El socorrido impuesto al turismo no es nuevo en Donostia. En diciembre de 2018, el entonces teniente de alcalde Ernesto Gasco (PSE) habló sobre la posibilidad de implantar una tasa turística por pernoctar en la ciudad y estimó que la medida podía generar “unos 3 o 4 millones de euros” anuales. Casi cuatro años después, este asunto se ha vuelto a colar en la agenda veraniega donostiarra y cada grupo en el ayuntamiento ha ido fijando sus posiciones.
Fuera del ámbito político, no obstante, poco o nada se sabe sobre la postura de vecinos y ciudadanos afectados por el auge del turismo de los últimos años. DONOSTITIK se ha puesto en contacto con dos de los colectivos que se han posicionado más claramente en contra del modelo turístico actual, la asociación de vecinos Parte Zaharrean Bizi y la plataforma por el decrecimiento turístico Bizilagunekin.
Ambos estuvieron presentes en la manifestación que el pasado 18 de junio aglutinó a cerca de medio centenar de asociaciones, entidades y plataformas vecinales bajo el lema “Por un cambio de modelo, recuperemos la ciudad”. Durante la nutrida marcha, las alusiones al turismo fueron constantes y los manifestantes portaron carteles como “Donostia no está en venta” o “Más cines, menos hoteles”.
En este contexto de “sobreexplotación” turística, ¿un impuesto de este tipo puede aliviar parte de los inconvenientes y excesos derivados del turismo? ¿Consideran estas dos entidades que el canon extra es un primer paso para avanzar hacia un escenario más sostenible? En resumen, ¿lo ven bien?, ¿mal?,¿regular? Desde Parte Zaharrean Bizi responden sin paños calientes. Y lanzan varias preguntas retóricas: “¿La tasa turística puede solucionar las necesidades estructurales de la Parte Vieja? No. Entonces, ¿para qué puede servir la tasa turística? Estamos convencidos de que no alcanza ni para paliativos. Primero hay que resolver las viejas y estructurales necesidades del barrio para sus residentes”, aseguran.
Según su diagnóstico, el barrio más antiguo de la ciudad parte de una «ausencia absoluta» en materia de «equipamientos y salud medioambiental». Asimismo, alertan sobre «la privatización del espacio público» ejemplificado en la prohibición del uso de la rampa del muelle, junto a un cóctel compuesto por «la sobreexplotación económica hostelera y turística, la masificación, el consumo en la calle y la desaparición del comercio de proximidad».
Achacan la situación a «una falta de control e inspección del Ayuntamiento, que lanza el mensaje de que se puede hacer de todo en la Parte Vieja, porque no pasa absolutamente nada». La zona, punto neurálgico de los visitantes y donde viven cerca de 6.000 habitantes, «se está convirtiendo en un lugar de exclusión, degradación ambiental y esterilidad económica».
Parte Zaharrean Bizi teme que la ola turística terminé por «expulsar» definitivamente a los habitantes del barrio. Abogan por ir a la raíz con este tema y no quedarse en la superficie con cuestiones como la de gravar o no la noche de hotel. «El debate actual entre el PNV y el PSE es una cortina de humo, pues, en el fondo, ambas formaciones políticas promueven el mismo modelo turístico», zanjan.
La plataforma ciudadana Bizilagunekin no esconde sus preferencias. Entre sus objetivos consta un debate «sincero, transparente y abierto» sobre el modelo actual y al que denominan «monocultivo turístico». «Las únicas propuestas sensatas en Donostia, a día de hoy, son las que conducen al decrecimiento turístico; es una dirección que deberíamos tomar cuanto antes para evitar males mayores», aseguran.
En muchos aspectos su discurso es coincidente con el de los portavoces vecinales de la Parte Vieja. La tasa turística sería, en ambos casos, poco más que una medida cosmética de escaso recorrido. «Responde a un mero cálculo político en la antesala de un nuevo proceso electoral, en el que los socios de gobierno muestran matices insignificantes mientras no se cuestiona la apuesta fundamental por el crecimiento turístico».
Para Bizilagunekin, PNV y PSE habrían pisado el acelerador de la turistificación «a tope» durante las últimas dos legislaturas. Ahora, con la mirada puesta en las elecciones municipales y forales de 2023, «quieren simular mesura». ¿Es posible un cambio de timón con un canón extra de uno o dos euros por noche? La respuesta vuelve a ser negativa. «No se puede equilibrar una balanza en la que tienes 45 licencias de hoteles, la legalización de cientos de apartamentos turísticos o los récords del precio de la vivienda con una pequeña tasa de valor simbólico que no entrará en vigor a corto plazo. La apisonadora de la turistificación ha pasado impasible por encima de cualquier crítica ciudadana durante estos años».
Por mucho que las arcas municipales puedan recaudar varios millones de euros anuales con el impuesto, no se fían un pelo de su retorno económico. «No hay ninguna garantía de que lo recaudado a través de la tasa turística vaya a ser utilizado para paliar los daños económicos, sociales y ambientales creados por dichas actividades», afirman.
El concepto «sostenibilidad» parece clave en las soluciones que plantean tanto Parte Zaharrean Bizi como Bizilagunekin. «Hay que promover una ciudad orientada hacia las personas, que sea capaz de integrar lo concreto con otros aspectos más inmateriales de prosperidad y sostenibilidad», dicen los primeros. «Este tipo de ciudad permite obtener menores costos energéticos, produce una huella ecológica más pequeña, cuenta con una forma más compacta, tiene mayor heterogeneidad y funcionalidad y ofrece a sus habitantes protección contra nuevos riesgos».
«El modelo de turismo imperante a día de hoy en Donostia no es sostenible», apuntan en Bizilagunekin. «Cualquier camino que nos propongan por la vía de hacer crecer ese sector tampoco lo será. Al final, hacer decrecer el peso de la actividad turística en la ciudad es la manera de llegar a un escenario social económica y ambientalmente sostenible».
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