Ni tómbolas, ni autos de choque, ni canguro… este año será diferente. Hace poco más de un mes la ciudad se levantaba con la previsible noticia de la suspensión de la Semana Grande donostiarra a causa de la crisis sanitaria por el Covid-19. Con ello quedaban paradas las fiestas, los conciertos y también las ferias, un reclamo para todos y aún más para los niños. Donostitik habla con Alberto Domínguez, secretario general de los feriantes de Euskadi, un colectivo desde el cual aseguran que se sienten «discriminados y dejados de la mano de Dios». «Es desesperante ver a las familias con los hijos en los toboganes de los parques, sentándose en los bancos… y los feriantes con sus negocios parados».
A la Semana Grande se le suman las cancelaciones de las fiestas de Hernani, Andoain, Lasarte, las fiestas de San Pedro y San Juan, San Marciales, Errenteria, Trintxerpe… todas y cada una de ellas suspendidas por la pandemia. «Los feriantes estamos desesperados. Las ayudas recibidas son pocas o ninguna», aseguró Domínguez, quien recalcó que se trata de un «colectivo que apenas tiene defensa». «No he visto una injusticia más grande. Se están aceptando cosas incontrolables como ir a la playa y a nosotros, que garantizamos la seguridad con guardias y policía municipal… no nos dejan».
Desde la asociación enviaron una carta a los ayuntamientos donde se detallaba un plan de trabajo con todas las medidas de seguridad previstas junto al control del aforo. Recintos vallados, policías en la entrada de las instalaciones, tornos con control de acceso, en cada atracción un menor delante y otro detrás a excepción de los familiares, desalojos cada determinado tiempo… «Pero desde los ayuntamientos no hemos recibido respuesta«, explicó Domínguez.
En este contexto reconoce el feriante que el Consistorio de Donostia es el que más se ha preocupado por el colectivo que representa. «Se pensó en retirar algunas ferias del Koldo Mitxelena e incluso medir el espacio del Paseo Nuevo para calcular las ferias que podían entrar guardando las distancias. Ha sido el único que ha luchado hasta el último momento», explicó Domínguez, refiriéndose a otros casos como el de Irun, donde se negaron a instalar las ferias en Ficoba alegando «problemas políticos«.
«Los feriantes están desesperados, en Gipuzkoa cerca de 300 o 400 familias viven de las ferias», explicó Domínguez, añadiendo que en esta época del año también se contrataba a gente «especialista de montaje y a chóferes, por ejemplo, lo que ahora no será posible. «No entiendo que mi nieto pueda montarse en un autobús repleto de gente y en una feria controlada y desinfectada no. No veo que los autobuses se limpien», denunció Domínguez.
Los feriantes confían en que vuelva la normalidad en septiembre y las fiestas previstas durante ese mes «si no hay rebrote». Pero por el momento las ferias seguirán cerradas y su música estará apagada. Extraño verano sin luces de colores. A ver el verano que viene.
Deja un comentario