(EFE). Seguramente solo los iniciados saben que el secreto de los colores intensos de las vidrieras de las catedrales tiene sus bases en la plasmónica, un campo científico cuyos principios aplicaban los artesanos sin ser conscientes y que siglos después sirve a científicos como Luis Liz Marzán y su equipo para conocer mejor el funcionamiento de un tumor.
«Nanomateriales plasmónicos y nanomedicina. Ciencia multidisciplinar en el siglo XXI» es precisamente el título del discurso con el que Liz Marzán (Lugo, 1965), director científico del Centro de Investigación Cooperativa en Biomateriales CIC biomaGUNE de San Sebastián, ingresó el pasado miércoles en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España.
Un reconocimiento más en el largo listado de premios y distinciones que acumula este químico, doctor por la Universidad de Santiago de Compostela y profesor en la Universidad de Vigo hasta 2012, en el que figura el Premio Lilly de Investigación Biomédica (2021), el Premio Nacional de Investigación (2018) y el Premio Humboldt (2008), entre otros muchos.
Ha figurado además en la Highly Cited Researchers de Clarivate Analytics, el listado de científicos más citados del mundo.
«Es un honor muy grande que llega, además, en términos relativos a una edad temprana» y que significa que la labor que ha desarrollado con sus equipos en los últimos 25 o 30 años «ha tenido una calidad y un impacto importante dentro del entorno científico», asegura en una entrevista con EFE Liz Marzán.
La misión de esta institución es favorecer la actividad científica, asesorar a los gobiernos y promover a divulgación científica, señala Liz Marzán, que reconoce que «es bastante cerrada aunque se va abriendo poco a poco».
Los estatutos iniciales limitaban sus miembros a 42, posteriormente se ampliaron a 58 y el pasado año se aprobó que fueran 72, entre los que «hay demasiado pocas mujeres».
A la hora de explicar en qué consiste el campo de la plasmónica al que dedica su vida profesional el científico recurre al ejemplo de las vidrieras góticas.
«Tienen colores muy brillantes que no se han degradado en siglos por lo que no contienen pigmentos orgánicos» y esos tonos sólo «se aprecian» desde el interior del templo, lo que indica que los «pigmentos inorgánicos» son lo «bastante pequeños como para absorber luz de un determinado color pero no reflejarla», explica.
Los constructores de las catedrales desconocían las razones por las que el vidrio se comportaba de esa manera pero en la actualidad los científicos tienen conocimientos que les permiten seleccionar de forma sistemática la respuesta óptica de sistemas análogos a través de minúsculas variaciones en el tamaño y la morfología de las nanopartículas metálicas.
Liz Marzán y su equipo «fabrican ‘cristalitos’ de oro, plata y otros materiales» de forma que se puedan utilizar las reacciones químicas para modular su tamaño y geometría a escala nanométrica y buscar posteriormente posibles aplicaciones.
En concreto, su equipo trabaja en un proyecto «bastante ambicioso» -asegura- en el que se utiliza impresión 3D para construir «una especie de soporte en el que crezcan las células tumorales. Dentro de esos ‘andamios’ se colocan las nanopartículas que sirven para detectar procesos que ocurren sobre todo en presencia de células tumorales».
«Si todo va como esperamos podríamos ser capaces de encontrar fármacos que funcionen de forma más eficiente o condiciones que nos permitan favorecer o desfavorecer el crecimiento del tumor», afirma.
El proyecto, financiado por el Consejo Europeo de Investigación, comenzó hace tres años y se ha ralentizado debido a la pandemia, pero en los próximos 3 años entrará «de lleno en la parte biomédica».
El objetivo es que se puedan extraer muestras de tumor en los pacientes y posteriormente se pueda realizar la evaluación a través de estos sustratos con sensores y decidir cuál es el tratamiento más adecuado.
«No creo que en la clínica esté antes de diez o quince años, pero haremos lo posible para intentar convencer a las farmacéuticas de que ésta es una forma de analizar la eficiencia de fármacos y que además puede reducir de forma importante la experimentación animal», afirma.
Como científico, Liz Marzan es tajante a la hora de reclamar a las administraciones una «apuesta firme por la investigación como motor de desarrollo», algo que «está demostrado» ya que en los países «donde hay más investigación hay mas desarrollo y mejor economía», remarca.
Insiste además en la necesidad de que haya «regularidad en las convocatorias de financiación».
«Hemos tenido muchos altibajos que han provocado en la mayoría de los grupos de investigación de España una inestabilidad tremenda en las capacidades de realizar el trabajo«, concluye.
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