El anuncio del lehendakari Iñigo Urkullu de dar por terminadas las exhumaciones de restos de la Guerra Civil en Euskadi es «un jarro de agua fría para muchos» y deja en el aire el caso de Ulia, que si bien no es el único, encierra a día de hoy la fosa de Donostia mejor localizada cuya existencia está avalada por testimonios como los recogidos en su día por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Además la exhumación de esa fosa estaba contemplada en el plan 2015-20 que se ha dado por cerrado «en falso» y deja inconcluso este caso, tal y como denuncia la concejala de Ezker Anitza (IU Donostia) Haizea Garay, miembro del grupo municipal Elkarrekin Donostia.
«Me recuerda un poco a lo que se vivió en la transición«, explicó Garay para DonostiTik, «momento en que cada familia empezó a trabajar por su cuenta».
En este punto recuerda la concejala el caso de Pikoketa, donde fueron fusiladas y enterradas el 11 de agosto de 1936 varias personas, entre éstas Bernardo Usabiaga, que tenía 17 años cuando lo mataron. «Ya con la democracia su hermano, Marcelo Usabiaga, histórico militante comunista, puso un anuncio en un periódico, reunió a otros familiares en su misma situación y se fueron a buscar los restos después de pedir permiso al dueño del caserío correspondiente. Esos restos fueron enterrados posteriormente por el Ayuntamiento de Irun».
Esta forma ‘privada’ de trabajar que apunta Haizea Garay es la que se ha desarrollado en otras comunidades autónomas en que, el rechazo de los descendientes a dar por cerrado ese capítulo familiar, les llevó a contratar a grupos de expertos que les ayudaran en tan ardua tarea. A veces con resultados claros, otras no.
El Plan Vasco 2015-2020 supuso la exhumación de 110 víctimas de la Guerra Civil en Euskadi, 70 combatientes, 26 ejecutados extrajudicialmente y 14 fallecidos en cautividad. Menos de una cuarta parte, 27, fueron identificados y entregados a sus familiares. El Columnario de la Dignidad de Elgoibar se erigió para dar un enterramiento digno a quienes no son identificados o para los casos en que las familias así lo deciden.
«En Euskadi ya no se van a hacer más exhumaciones, según ha dicho Urkullu», reiteró Haizea Garay, «lo cual ha provocado desconcierto porque acababan de adoptarse compromisos de cara a la fosa de Ulia en el Parlamento vasco. Además el pasado fin de semana, por ejemplo, en el homenaje a la corporación de Altza que se constituyó en 1931, uno de los descendientes nos decía que no sabe dónde está enterrado su familiar desaparecido. Hay muchos casos así. Y hay muchos restos que seguirán apareciendo por casualidad».
La concejala de Ezker Anitza (IU Donostia) considera que el problema de fondo es que «este tema nunca se ha tomado del todo en serio en Euskadi». «El Gobierno vasco en el último año dedicó 500 euros por municipio para señalar lugares relacionados con la memoria histórica, lo cual es claramente insuficiente y testimonial».
Además del caso de Ulia, cuya situación geográfica está bastante delimitada (la imagen que acompaña este texto es del informe de Aranzadi), se cree que hay otra fosa en Ametzagaña. Y en su día también aparecieron restos durante la obra en el puente de hierro de Amara y hay un monolito señalando el lugar. Estos últimos sí fueron exhumados.
«Lo de Ulia no tiene sentido, aspiramos a que se hagan catas y a que nos expliquen por qué ahora es entendido como un caso no viable», expresó Garay. «Y aspiramos a señalar ese lugar como todos los que fueron zonas de fusilamiento en Donostia».
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