(EFE). La Fiscalía de Gipuzkoa y la acusación particular piden siete años de cárcel para un joven al que imputan haber abusado sexualmente de una amiga de la infancia en el domicilio de los padres del chico tras haber bebido y pasado la noche de fiesta en Zarautz. Por su parte la defensa reclama la libre absolución de su cliente, quien sostiene que las relaciones fueron consentidas y que cesó en ellas en el mismo momento en el que así se lo pidió la chica.
El acusado y la víctima, que tenían 20 años cuando sucedieron los hechos, han declarado este lunes en la primera sesión de la vista oral que se sigue en la Sección Tercera de la Audiencia de Gipuzkoa, donde está previsto que mañana el juicio quede visto para sentencia.
Según el escrito de acusación provisional de la Fiscalía, al que ha tenido acceso EFE, los hechos habrían ocurrido sobre las 5.30 horas en la cama del dormitorio del procesado, donde éste habría metido la mano bajo la ropa de la joven para introducirle un dedo en la vagina, ante lo que ésta le exigió que «parara».
Posteriormente, «haciendo caso omiso», el procesado supuestamente le bajó el pantalón del pijama, colocó a la víctima sobre él, le aparto la ropa interior y presuntamente «la penetró vaginalmente».
Durante su declaración la damnificada ha recordado que previamente aquella noche el inculpado le ofreció quedarse en casa de sus padres a dormir porque ella había bebido y no quería coger el coche para regresar a su domicilio en esas circunstancias, sin que en ningún momento quedara «sobreentendido» que iban a mantener relaciones sexuales.
Ha explicado que una vez en la que ambos estaban en la cama, el le tocó la vagina y le dijo: «¡qué haces, quita!, una situación ante la que no abandonó el domicilio porque estaba «a oscuras» y se encontraba «desubicada».
Ha explicado también que en ese contexto ella se «bloqueó», se «paralizó» por el «pánico» y se quedó «quieta», sin gritar ni marcharse y sin saber «como reaccionar» en ese instante, a pesar de que el chico no había empleado violencia en ningún momento, y no llegó a gritar aún sabiendo que los padres del encausado estaban en la vivienda.
La joven ha precisado que, en este contexto, el hombre la colocó encima de él, mientras ella seguía paralizada, y la penetró durante unos «segundos» aunque sin poder precisar cuántos, tras lo empezó a llorar y él le dijo: «tía no me jodas, no me llores» y encendió la luz, momento en el que consiguió «ubicarse y visualizar» sus cosas antes de abandonar el lugar.
«Yo no pienso que tuviera la mentalidad de abusar de mí o de violarme, simplemente tenía la mentalidad de aprovecharse, de que yo a lo mejor había bebido y ‘a ver si cuela: a ver si puede mantener relaciones sexuales conmigo'», ha señalado la chica, quien ha recalcado no obstante que «eso no significa» que ella «consintiese nada».
«Si tan mal me siento y salí de allí corriendo era porque sabía que algo andaba mal y sabía que yo eso no lo había consentido y no había dicho que sí», ha remarcado.
El acusado, por su parte, ha mantenido una versión diametralmente opuesta, en la que, como ha declarado, en el momento en el que él se tumbó en la cama ella ya le estaba «besando el cuello» y se puso «encima» de él en el contexto de una relación «mutua» en la que ella «se quita el pantalón» y le «mete mano» a él.
«Empezamos la relación sexual que dura como cinco o diez minutos y ella en el momento que dice que pare, que somos amigos, yo paro. Es que es muy fuerte lo que me está haciendo», ha dicho el inculpado, quien ha negado haberle introducido los dedos en la vagina.
«En ningún momento se resistió, cuando me dijo que éramos amigos y que era mejor dejarlo, paro«, ha reiterado este joven, quien ha explicado que ella no se lo dijo llorando «en ningún momento» y que seguidamente ella se vistió y se marchó.
«Es que cuando ella me dice que pare soy el primero que ya no puedo seguir, porque a mí me han dado unos valores en casa», ha proseguido el acusado, que ha explicado que unos minutos más tarde envió a la chica un mensaje en el que le preguntaba «cómo» le hacía «esto, porque se sintió «muy ridículo y muy avergonzado» porque «nunca» le había ocurrido algo así.
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