(EFE). Eduardo Chillida y Cristóbal Balenciaga compartieron una aproximación filosófica al arte que se evidenció en el respeto al material o la eliminación de lo superfluo para llegar a la esencia, unos nexos sobre los gira la exposición «Chillida/Balenciaga. Plegar la forma».
El Museo Balenciaga de Getaria (Gipuzkoa) acoge hasta el próximo mes de enero la muestra, organizada en colaboración con la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, Chillida Leku y la Sucesión Eduardo Chillida, que se enmarca en el centenario del nacimiento del escultor guipuzcoano.
La exposición ha sido presentada este miércoles por el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, la directora del Museo Balenciaga, Miren Vives, la directora de Chillida Leku, Mireia Massagué, y el director de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, Mikel Chillida.
Confluencias artísticas
Además de sus orígenes guipuzcoanos y lazos de amistad, ambos mantuvieron a lo largo de sus carreras diversas «confluencias» a la hora de abordar sus respectivas disciplinas y un respeto y admiración mutua.
Muestra de ello es la obra «Homenaje a Balenciaga» que Chillida esculpió en 1990 dentro de una serie dedicada a artistas y pensadores que le inspiraban y que sirve de punto de partida para la exposición.
La pieza, de dos metros y medio y cuatro toneladas de peso, ha sido trasladada desde su ubicación habitual en Chillida Leku para presidir el hall de entrada del museo.
«Plegar la forma» inaugura una nueva sala del museo, denominada «Encuentros», destinada a la obra de otros creadores y disciplinas, que acoge en esta ocasión 27 obras de Chillida y 15 piezas de Balenciaga.
Comisariada por Igor Uria, la exposición parte de una idea inicial de Fernando Bernués, sobre la que ha trabajado la museógrafa Anna Alcubierre, que ha montado las piezas en una sala oscura que emula la «luz oscura del Atlántico» que resalta el blanco y negro casi omnipresente de las obras.
La exposición «es una invitación a percibir la obra de Chillida y Balenciaga de una forma diferente, con luz oscura y acompañada de movimientos giratorios», como eran los vestidos «envolventes» del modisto y como le gustaba al escultor que se apreciara sus obras, ha señalado Uria.
A la hora de plantear la muestra lo primero en lo que pensaron sus organizadores fueron las ‘Gravitaciones’, como nexo más claro, pero finalmente optaron por incluir otros materiales como el barro o el metal.
Así se suceden los diálogos entre una ‘Gravitación’ de 1991 y un mármol con incrustación de plomo de 1965 de Chillida con un tocado en seda y marfil con cintas de organza negra de Balenciaga, un conjunto en el que, además de la convergencia conceptual, se aprecian las coincidencias formales entre las obras.
Esta es una constante en otros «emparejamientos» reconocibles como el sobrero pillbox en crin negra cubierto con lazadas de cinta de nylon y un estudio para el Peine del Viento en plata y acero.
La conexión personal entre Chillida y Balenciaga se inició con la abuela materna del escultor, Juana Eguren, a la que el modisto obsequiaba regalos traídos de París. Esta mujer, que fue una figura de referencia en los primeros años de la vida del artista, pasó el testigo a Pilar Belzunce, que presenta el vestido de cóctel con el que se fotografió junto a la escultura ‘Homenaje a Balenciaga’.
Valores comunes
La exposición plasma valores que compartieron ambos artistas como la materialización de sus orígenes en sus obras, la necesidad de cuestionar y experimentar («Hay que buscar caminos que no hayan sido transitados antes», en palabras de Chillida) y la búsqueda de llegar al límite en la innovación.
Entre las máximas de ambos artistas figuraba la «eliminación» para alcanzar la perfección en el resultado y el concepto del vacío (‘Lo profundo es el aire’, es el nombre de varias obras de Chillida, una de ellas en diálogo con una túnica de noche en crepe negro de 1976).
«‘Plegar la forma’ permite penetrar en el espacio interno de las creaciones de los dos artistas», ha concluido Uria.
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