Si lo ves, tienes el peor día de tu vida. Eso está claro. Quizá, de hecho, lo último que adviertas sea a Lou Bloom con su cámara no perdiendo detalle de tu agonía para conseguir el mejor plano. Posiblemente, incluso, te mire con ese rictus congelado y aparentemente pacífico que da más miedo que Norman Bates asegurando que es incapaz de matar a una mosca. Si ves a Lou Bloom, claramente, has tenido un accidente o has sido víctima de un delito grave. Prepárate. Vas a salir en los principales canales de noticias donde la sangre se cotiza a precio de oro. Si te encuentras con Lou Bloom tiembla, porque es uno de los sociópatas más terribles de la historia del cine…
Cuando el filme ‘Nightcrawler’ se estrenó en 2014, pasó injustamente desapercibido en taquilla, pero no para la crítica, que pronto la ensalzó (y con razón) como una de las más estimulantes propuestas de la cartelera. De hecho, el American Film Institute la incluyó en su lista de las mejores 11 películas de aquel año y recibió, asimismo, multitud de premios y nominaciones a los Oscar (Mejor Guión) y a los Globos de Oro, entre otros muchos galardones. Desde entonces, ‘Nightcrawler’, dirigida y escrita por Dan Gilroy, se ha convertido en una película de culto y en uno de los filmes más turbadores de los últimos años, uno de esos tan intensos que deja mal cuerpo, y que hace plantearse éticamente muchos temas.
Jake Gyllenhaal, uno de los actores más camaleónicos y sorprendentes del panorama actual, es sin duda una de las principales razones que convierten a ‘Nightcrawler’ en visionado imprescindible. Su Lou Bloom es una de las más grandes y absorbentes interpretaciones de los últimos años, un trabajo impecable dando vida a un sociópata sin escrúpulos, un ‘merodeador’ de desgracias ajenas a la espera de una gran exclusiva informativa. Desde su caracterización física (la pérdida de peso con la que endureció sus facciones, su pelo grasiento) a la construcción interna de un personaje obsesivamente hambriento de éxito y reconocimiento público, sin límites morales para satisfacer sus propósitos, Gyllenhaal brinda una creación actoral difícil de olvidar. Y lo hace sin justificaciones de por medio. Su Lou Bloom trata de manipular deliberadamente a los demás (también a los espectadores) con el convencimiento de que tiene derecho a ello y, por supuesto, de su propia superioridad. En ningún momento trata de que el público empatice con un personaje que es, en realidad, un buitre esperando el momento propicio para lanzarse sobre su objetivo, una de esas personas que es mejor no cruzarse ni en la escalera de casa.
En la primera escena ya conocemos su verdadera faz, la de ladrón mentiroso de sonrisa siniestra y verborrea insoportable dispuesto a cualquier cosa: a robar y a exigir que se le trate con respeto cuando acude a vender la mercancía sustraída y, en el colmo del cinismo, a ofrecerse como trabajador al empresario que sabe que le está vendiendo material robado. Pero, tras muchos intentos fallidos de conseguir ser alguien y de obtener un empleo, la casualidad (e internet) hará que Lou encuentre su verdadera vocación en la vida como uno de esos ‘merodeadores nocturnos’ (nightcrawler), esos ‘freelance’ que surten de imágenes de accidentes, asesinatos, persecuciones o tiroteos a los canales de televisión estadounidenses.
En poco tiempo y gracias a su falta absoluta de principios morales (desde saltarse todas las leyes de intimidad a cambiar cadáveres de posición sólo para conseguir un plano mucho más expresivo) conseguirá todo lo que quiere en la vida incluido un amigo, “que es un regalo que te haces a ti mismo”, considera, y hasta que le adulen, que le rían las gracias, su mayor satisfacción. Lou Bloom puede ser, en realidad, cualquier compañero de trabajo, cualquier vecino.
Centrado temáticamente en el mundo de la información y el periodismo carente de ética, ‘Nightcrawler’ es verdaderamente una metáfora de una sociedad en la que la falta de escrúpulos, las palabras vacías y los discursos cínicamente moralizantes (los que Lou dirige a su ‘becario’ Nick; los de Nina, la directora de informativos afirmando que el rigor informativo no es atractivo) son los que triunfan en la vida. Porque al final, la medida del éxito se mide tristemente en unos datos de audiencia (o en unos resultados económicos, lo mismo da). Porque, en definitiva, mensajes como “debemos advertir que son unas imágenes extremadamente duras” no hacen sino incentivar (y redoblar) el interés del público. Porque quizá la audiencia sólo quiere ver esos contenidos y ‘alimente’ a ‘chacales’ como Lou Bloom.
En el contexto de una inmensa e insensible ciudad de Los Ángeles en la que el sol de California luce sucio y hostil, ‘Nightcrawler’ es también un relato de un particular Quijote, en esta ocasión, sin esa buena intención ni esa locura maravillosa del Caballero de la Triste Figura al servicio de las causas perdidas; un loco que luchará con ahínco, “uno prospera si se parte el lomo trabajando”, considera, con su filosofía barata de cursos web y toda la falta de escrúpulos de la que es capaz para lograr su propósito: encajar en algún sitio.
Con una narración ágil, con pausas y acelerones en función del propio (y magnífico) guión, es imposible no pensar en el clásico de Martin Scorsese ‘Taxi driver’ al ver ‘Nightcrawler’. Como aquella, el filme protagonizado por Jake Gyllenhaal explora lo más siniestro del mundo de la noche bajo las premisas del thriller y también de la mano de un personaje inadaptado socialmente y un relato absolutamente clásico, sin fuegos de artificio. El resultado, en este caso, es un filme que consigue atrapar la atención del espectador desde la primera escena y en el que el que desagrado va de más a menos… si aún se tienen escrúpulos, claro.
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