Diez días escasos quedan para que arranque el Mojo Workin’ en su undécima edición con la fórmula que ha convertido a este festival en una cita esencial y con la misma ilusión de uno de sus principales impulsores, Arkaitz Kortabitarte de Gure Gauza K.E, que habla «prácticamente todos los días» con los músicos que van a venir: Carolyn Crawford y Dean Parrish, que actuarán el viernes 13, y Chris Clark y Ruby Andrews el 14. Músicos estadounidenses de los 60, muy veteranos, crecidos en los escenarios y con ganas todavía de coger un avión y presentarse en San Sebastián parar convertir esta ciudad por unas horas en un verdadero enclave del soul.
¿Qué es lo más destacable de esta nueva edición?
Que las cuatro actuaciones son de verdaderas leyendas de los 60 sobre todo, pero también que este año tenemos teloneros potentes (The Magnetophones y Guadalupe Plata) y una novedad: proyectaremos una película el jueves en el Trueba. ‘Mavis’, sobre Mavis Staple, en colaboración con el festival Dock of the bay.
¿Ha costado mucho este año hacer los fichajes?
En abril del año pasado empezamos a trabajar para traerlos y no es fácil. Hay que localizarlos, convencerlos, asegurarnos de que pueden venir… Con algunos hablamos por teléfono, a otros los encontramos en Facebook. Cada cual es un mundo. Por primera vez el pasado octubre fuimos a Estados Unidos, a un festival de soul en Detroit, y ahí se les dio la puntilla. Cuando te conocen personalmente es otra cosa.
¿Cómo va la venta de entradas?
Las del sábado se van a acabar seguro y el viernes siempre es una incógnita. Por ejemplo el año pasado no vendimos todo para el viernes. ¿Qué sucede?, que nuestro público es de 40 para arriba y ya no salimos las dos noches… nos hemos hecho mayores. Desde luego no es por nivel musical porque de hecho espero mucho del concierto de Dean Parrish. En el Mojo los dos días tienen un nivel muy potente.
¿Cuándo llegarán los músicos a Donostia?, ¿terminan los nervios de la organización cuando los músicos salen al escenario?
Empezarán a llegar el martes 10 y al día siguiente ya ensayan en Kluba con la banda de siempre. El 80% de los nervios se pasa cuando les ves bajar del avión. Sabes que la banda es buena y ellos van a responder. Pero me preocupa mucho que pierdan el vuelo, que alguien se ponga enfermo o que se levante y diga que no viene. Aquí puede pasar de todo como en cualquier festival. Pero nuestros platos fuertes son cuatro y si falla alguno…
El Mojo Workin’ puede presumir de un público muy fiel, ¿no?
Sí, así es. Un público que está formado por gente de aquí pero también de Madrid y la Rioja, antes mucho de Cataluña también. El nuevo público, el que se incorpora, sí es de aquí.
Suelen decir ustedes que la economía sigue siendo un problema. ¿Es así?, ya son once ediciones…
Lo hacemos por pasión y amor al arte, pero aspiramos a recuperar lo puesto. Somos una asociación cultural y nuestro presupuesto es limitado, por eso no publicitamos mucho el festival y funciona con el boca a boca. Intentamos que se conozca más pero las revisitas especializadas son complicadas y si no pagas… Además las subvenciones llegan después. Kutxa Fundazioa y Diputación de Gipuzkoa sí nos dicen de antemano qué vamos a recibir, pero a día de hoy no sabemos si Donostia Kultura y Gobierno vasco nos darán alguna subvención. Eso produce mucho desasosiego.
Y el cambio de sede está descartado…
En el Velódromo o en un polideportivo no nos vemos. Porque son aforos que nos quedan grandes y porque son fríos. En Gazteszena estamos cómodos, lo conocemos, lo controlamos.
¿Cuánta gente hay detrás del Mojo Workin’?
Hay un comité de cinco personas pero la gran parte del trabajo lo hacemos entre dos. Y en la asociación hay quince voluntarios para lo que surja, incluso para comprar agua para los artistas. Y tres chicas que supervisan el tema de la igualdad.
¿Qué le dicen los músicos cuando habla con ellos?
Que están tremendamente ilusionados. Deseando venir.
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