Cualquier cinéfilo que se precie mira atentamente al horizonte y traga saliva antes de meterse en una playa*. ‘Tiburón’ (1975), de Steven Spielberg, hizo que algo tan idílico y lúdico como bañarse en el mar resultara terrorífico. Más de 45 años después, el cineasta Jordan Peele, que revolucionó el género de terror con ‘Déjame salir’ (2017) y ‘Nosotros’ (2019), ahora hace mirar el cielo con idéntico pavor. Con ‘¡Nop!’ plantea algo muy similar al ‘Tiburón’ de Spielberg y embarca a los espectadores en una película que, como los propios personajes principales (los hermanos a los que dan vida Daniel Kaluuya y Keke Palmer), va dando rodeos e incluso entrando en inesperados callejones sin salida, no tanto buscando sorprender al público como despistarle completamente.
Si el gran tiburón blanco se hacía de rogar en ese clásico de Spielberg y apenas salía en pantalla (no lo necesitaba porque ahí estaba la música de John Williams para meter miedo y dejar clara su ferocidad), el filme de Jordan Peele también mantiene esta estrategia en las primeras dos primeras partes del filme, singularmente, las más desconcertantes (y puede que las más fascinantes) del metraje en las que apenas sabemos cuál es el peligro real y cómo va a afectar a los protagonistas. Porque para dejar claro que va a pasar algo está la primera (inexplicable e hipnótica) secuencia en la que el chimpancé Gordy explora los límites del horror. Peele tarda en desvelar sus cartas [atención, spoilers], y sólo muy avanzada la película, cuando el espectador ya piensa que nada encaja, descubre que, en realidad, es un ‘flashback’ de uno de los personajes, una de las víctimas de esa cosa que se esconde tras las nubes.
Hasta llegar a ese momento, no obstante, convierte los conflictos de los personajes (el bache económico que atraviesa la empresa de adiestramiento de animales para el cine que regentan los hermanos Haywood, el distanciamiento entre ambos) en el hilo conductor de la película y, así, Peele habla de temas como el dolor y el duelo, los traumas, la confianza en los demás o los límites éticos del espectáculo y la morbosa dependencia de los humanos hacia él.
El ‘tiburón’ del cielo de ‘¡Nop!’ apenas hace acto de presencia hasta ese momento. Como su ‘colega’ acuático, no se deja ver. Son precisamente éstas las escenas en las que Jordan Peele vuelve a mostrar su absoluto dominio del suspense a través de una brillante planificación visual que pocas veces se ve en el cine de este género.
A estas alturas ya está claro que Jordan Peele sabe jugar con las atmósferas hasta hacer eso que Alfred Hitchcock definía como dejar pegado al espectador a la butaca. Pero sorprende que en ‘¡Nop!’ haya preferido dejarse llevar por otros aspectos como el desarrollo de los personajes e, incluso, la construcción de dos espacios temporales distintos que confluyen en el presente porque tienen que ver con el comportamiento [atención, spoilers] de esa especie de medusa voladora de estómago terriblemente voraz.
A veces, la sensación es que Jordan Peele ha rodado dos películas distintas y las ha superpuesto en la mesa de montaje. Pero si el espectador se deja llevar, si no se hace las preguntas que el realizador no quiere contestar (y que de hecho, deja sin respuesta) se descubre que, en realidad, ‘¡Nop!’ no es una película de terror/horror/suspense, sino uno de esos viejos western con un gran duelo final a muerte en el que los protagonistas acaban encontrándose a sí mismos y donde personajes, aparentemente antagónicos, acaban uniendo fuerzas (a veces sacrificándose) con un objetivo común.
La última parte del filme, en este sentido, cambia completamente su narrativa. De escenarios o lugares cerrados, casi claustrofóbicos al inicio del metraje, se pasa a grandes escenarios exteriores donde el movimiento, el paisaje y la luz imprimen incluso un ritmo distinto ayudados por una dirección de fotografía fascinante (magnífico Hoyte van Hoytema) y una facilidad absoluta para crear imágenes icónicas. Si este filme es deudor de ‘Tiburón’ en el arranque, en esta última parte la referencia spielbergliana más acertada sería la también espléndida ‘Encuentros en la tercera fase’ (1977). Pero hay también escenas que dejan adivinar, sin caer en sacrilegio, lo que podría haber hecho John Ford con una de esas increíbles cámaras IMAX que dan una increíble textura épica a ‘¡Nop!’.
Es posible que ‘¡Nop!’ haya defraudado a los fans del género de terror más radicales, pero lo cierto es que, para bien o para mal, no se deja de hablar o tratar de dar respuesta a esas preguntas que Jordan Peele deja sin explicación. Ya circulan teorías de todo tipo. Sin embargo, para comprobar el auténtico alcance del filme sólo hay una prueba irrefutable: mirar las nubes. Si se encuentra una tras la que pueda ocultarse ‘Jean Jacket’, cuidado: la película ha conseguido su objetivo.
*Postdata: Jordan Peele fue uno de esos niños que estuvo todo un verano sin bañarse en la playa después de ver ‘Tiburón’.
Deja un comentario