(Ana Burgueño/EFE). A Cristóbal Balenciaga su pueblo natal, Getaria, le dedicó un museo casi 40 años después de su fallecimiento. Paco Rabanne, también guipuzcoano, pudo tener el suyo en vida, en Pasaia, la localidad donde nació en 1934 y que abandonó con 5 años después del fusilamiento de su padre, coronel republicano.
Ambos proyectos, el que se hizo realidad y el que no, los unía una característica y un mismo nombre, los dos eran faraónicos y fueron concebidos por la misma persona, Julián Argilagos, un arquitecto cubano sin titulación homologada en España, que llegó a Euskadi de la mano del exalcalde de Getaria, Mariano Camio, del PNV, quien logró el apoyo de instituciones públicas y privadas para construir el Museo Balenciaga.
Cuando afloraron las irregularidades en 2007, que acabaron siendo constitutivas de diferentes delitos y acabaron con Camio en el banquillo, la primera piedra del edificio de Getaria llevaba siete años colocada. Tras la Fundación Balenciaga, la entidad público-privada que lo impulsaba, se encontraban nombres como los de la Reina Fabiola de Bélgica, Plácido Domingo y modistos como Hubert de Givenchy, Oscar de la Renta, Emanuel Ungaro e Yves Saint Laurent.
Al descubrirse las anomalías, las instituciones se vieron obligadas a adelgazar el proyecto, que no a aparcarlo porque parte del edificio estaba ya construido. Pero antes del escándalo, Argilagos, amante de Camio, pergeñó una idea similar, otro museo a una treintena de kilómetros para el modisto que había nacido en Pasaia como Francisco Rabaneda Cuervo.
En este caso, no gobernaba la corporación el PNV, sino Bildu, cuyos representantes iniciaron en 2002 reuniones con Rabanne en París para avanzar en la materialización del proyecto.
Tras los comicios de mayo de 2003, accedió a la Alcaldía la socialista Izaskun Gómez, que el 27 de octubre de 2003 ejerció de anfitriona cuando el diseñador se desplazó a Pasaia para conocer los planes sobre un espacio que preveía acoger además, además de la zona expositiva, un instituto internacional de moda, un hotel y una pasarela de moda.
Con la bendición del creador, los planes siguieron en marcha para edificar el único museo Paco Rabanne del mundo, que además de homenajear a uno de sus hijos más ilustres, iba a ser un paso para regenerar ese municipio y su bahía, una de las zonas más degradadas de Euskadi.
Argilagos no se conformó con su idea inicial y en julio de 2005 presentó un proyecto denominado «Fashion Art City», que añadía a lo ya planteado la construcción de seis torres de viviendas de lujo de 32 plantas, dos hoteles de 50 pisos y una ciudad de la tecnología y el diseño. Una auténtica ciudad de la moda de aspecto futurista que nunca contó ni con presupuesto, ni con inversores.
El Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, que mantenía una polémica con Argilagos a causa de la necesidad del visado colegial de proyectos para garantizar que los autores sean profesionales titulados, dijo que el nuevo diseño del cubano «rozaba la comicidad».
El Ayuntamiento, por su parte, rechazó de plano esa última propuesta, con la que además tampoco estaba de acuerdo «el propio Rabanne», según ha afirmado a EFE Izaskun Gómez, que recuperó la Alcaldía en 2019 y que, con motivo del fallecimiento este viernes del modisto, le ha recordado como «una gran figura internacional de la moda».
«Fue más que un diseñador. Fue un innovador, un transgresor, un adelantado a su tiempo», ha señalado Gómez, que lamenta que Pasaia siga sin dedicarle un espacio.
Tras el fiasco de Argilagos, una plataforma pasaitarra, del distrito de Trintxerpe de donde procedía Rabanne, ha seguido proponiendo ideas para hacer posible un museo, pero las instituciones no han logrado ponerse de acuerdo.
«Yo entono el mea culpa. Las instituciones hemos sido pasivas ante ello, hay que decir las cosas como son. No me gusta que los homenajes no sean en vida, pero parece que las instituciones estamos condenadas a ponernos las pilas cuando la persona fallece. Con Paco Rabanne tenemos una deuda, Pasaia se lo debe», ha subrayado.
Deja un comentario