La educadora Mónica Pérez Benito lleva más de quince años en el ámbito de la infancia y a día de hoy trabaja en un piso de acogida ubicado en San Sebastián. De sus muchas experiencias ha nacido ‘Querido Iker’, su primera novela, que aspira a dar a conocer un mundo poco visible. «En cada parque o en cada colegio hay un niño que vive en un hogar de acogida con una triste historia detrás», narra esta educadora, que quiere arrojar luz sobre este asunto. Luz y esperanza.
¿Cuánto de vivencia personal tiene esta novela?
Tiene mucho que ver con mi experiencia personal porque soy educadora y a medida que pasaban los años me daba cuenta de que los niños y niñas que encontraba tenían historias de vida diferentes, pero con un denominador común: han sido abandonados por las personas que se suponía tenían que cuidarles y protegerles. Son invisibles para mucha gente, por eso me decidí a contar sus historias. El mundo de los hogares de acogida es aún muy desconocido, mientras en cada parque o en cada colegio hay un niño que vive en un hogar de acogida con una triste historia detrás.
¿En qué momento se le ocurrió dar este paso a la literatura?, ¿cómo ha sido su experiencia como escritora?
Desde muy joven comencé a escribir diarios que se fueron convirtiendo en pequeñas historias que luego plasmaba en relatos. Nunca tuve la intención de escribir un libro, pero ‘Querido Iker’ fue surgiendo de esos diarios. La información de los niños y niñas es confidencial y por ello Iker no es una persona en concreto, sino la suma de muchas experiencias. Por otro lado creo que hay que poner en valor los pisos de menores, son excelentes recursos siempre y cuando existan educadoras como Alma.
Mi experiencia como escritora ha sido un proceso largo de cuatro años en el que me surgían muchas dudas y estuve un año sin escribir nada, sobre todo por ese miedo a invadir la privacidad. Mis amigos me animaron a seguir escribiendo y me ayudaron a perder el miedo.
¿Funciona bien el sistema de protección a la infancia?, ¿qué resultaría mejorable?
El sistema de protección a la infancia, en el País Vasco, funciona más o menos bien, pero habría algunas cosas que mejorar, especialmente en el ámbito del acogimiento familiar. A lo largo de mi vida como educadora he visto demasiados casos en que las familias de acogida devuelven a los niños y niñas a los pisos porque no ‘pueden con ellos’, con lo que esto significa para el menor, un nuevo abandono. No todas las familias son así, pero las hay y se les permite devolver al niño y optar a otro acogimiento.
¿Se ha encontrado con muchos Iker a lo largo de su carrera?, ¿se establece ese lazo con ellos o es posible dejar esa relación en el ámbito laboral?
Creo que los pisos de acogida se sostienen y funcionan básicamente por el trabajo de los educadores, que son los que diariamente conviven con los niños, los que se ocupan de todo lo que tenga que ver con sus vidas, la comunicación, la familia, el colegio, los terapeutas o los servicios que tenga asignado el menor. Sin esa vinculación es muy probable que los pisos de acogida no funcionen. De hecho, como es lógico, muchos educadores dejan de trabajar en el piso porque han encontrado otro trabajo y esto para los niños es una nueva pérdida. Con los años te das cuenta de que tienes que distanciarte un poco, intentar no hablar del tema fuera del trabajo, pero es complicado.
¿Qué nos puede contar de la labor de una educadora?
El trabajo del educadora es básicamente el de ser la madre o el padre sustituto de ese niño. Hay que ocuparse de todo lo referente a su vida. Aunque la diferencia es que también elaboras informes semestrales para enviar a la Diputación y un diario, y a veces se pierde mucho tiempo en esos informes. Esto a veces resulta frustrante porque al final lo importante, que es la intervención educativa, se pierde un poco.
¿A quién va dirigido el libro?
A cualquier persona mayor de 16 años, creo que a partir de esa edad se puede comprender la historia y ver otra realidad. Creo que también puede ser interesante para educadores que están empezando o para personas que se están planteando un acogimiento familiar.
¿Qué efecto le gustaría despertar?
Espero que este libro sirva para que se conozca la realidad de tantos niños y niñas con una infancia rota por las personas que debían protegerlos. Infancias truncadas que pasan de piso en piso, de educador en educador, de colegio en colegio y a veces también de familia en familia. Historias que parecen irreales, que suenan a otras épocas. Y que por desgracia son más frecuentes y cercanas de lo que pensamos. También quiero despertar esperanza: cada niño necesita un adulto que no renuncie a él. Nunca es tarde para devolver a los niños una infancia feliz.
*Querido Iker se ha publicado con Letrame Grupo Editorial.
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