(EFE). «El chico y la garza», la última joya animada de Hayao Miyazaki, creador de cintas míticas como «El viaje de Chihiro», Óscar en 2002, ha abierto hoy la 71 edición del Festival de Cine de San Sebastián (SSIFF), que además le concede un Premio Donostia por su extraordinaria aportación al mundo del cine.
Recibida con la primera ovación del festival, cuyo público no ha dejado una butaca vacía del auditorio grande del Kursaal, «El chico y la garza» ha cumplido con las expectativas: La cinta es un hermoso y pausado cuento crepuscular del maestro Miyazaki, donde los símbolos habituales que el japonés suele manejar en sus míticas historias, cobran un sentido superlativo, desde el cambio climático a la maldad de los hombres.
El chico de la película, su alter-ego, es Mahito, un niño que, tras perder a su madre en un incendio en Tokio se traslada al campo con su padre Shoichi para instalarse en una frondosa finca rural donde su Tío Abuelo, el antepasado más antiguo de su familia -de quien se dice que se volvió mentalmente inestable por leer demasiados libros-, edificó una torre mágica y acabó desvaneciéndose en el aire.
Miyazaki (Tokio, 1941), hizo pública en septiembre de 2013 su intención de retirarse del cine mediante un comunicado leído por Koji Hoshino, presidente de los Estudios Ghibli -de los que Miyazaki era cofundador-, tras presentar la polémica «The Wind Rises» («El viento se levanta») durante la 70 Mostra de Venecia.
«No hay nada más patético que decirle al mundo que te vas a retirar debido a tu edad, y luego volver a anunciar otro regreso. ¿Es realmente posible aceptar lo patético que es eso, y hacerlo de todos modos? (…) ¿Lo es que una persona mayor se haga ilusiones de que sigue siendo capaz, a pesar de sus olvidos geriátricos? Claro que sí».
Esta reflexión, pregunta y respuesta, es del maestro del anime cuando empezó, tres años después de anunciar su retirada del cine, a diseñar «El chico y la garza», una historia ‘casi’ autobiográfica que transcurre en un Japón del pasado que aún está vivo en los recuerdos del cineasta.
Su título original, que en japonés significa ‘¿Cómo vives?’, está tomado de una novela homónima de Genzaburo Yoshino que su madre regaló a Hayao en su juventud; es más, «El chico y la garza’ incluye momentos verídicos de la infancia de Miyazaki, detalles íntimos que, por primera vez, ha decidido introducir en una película suya.
Ocho criados -siete mujeres y un hombre, todos ellos, muy ancianos- protegen al chaval de la magia «mala» que le acecha: su padre ha vuelto a casarse y su nueva esposa es la hermana pequeña de la madre de Mahito. Por primera vez, el mundo mágico en el que se mueven los personajes es acuático. Agua y fuego, y rocas con vida se mezclan en una historia donde el hombre-garza es una parodia de lo peor de los hombres: entre otras cosas, es un mentiroso compulsivo.
«¿En qué estado se encontrarán el mundo y las mentes de los espectadores cuando reciban esta nueva película?», se preguntaba Mizayaki cuando planificaba la película. «¿No se encuentra el mundo en un estado de cambio? Podríamos estar abocados a la guerra o a la catástrofe, o tal vez a ambas», auguraba con un tino que da escalofríos.
Calculó un periodo de producción de tres años que al final fueron siete.
En el calendario manuscrito por el cineasta, al que ha tenido acceso EFE, Miyazaki calcula para 2016: «El guion comienza en julio»; en 2017: «Storyboarding (seis meses). Reunión»; en 2018: «Periodo de dibujo clave» y 2019: «Prevista finalización. Para entonces tendré 78 años. ¿Seguiré vivo?».
Junto al esquema, anotaciones, dudas y ‘otros asuntos a resolver’: el dinero («el productor Suzuki resolverá algo», escribe), los animadores («promocionaremos a nuestros animadores junior, pero ningún nombre me salta a la vista), la historia («¿saldrá bien?, ¿tendremos que reducirla?»). Y termina: «Obviamente, el mayor problema es la avanzada edad del director: Hmm….».
Es su vigésimo largometraje, aunque ha realizado también varias series para la televisión japonesa y una decena de cortos. Empezó a trabajar como animador en los años 70, y en 1984 creó junto a Isao Takahata los esTudios Ghibli, en aquel momento el único competidor serio de Disney.
«El chico y la garza», probablemente la última obra de Miyazaki, es un profundo homenaje a la vida, la muerte y la creación, esta vez, con auténtica reverencia a la amistad.
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