(EFE). El chef Andoni Luis Aduriz ha asegurado que su relación con el exsumiller de su restaurante Guillermo Cruz, al que se juzga desde este martes en San Sebastián por vender botellas de vino propiedad de Mugaritz, era de absoluta confianza y que fue un «shock» descubrir su presunta actividad delictiva.
Cruz, elegido en 2014 Mejor Sumiller de España, que se enfrenta a penas de dos años y tres meses de cárcel por un delito de apropiación indebida, no ha declarado en la primera sesión del juicio iniciado este martes en la Audiencia de Gipuzkoa, ya que el tribunal ha accedido a que lo haga después de los testigos a petición de la defensa, por lo que prestará testimonio mañana.
Aduriz ha reiterado que el sumiller gozaba de autonomía en el restaurante de Errenteria, de forma que tomaba todas las decisiones con respecto a los vinos, a sus maridajes y al «estilo» de la carta de caldos que se ofrecía cada temporada.
El cocinero ha dicho que su relación con él se podría definir como de «gran amistad» y que, de hecho, antes de «este sainete» tenía previsto poner en marcha un proyecto en el que Guillermo Cruz iba a participar como accionista.
«Si de una persona a la que aprecias muchísimo, con la que estás construyendo futuro, te dicen que es un extraterrestre, entras en estado de shock», ha subrayado Aduriz, para expresar la perplejidad que sintió cuando miembros del equipo de Mugaritz le informaron de algunos comportamientos del sumiller, de «un paquete sórdido de cosas», que él se negó a creer, entre ellas la venta de botellas de vino propiedad del restaurante.
Ha explicado que, «desde la ingenuidad más grande», con las «evidencias inapelables» que habían recogido sobre su manera de actuar, pensó que al «ponerle ante ellas», Cruz se iba a «derrumbar».
«Estaba convencido al 110 % de que iba a claudicar. Pero negó la mayor, dijo que eso era imposible, cogió el coche y se fue a Zaragoza a cenar con unos amigos», ha relatado el chef vasco, en una declaración muy vehemente, en la que no ha ocultado su enojo y en la que ha asegurado que integrantes del equipo de Mugaritz le advirtieron de que «si Cruz continuaba ellos se iban».
Dice que, después de lo sucedido, pensó en eso de que habían «metido al león con el rebaño» y no se habían dado cuenta.
Antes que Aduriz ha testificado la gerente del restaurante, quien han dicho que el equipo de Mugaritz le comunicó noviembre de 2018 que Cruz estaba realizando envíos a Barcelona de botellas de vino de «valor individual elevado».
Con esa información, revisó los envíos de mensajería realizados por el establecimiento con un peso superior a nueve kilos y su destino, lo que le permitió averiguar que desde el mes de mayo de ese mismo año se habían remitido nueve paquetes con vino a Zaragoza y Barcelona, en su mayoría a un proveedor de esta última ciudad.
Un tiempo después, vieron una fotografía en la cuenta de Instagram de ese proveedor de una botella de La Romanée-Conti cuya numeración coincidía con una de las que faltaban de la bodega de Mugaritz.
Cuando se pusieron en contacto con el comprador, este les devolvió una de las últimas botellas que había comprado y un listado de las adquisiciones que había efectuado a Cruz desde junio por un importe de más de 28.000 euros.
Pero, según ha puesto de manifiesto la letrada de la acusación particular, el proveedor facilitó posteriormente al juzgado información sobre ventas anteriores de Cruz, de los años 2016 y 2017, que sumarían otros 24.000 euros.
La declaración de la gerente y Aduriz ha sido coincidente, salvo en un extremo, pues la primera ha dicho que Cruz tenía un «nicho» con sus propias botellas en la bodega de Mugaritz, mientras que el cocinero lo ha negado rotundamente.
La responsable de Contabilidad del grupo al que pertenece el restaurante fue la que constató una «bajada relevante» del número de botellas del «cupo» del restaurante, es decir, las asignadas por una marca de prestigio y que son de precios elevados, ante lo cual Cruz argumentó que se habían destinado a maridaje.
La testigo ha comentado que puso en duda esa afirmación, ya que el sumiller había realizado una petición por escrito de qué botellas podían emplearse en maridaje y no eran más de siete u ocho y no ésas, cuando además las que ella echó en falta en un «conteo» que llevó a cabo en la bodega en octubre de 2018 superaban la treintena.
El proveedor ha declarado, por su parte, que no recordaba el valor de las botellas que compró a Cruz y que desconocía que lo hacía sin autorización del restaurante.
Otro testigo, que tiene un negocio de vinos, ha admitido que también adquirió botellas, pero que fueron compras sin importancia y que suelen normales entre quienes están en el mundo del vino.
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