfica: “grupos sociales depredadores que practican el mimetismo y el señuelo”. Ahí se destacan tres características de las sectas. En primer lugar, la captación de personas, entendida como una estrategia depredadora. ¿Por qué podemos decir esto? Por la segunda característica: el mimetismo. Las sectas se presentan con diversas caras, aparentando ser un grupo religioso (incluso una iglesia cristiana), una asociación cultural, una academia de estudios, un grupo de terapia, una técnica de meditación, un grupo de teatro, etc. Así que hay un engaño, porque no se presenta la verdadera realidad de la secta, ésa a la que llega el adepto cuando ha sido convenientemente manipulado y ya está tan “enganchado” que no se plantea racionalmente lo que ha pasado: entró por una cosa y ahora vive otra muy distinta. Porque –y esa es la tercera característica– las sectas ofrecen señuelos, promesas atractivas, cosas que le pueden gustar a la persona,o que puede necesitar. Un denominador común a todo esto es, ciertamente, la falta de libertad: cuando uno acaba siendo adepto de la secta, no ha sido protagonista de su proceso de entrada, sino víctima de un proceso de abuso psicológico y espiritual.
¿Hay algún organismo al que acudir si uno ve que un familiar o un amigo empieza a ‘despojarse’ de su pasado?, ¿y de sus bienes?, ¿cómo se puede actuar?
Lo primero que hay que hacer es extremar el contacto y la comunicación con ese ser querido. Nada de confrontación: pensemos que la secta está empeñándose en aislar al neófito para “quedárselo”, distanciándolo de sus referencias anteriores (sobre todo familia y amigos) y lo está haciendo con estrategias en las que prima lo emocional. La familia y los amigos deben mostrar en todo momento su cercanía y su cariño, sin intentar una lucha con argumentos, porque la batalla no se juega en el campo racional. La clave consiste en ayudar a la persona a que ella misma se dé cuenta de lo que le está pasando, de lo que están haciendo con ella por parte del grupo. Es difícil, y requiere mucho tiempo y paciencia. Habrá que sembrar las semillas del cuestionamiento, de la crítica, de la duda… Y mostrarle, a la vez, un amor incondicional.
No hay organismos públicos a los que acudir. Si una familia acude a la policía, al juez, a los servicios sociales… sale igual que entró, pero con menos ánimos y esperanzas. Ésta es la realidad. Bueno, sí hay un servicio público que ayuda a las familias y personas afectadas por el fenómeno sectario, pero es un departamento dedicado a las adicciones en el ayuntamiento de Marbella. ¡Para todo el Estado! Por eso, insisto, urge que las administraciones públicas se tomen en serio esto. Mientras tanto, a las víctimas les queda acudir a las asociaciones que nos dedicamos a estos temas –como RIES y RedUNE, que funcionamos de forma desinteresada.
¿Se sale de las sectas?, ¿qué porcentaje de personas captadas lo logra?
Sí: se sale de las sectas. Se puede salir y, de hecho, se sale. Es difícil, muy difícil, porque las estrategias de persuasión coercitiva tienen un impacto muy fuerte en los adeptos, e incluyen técnicas sofisticadas de retención (de tipo emocional, espiritual…). Pero no es imposible.
El libro ‘A las afueras de la cruz. Las sectas de origen cristiano en España’ se puede adquirir en todas las librerías religiosas y se puede pedir en cualquier otra librería. Quien no pueda adquirirlo en una librería, lo puede comprar directamente en la web de la editorial: www.bac-editorial.es.
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