(EFE). El deseo de hacer algo por los demás llevó a la guipuzcoana Lourdes Ibáñez de Gauna a trabajar 40 años en favor de los más desfavorecidos en el barrio madrileño de Villaverde. La periodista Lupe Calvo ha querido reconocer este trabajo, no tan conocido, con un libro que recopila las claves de una vida volcada en la solidaridad.
‘El valor de una persona. Lourdes Ibáñez de Gauna, pionera en acción social’ (Catarata), con prólogo de Manuela Carmena, recoge la trayectoria vital de esta hondarribiarra que dejó en 1975 la comodidad de un piso estupendo en pleno Argüelles por uno en Villaverde «un quinto sin ascensor, sin frigorífico, ni lavadora».
Lupe Calvo Elizazu ha señalado en una entrevista con EFE que conoció a Lourdes porque era amiga de su madre y coincidía con ella cuando pasaba sus veranos en la localidad costera guipuzcoana.
«Quería hacer algo sobre ella desde hace tiempo porque lo merece», pero fue el año pasado cuando conoció que el distrito de Villaverde había decidido poner el nombre de Lourdes Ibáñez de Gauna a un edificio público cuando decidió que era el momento de ponerse manos a la obra para que la «historia no se pierda».
Ibáñez de Gauna (1941) «arrastró», en este empeño por ayudar al otro, a su marido, el bilbaíno Javier de Iceta, un ejecutivo de General Electric y luego de Thomson, una empresa ésta última en la que manejaba presupuestos de más de 1.500 millones de pesetas de la época.
Fundaron la asociación ‘Semilla’, que comenzó su andadura haciendo manualidades para que la gente pudiera sacar un dinero y dejar de robar y que continuó con cursos y talleres de formación y el proyecto de inserción laboral CIREV para que la gente pudiera encontrar empleo.
«‘Semilla’ luchaba por introducirse en el tejido empresarial, no para vender servicios, sino -fundamentalmente- para dar una salida laboral a los chavales», asegura Lupe Calvo en su libro.
La periodista defiende que su protagonista fue una «pionera de la acción social» porque las ONGs con relevancia social no empezaron en España hasta bien entrados los 80 y ‘Semilla’ se anticipó en los setenta.
Una de sus primeras acciones se encaminó a las mujeres. Alfabetizó a muchas, dio a las jóvenes la oportunidad de estudiar e incluso ofreció asesoramiento legal en los casos de maltrato.
«Llegó a tener una escuela de hostelería con una empresa de catering que servía hasta en La Moncloa», señala Calvo.
Además el matrimonio tenía la casa abierta a jóvenes de la calle, señala la periodista que resalta el apoyo incondicional de Javier de Iceta a su esposa.
«De Iceta disfrutaba de estancias en hoteles de 5 estrellas en ciudades como Los Ángeles o Londres por motivos de trabajo, ya que se encargaba de los viajes de Thomson, y luego tenía que volver al barrio, pero nunca dudó«, asevera.
«Lourdes es la que ha hecho la obra social pero De Iceta es el que la ha financiado porque él seguía trabajando para mantener además a los chavales que tenían en acogida en casa, que eran ocho que vivieron durante diez años con ellos en familia», relata.
Otro de los frentes en el que desarrolló su labor fue el de los estragos de la epidemia de heroína de los años 80.
Además de visitar en la cárcel a jóvenes enganchados, de donde viene su contacto con Manuela Carmena, que era jueza de Vigilancia Penitenciaria en ese momento, puso en marcha el Equipo de Apoyo y Seguimiento que se convirtió en un referente similar a los sacerdotes Enrique de Castro en Vallecas o Pedro Cid en Getafe.
En 2014 como consecuencia de la crisis económica de 2007 las ayudas de la Administración bajaron y se vieron obligados a cerrar «Semilla».
«Lourdes Ibáñez de Gauna no ha recibido el reconocimiento que merece», en parte porque «ella no se ha afanado en ser conocida» y el ser mujer no le ha favorecido, considera Lupe Calvo, que ha querido saldar esa deuda a través del libro.
Deja un comentario