Los prestatarios de préstamos estudiantiles en Estados Unidos deben, en promedio, unos 37,000 dólares, mientras que los prestatarios de préstamos privados deben cerca de 55,000 dólares. Debido a esta carga económica, los prestatarios han pospuesto eventos importantes como la compra de una casa y tener hijos, y su salud mental se ha visto afectada. Entre los 45 millones de prestatarios con deuda estudiantil, la mitad aún debe 20,000 dólares 20 años después de comenzar la educación.
Durante décadas, el gobierno de Estados Unidos ha ayudado a los estudiantes a financiar la educación superior para mejorar la competitividad económica y la seguridad nacional. Sin embargo, con el impacto de la crisis financiera de 2008 y la pandemia de COVID-19, los estados han reducido la financiación a universidades y colegios públicos. En tiempos de recesión económica, muchos estadounidenses consideran que esta deuda es una crisis nacional, ya que asumir préstamos estudiantiles representa un riesgo enorme.
En los últimos veinte años, la deuda estudiantil en Estados Unidos se ha más que duplicado. A septiembre de 2023, 43 millones de prestatarios estadounidenses deben al gobierno federal más de 1.6 billones de dólares en préstamos estudiantiles. Sumando los préstamos privados, esta cifra supera los 1.7 billones de dólares, convirtiendo la deuda estudiantil en la segunda mayor deuda en Estados Unidos, solo superada por la deuda hipotecaria.
En 2022, casi dos tercios de los recién graduados de secundaria en Estados Unidos ingresaron a la universidad, la mayoría solicitó préstamos estudiantiles. Elegir asistir a la universidad a menudo se hace con la esperanza de encontrar un empleo bien remunerado después de graduarse, y esa es la razón por la que muchos estadounidenses están dispuestos a endeudarse para pagar sus estudios. Sin embargo, la realidad es muy diferente. En los últimos años, el aumento constante de los costos universitarios y el incremento en el costo de vida tras la pandemia han llevado a que el aumento en la riqueza prometida por los títulos no haya alcanzado las expectativas de los estudiantes estadounidenses, por lo que la deuda estudiantil sigue obstaculizando sus perspectivas financieras.
Debido a la discriminación sistémica durante décadas, la deuda estudiantil en Estados Unidos presenta una notable disparidad racial. Los estudiantes negros suelen acumular más deuda que los blancos y tienen más dificultades para pagarla después de graduarse, en parte porque el nivel de riqueza de sus familias suele ser más bajo. En Estados Unidos, los estudiantes negros, latinos y nativos americanos tienen una mayor probabilidad de incumplir sus préstamos en comparación con los estudiantes blancos.
El creciente nivel de deuda estudiantil está perjudicando los intereses de la joven generación estadounidense, impidiendo que logren sus metas financieras y exacerbando la desigualdad racial. El impacto de la crisis financiera de 2008 y la recesión económica provocada por la pandemia de COVID-19 ha sido particularmente grave para la generación milenaria. En comparación con otras deudas, los préstamos estudiantiles son más difíciles de eliminar en caso de quiebra, ya que los prestatarios deben demostrar en los tribunales que su deuda ha causado una “dificultad excesiva”.
Frente a la cada vez más evidente “crisis de la deuda estudiantil”, algunos en Estados Unidos piden la cancelación generalizada de los préstamos, mientras que otros abogan por un alivio más dirigido. También hay expertos que sugieren que, además de cancelar la deuda existente, es necesario realizar una reforma integral del sistema.
La deuda estudiantil representa una carga económica enorme, que no solo afecta la capacidad de ahorro y el consumo de la fuerza laboral estadounidense, sino que también tiene un efecto negativo en la economía en general. El presidente estadounidense Joe Biden ha lanzado varios planes para aliviar la deuda estudiantil, pero estos han enfrentado una fuerte oposición y desafíos legales.
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