Las rabietas son comunes en los niños. Especialmente entre los dos y los tres años, los más pequeños nos ponen a prueba a los padres y cuidadores. Es algo común y necesario dentro del desarrollo infantil y, de hecho, nos deberíamos preocupar si nuestro hijo no protesta o nunca se disgusta ante una situación clara como, por ejemplo, tener que entregar su juguete favorito. Sin embargo, si las rabietas son continuas y alteran constantemente la paz familiar, deberemos plantarnos cómo actuar para controlarlas y disminuir su frecuencia.
A continuación expondré brevemente 5 pautas que nos ayudarán a disminuir estas conductas en nuestras hijas e hijos.
1. Prevenir: Antes de que la rabieta ocurra hemos de intentar anticiparnos y evitar en la medida de lo posible las situaciones que disparan la casqueta. Por ejemplo: si sabemos que al pasar por el puesto de castañas va a pedirlas y no queremos comprarlas, conviene elegir otro camino.
2. Mantener la calma y evitar discutir: Una vez que el berrinche haya comenzado hemos de mantener la calma. No perder los nervios y gritarles o zarandearles. Hemos de actuar como si no estuviese ocurriendo y hacer caso omiso de la conducta inadecuada del menor. En ningún caso debemos ponernos a discutir con el niño en pleno berrinche, ya que no atiende a razones y no serviría de nada.
3. Evitar que se haga daño o haga daño a otros: Este punto es sensible porque debemos hacerlo con cuidado de no reforzar la conducta inadecuada dándole atención. Eso sí, en caso de observar que pueda haber una situación de peligro, hemos de actuar cogiéndole, por ejemplo, suavemente las manos, hasta que se calme un poco.
4. Ofrecerle una alternativa, distracción o vía de escape: Si el berrinche va en aumento y notamos que el niño no sabe o puede parar, podemos ofrecerle una alternativa para conseguir rebajar la conducta. Por ejemplo: hoy no podemos ir a jugar a casa de tu amiga, pero a cambio haremos un dibujo en casa juntas y mañana se lo podrás enseñar a tu amiga en el colegio.
5. Fomentar el dialogo con el niño cuando esté tranquilo. Una vez calmado es el momento de hablar con el menor y que juntos repaséis el por qué del enfado, favoreciendo que haga una pequeña reflexión sobre su comportamiento y del por qué no debe volver a hacerlo.
En este punto conviene evitar frases como “mira la que has liado” o “menudo show me has montado”, que dan importancia al berrinche. Estos comentarios hacen que el niño interprete que el adulto teme las casquetas y podría volver a usarlo como arma para tratar de salirse con la suya en una próxima ocasión.
Con estas pautas buscamos disminuir la frecuencia de los berrinches y, lo más importante, saber cómo actuar cuando ocurran. Además conviene aprovecharlos para que supongan una enseñanza vital para nuestros hijos, de forma que en etapas del desarrollo futuras sean más tolerantes a la frustración y tengan mayor autocontrol. *Gloria Herrera es analista de conducta aplicada en ABAtxiki
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