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Memoria

Placa en memoria del asesinado Santiago Oleaga

El director financiero de El Diario Vasco fue víctima de ETA hace 23 años y ha sido recordado hoy en la calle Iza de Donostia

Homenaje este mediodía a Santiago Oleaga. Foto: Ayto

El Ayuntamiento de Donostia ha colocado hoy, 23 de noviembre, una placa en memoria de Santiago Oleaga, víctima de ETA en 2001. Con este acto suman 31 las placas que el Consistorio ha colocado en la ciudad dentro de la iniciativa impulsada hace dos legislaturas para dar visibilidad en el espacio público a las víctimas del terrorismo y la violencia política.

El acto ha tenido lugar a las 12 horas, junto a las escaleras que unen la calle Iza con el paseo de los Pinos. Como en otras ocasiones ha consistido en un sencillo homenaje de reconocimiento en el que han participado el alcalde de Donostia, Eneko Goia, representantes de los grupos municipales del Ayuntamiento y familiares de las víctimas.

Santiago Oleaga Elejabarrieta, de 54 años y natural de Durango, era director financiero de El Diario Vasco, donde trabajaba desde 1979, y padre de dos hijos.

Poco después de las ocho y media de la mañana del 24 de mayo de 2001, Oleaga fue tiroteado por la espalda al salir de su coche en el aparcamiento del centro médico Matia. Posteriormente el coche que los miembros del comando utilizaron para asesinarlo fue aparcado en el barrio de Aiete cargado de explosivos, que estallaron a los pocos minutos de haberlo dejado.

Otras víctimas reconocidas

Hasta el momento se han colocado placas en los lugares en los que fueron asesinados Juan Maria Araluce, José María Elícegui Díez, Antonio Palomo Pérez, Luis Francisco Sánz Flores, Alfredo García González, Gregorio Ordóñez Fenollar, Francisco Martín González, Fernando Múgica Herzog, Rafael Garrido Gil, Daniela Velasco Domínguez de Vidaurreta, Daniel Garrido Velasco, Miguel Paredes y Elena Moreno, Eugenio Olaciregui Borda, Francisco Javier Gómez Elosegi, José Ángel Santos, Josu Leonet, Juan de Dios Doval Mateos, Miguel Ángel Iñigo Blanco, Juan Antonio Marcos González, Manuel Orcera de la Cruz, Antonio Pastor, Moisés Cordero, Lorenzo Motos Rodríguez – asesinados todos ellos por ETA -, Enrique Cuesta, Antonio Gómez y Juan Manuel García Cordero -asesinados por Comandos Autónomos Anticapitalistas-, Begoña Urroz Ibarrola – asesinada por el DRIL –, Mari Jose Bravo del Valle -asesinada por el Batallón Vasco Español- y Joseba Barandiaran Urkola – víctima por acción policial -.


Una respuesta a «Placa en memoria del asesinado Santiago Oleaga»

  1. fingido

    Hubo un tiempo en el País Vasco en el que decir la verdad era jugarse la vida. Los periodistas, esos que hoy parecen haberse olvidado de lo que significa su oficio, entonces eran héroes. Algunos caminaron escoltados cada día, sabiendo que podían ser el siguiente objetivo de una organización que disparaba a la nuca de los que no se callaban. Otros, sencillamente, no tuvieron la suerte de volver a casa.

    Pero, ¿qué queda de todo aquello? Hoy, cuando más necesitamos memoria, nos encontramos con medios de comunicación que parecen decididos a blanquear el pasado. Hablan de reconciliación como si esta fuese posible sin verdad, como si pasar página implicara necesariamente cerrar los ojos. Y lo más indignante es que ni siquiera se le cuenta a los jóvenes lo que realmente ocurrió. Se les priva de saber que aquí hubo personas asesinadas por defender la libertad, por ser fieles a sus principios, por no ceder ante el terror.

    ¿Qué mensaje estamos enviando cuando barremos todo debajo de la alfombra? ¿Que lo que pasó no importa? ¿Que las víctimas, los años de miedo y las vidas arrebatadas pueden quedar en un segundo plano para no incomodar a nadie? Lo siento, pero no puedo aceptar esa narrativa cómoda que pretende igualar a los verdugos con sus víctimas, que intenta diluir décadas de sufrimiento en un relato ambiguo y complaciente.

    Como alguien que vivió esos años, me hierve la sangre al ver cómo los medios han pasado de ser guardianes de la verdad a cómplices del olvido. No basta con informar: hay una responsabilidad moral con la historia, con los que lucharon y murieron para que hoy podamos hablar sin miedo. Y esa responsabilidad está siendo traicionada.

    No podemos permitir que el silencio gane la batalla que las balas no lograron ganar. No podemos dejar que las próximas generaciones crezcan ignorando lo que aquí ocurrió. Porque olvidar no es sanar, es permitir que el pasado se repita. Y yo, al menos, no pienso quedarme callado.

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