María Jesús de la Calle, más conocida como Tachús, encara sus últimos doce días detrás de la barra del Tánger de la calle Okendo de Donostia, bar del que se hizo cargo hace 30 años y que ha salido a la venta. «Lo llevo fatal, me cuesta hablar», dice mientras pone cafés como todas las mañanas.
A primeros de año recibió la llamada de la propiedad del local y comenzaron las negociaciones, pero la cruda realidad de los números se impone: según el portal Idealista (Tachús no quiere dar la cifra) piden un millón y medio de euros por este bar, uno de los últimos reductos de una hostelería tradicional que se apaga en favor de otra muy distinta. «Le he dado vueltas y le sigo dando, pero simplemente no es viable», explica Tachús a DonostiTik.
En la cocina trabaja su hermana y ambas siempre han estado vinculadas al Tánger, ya que nacieron en la portería del portal Okendo 12. «Cuando el dueño de entonces murió, me lo ofrecieron. Yo tenía 23 años y antes había trabajado algunos veranos en hostelería, pero realmente aprendí aquí. En 30 años se aprenden muchas cosas».
Algunas cosas se aprenden, pero otras no las terminan de entender. La víspera de Santo Tomás del pasado año les avisaron desde el Ayuntamiento de que este verano no podrían poner terraza, una terraza que llevaban instalando quince años. «Por los mismos motivos por los que nos permitían ponerla, este verano ya no nos dejaron», explica la hostelera a DonostiTik.
Más allá de la terraza, Tachús lo tiene claro: «Se dicen muchas cosas sobre lo que pasa en la hostelería de San Sebastián. Yo no sé si el Ayuntamiento tiene la culpa. La realidad es que han llegado grupos inversores con mucho dinero y son los que compran estos negocios porque los pequeños propietarios no llegamos. Yo tengo las cifras de estos 30 años y no hay agujeros, pero no llego. Quizá habría que preguntarle a Hacienda por qué a mí me aprieta tanto y aparece un tipo con dos millones que no sabes de dónde han salido. La presión fiscal en Gipuzkoa es brutal y yo pago impuestos religiosamente. Pero luego no llegamos».
Uno de los hijos de Tachús ha terminado de estudiar y el otro está en ello. Ninguno está vinculado al bar, más allá de los veranos. Su mano derecha es su sobrina y es que el Tánger es de esos negocios familiares que ya escasean.
Respecto a la clientela, estos últimos años el Tańger ha vivido «una renovación». «Ha empezado a venir gente más joven. Aunque parezca mentira, la gente joven de Donostia quiere sitios especiales, no quiere clones. Los que nos hemos educado poteando por lo Viejo vemos que esto ha cambiado y buscamos locales con más esencia».
Respecto al futuro de este local con tanta solera, Tachús apunta. «Me daría pena que destrozaran el bar», dice, reflejando lo que muchos donostiarras piensan. De aquí al 29, seguro, muchos de estos donostiarras pasarán a despedirse.
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