(Ana Burgueño/EFE). El dramaturgo bilbaíno Borja Ortiz de Gondra ha llevado al teatro la historia de su familia y también lo ha hecho en su primera novela, que habla de la huida de la tierra y el regreso a ella, y que inevitablemente toca los años de violencia en Euskadi.
En «Los últimos Gondra (memorias vascas)», cierre de su trilogía teatral, sitúa el foco en los jóvenes que no han vivido el terrorismo, el hilo del que desea «tirar» para una futura novela porque ya sabe que tras «Nunca serás un verdadero Gondra» (Literatura Random House), habrá otras más.
Quiere hacerse preguntas sobre lo que puede ocurrir si las generaciones que no han sido testigos de los llamados años de plomo deciden que «todo caiga en el olvido» o si se seguirán «perpetuando los agravios», convencido a la vez de que no deberían transmitirse a los jóvenes «las culpas heredadas».
«Me preocupa mucho qué harán mis hijos y cómo verán el pasado que no han vivido», dice en una entrevista con EFE este escritor, para quien una frase del Nobel de Literatura polaco Czeslaw Milosz, «tal vez no haya más memoria que la de las heridas», ha sido siempre su «motor».
De hecho es la cita que abre su ópera prima, de la que hablará este lunes en San Sebastián en el festival Literaktum.
«Nunca serás un verdadero Gondra» comparte las 425 páginas de la novela con su trasunto, «Nunca será un verdadero Arsuaga». Aunque «en absoluto» es «un libro político», ambas familias «no dejan de ser un microcosmos del conflicto vasco».
«Es la historia de cómo se construye la identidad de alguien que abandona su tierra, su lengua y a su familia porque entiende que no hay lugar para él en ese mundo. Sin embargo, esa herida siempre se queda ahí y no consigue cerrarla hasta que no vuelve al lugar del que escapó», resume el autor.
Ortiz de Gondra, nacido en 1965, juega con «una enorme ambigüedad» para confeccionar un texto que «no son unas memorias», pero en el que la ficción «permea sobre la realidad» sin que la parte en la que el protagonista es él mismo se corresponda necesariamente con su biografía.
«Como pienso que me equivoqué haciendo ciertas cosas, la literatura me permite imaginar qué habría sido si hubiera hecho lo que debería haber hecho», explica este licenciado en Derecho y en Dirección Escénica, que cursó estudios de traducción y trabajó varios años como traductor en la sede de la ONU en Nueva York.
Empezó muy pronto en el teatro y suma varios galardones, entre ellos el Premio Max a Mejor autoría teatral, obtenido en 2018 por «Los Gondra (una historia vasca)», y el Premio Lope de Vega, en 2017, por «Los otros Gondra (relato vasco)».
La trilogía está en la última semana de representaciones en el teatro Valle Inclán de Madrid. Ortiz de Gondra no sólo firma los textos, sino que además se interpreta a sí mismo.
Pese a su extensa experiencia teatral, su «primera vocación» fue la narrativa. Comenta que durante años cogió y dejó varias veces la que ha acabado siendo su primera novela.
«No encontraba la voz narrativa para contar lo que quería. Cuando en el teatro descubrí la autoficción, pude retomar el proyecto. He sentido la libertad que te deja crear mundos tan complejos y tan diversos. Hay bastantes novelas por delante, tengo muchas ganas de ponerme con una nueva«, afirma.
En su debut novelístico, el protagonista, Borja Ortiz de Gondra, como él, es un adulto que vive en Nueva York con su novio. Es un personaje que huyó, pero que se siente atado a un pasado, el de los años 80, en los que su condición sexual estaba estigmatizada y en la que ETA amenazaba, extorsionaba y mataba.
Hay un atisbo de «esperanza» en la conclusión de la obra, aunque quedan «unos interrogantes abiertos sobre lo que harán las nuevas generaciones», que es lo que se propone explorar.
¿Cómo honras el pasado y el sufrimiento de tus antepasados pero al mismo tiempo rompes la cadena y dejas que los siguientes vivan sin las culpas heredadas? Es «la gran pregunta» que se hace y para la que no tiene respuestas.
«Por un lado entiendo que el olvido es necesario, que no podemos seguir transmitiendo a nuestros hijos las culpas heredadas, pero por otra parte también entiendo que si lo olvidan por completo, si no saben nada o no les interesa nada de lo que ocurrió, tal vez lo repitan», apunta.
Cree que el paso del tiempo, el tomar distancia, jugará a favor de la aparición de buenas novelas «con múltiples puntos de vista». Dice que la «mirada única» hay que dejársela a los historiadores.
«Ellos tienen la misión de establecer claramente qué pasó, quién hizo qué, por qué y cómo. La literatura es otra cosa, explora el alma del ser humano, las zonas grises, las motivaciones, los miedos», expone.
«Es necesario que cada uno cuente lo que vivió para que por fin podamos mirarnos tranquilamente a los ojos y entender qué le pasó al otro», asevera Ortiz de Gondra, que reivindica también la literatura vasca que no hable del «tema vasco». «Hay un plus que se nos pide a veces cuando te defines como escritor vasco y eso es una reducción», apostilla. Literaktum en DonostiTik, aquí.
Deja un comentario