En un mundo en el que prima la inmediatez y todo queda pronto obsoleto, en el que hay una obstinada presión por ser feliz, madurar, avanzar y disfrutar de forma intensa, Julie se pregunta cuándo se supone que comienza la vida. Averiguarlo la llevará a tomar una serie de decisiones (como cambiar cinco veces de vocación o profesión y otras tantas de peinado o de pareja) y a nosotros, los espectadores, a disfrutar de una estimulante película noruega, ‘La peor persona del mundo’, de Joaquim Trier, formalmente una nueva demostración de la vitalidad del cine escandinavo y, para los más dados a la reflexión, uno de esos filmes al que se dan una y mil vueltas. Porque… ¿Es realmente Julie (Renate Reinsve) la peor persona del mundo? ¿Han querido hacer sus nominados guionistas al Óscar, el propio Trier, y Eskil Vogt, un retrato de una mujer empoderada o de una mema caprichosa? Las respuestas, seguramente, serán tan distintas como diferentes las personas que las emitan, pero sobre lo que no hay duda es de que se trata de un personaje ‘bombón’, uno de esos con los que cualquier actriz sueña con mimetizarse, una persona que, de tan normal, es extraordinaria, una especie de ‘Amélie’ sin almíbar, pero con un encanto absolutamente irresistible.
Porque sus dudas, esa forma de ir dando ‘tumbos’ por la vida dejando todo a medias, queriendo implicarse pero sin hacerlo por completo, es el relato de cualquiera de nosotros y el mejor ejemplo del caos y de esa especie de senda hacia ninguna parte plagado de decisiones equivocadas (o que sólo lo parecen con los años) que es la vida. “A veces sólo quiero sentir algo”. “El caso es que te quiero, pero no te quiero”, le dice a su novio cuando comprende que se ha enamorado del hombre al que conoció en una fiesta en la que se coló sin estar invitada.
Y, precisamente, esa bonita escena en la que ambos se dan cuenta de que algo ha surgido entre ellos aunque están decididos a no engañar a sus respectivas parejas y a no volver a verse, hará aflorar, sin que Julie sea consciente, uno de sus conflictos internos: “Siento que soy una espectadora de mi propia vida”, señala.
Espectadora y también narradora, porque esa voz en off que nos desvela los pensamientos más íntimos de Julie a lo largo de todo el filme (como también ocurría en ‘Amélie’, por cierto) no parece sino una representación externa de sí misma, de aquello que cree que no es capaz de verbalizar porque, como ella misma confiesa a su novio Aksel (Anders Danielsen), más mayor y mucho más seguro de sí mismo, no tiene tanta facilidad para las palabras como él. “Voy de una cosa a otra. Nunca veo a través de las cosas”, señala.
Quizá también porque lo suyo tiene más de intuición, de encender una luz y que literalmente el mundo se paralice (una de las escenas más hermosas, carismáticas e impactantes del filme y de lo que va de año) para entender que quiere estar con Eivind (Herbert Nordrum), ese camarero sin expectativas que le hace sentir otra vez esas “magias inútiles” del amor de las que hablaba Jorge Luis Borges.
Duda, se equivoca y es egoísta en la búsqueda de su propia satisfacción, algo que no siempre se valora y se encaja bien en un personaje femenino. Y, precisamente, la gran complejidad de su protagonista es lo que aleja a ‘La peor persona del mundo’ de la comedia romántica a la que aspira a ser en la primera mitad del metraje que aspira también al Óscar al Mejor Filme Internacional. Después ese carrusel de emociones que se disfruta desde la butaca se irá transformando en muchos otros los géneros (el documental, el cine experimental, o incluso el videoarte denuncia) que se integran de forma natural a un discurso narrativo estructurado en 12 capítulos, un preámbulo y un epílogo a la usanza de las historias con moraleja. Aunque, en este caso, la enseñanza no tenga nada de moral (ni de puritana moralina) y sea todo un canto a la libertad de vivir la vida (que pasa volando) como cada uno quiera en temas como las relaciones de pareja o la maternidad.
Ligera en apariencia, profunda en su alcance, ‘La peor persona del mundo’ estética, e incluso sonoramente (tiene una banda sonora excepcional), así como en su cuidado vestuario (es una delicia contemplar prendas que cuentan su propia historia dentro del filme como esas camisetas de algodón usadas y antiguas que lleva en algunas escenas) sorprende por aferrarse a cada plano de forma distinta. Con el nervio de la emoción, la ataraxia del drama, la perplejidad de lo surrealista. Casi en cada capítulo es una película distinta, un reflejo distinto de Julie (Renate Reinsve logró una indiscutible Palma de Oro a la Mejor Actriz en la pasada edición del Festival de Cannes) en el espejo de su propia existencia en el que parece seguir preguntándose cuándo se supone que comienza la vida… Tal vez ella aún no lo sepa, pero nosotros gracias a ella entendemos que se inicia cuando nos lo propongamos: hoy, por ejemplo.
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