«Los chicos creen que el baile es para las chicas y no sé por qué», dice Ekhi Urdangarin, de once años, antes de empezar su clase de ballet en la Escuela Municipal de Música y Danza de Donostia. Está en tercer curso y comparte su clase con 17 niñas. Él, el único chaval, es tranquilo y serio. Y la profesora del centro, Maider Urrestarazu, reconoce que lo tiene «muy cuidado». «¿Cómo no vamos a cuidar a los niños que vienen? ¡Tenemos muy pocos!»
Escuela y Ayuntamiento de San Sebastián, conscientes de este problema que encuentra su origen en lo más enraizado de los prejuicios, iniciarán este año un proyecto piloto para acercar la danza clásica a las escuelas. A las niñas y a los niños, obviamente. Con la diferencia de que ellas se acercan de forma natural a esta disciplina que sin embargo «está estigmatizada» para ellos, apunta Urrestarazu.
Esta profesora de ballet, que además dirige el centro, no ha conocido tiempos mejores en lo que a este asunto se trata. «Mientras en países como Rusia o Cuba los bailarines son vistos como atletas de élite y la danza es igual de accesible para hombres que para mujeres, aquí siempre ha sido minoritaria para ellos y no hemos avanzado mucho».
Ekhi Urdangarin es de Astigarraga y tiene dos hermanos. Su afición es espontánea porque en su casa nadie baila. «Hacía euskal dantza y se me ocurrió probar», cuenta. Han pasado tres años y continúa con danza clásica, euskal dantza y también juega al balonmano.
Cuestionado sobre si cree que el baile será en su caso una actividad para toda la vida, duda. «No sé si es para toda la vida, pero por ahora estoy bien», responde.
Urrestarazu tiene claro que detrás de casos como el de Ekhi hay una vocación. «Cuando son pequeños vienen encantados. Después empiezan los problemas y suelen dejar de venir. Quienes atraviesan esas crisis y aguantan demuestran vocación y carácter«, explica esta profesional que ha vivido muchas anécdotas relativas al acercamiento de los hombres a la danza. Como cuando aquel niño que iba encantado a sus clases le dijo que no participaría en la exhibición de barra en el Paseo de la Concha porque a la misma hora estarían sus amigos jugando al fútbol playero y podían verle. «Yo le dije que perfecto, pero que le guardaría el lugar por si cambiaba de opinión. Y vino. En el último momento pero vino».
La danza clásica requiere entrenamientos distintos para hombres y mujeres a partir de determinada edad. «A día de hoy en la escuela no tenemos chicos como para hacer un grupo especifico para ellos, así que toman clase junto a ellas adaptando algunos ejercicios y dando prioridad a la fuerza muscular, los giros y los saltos», explicó Urrestarazu. «Con esas cualidades y las de las mujeres se genera un binomio perfecto».
En la escuela, situada frente a Tabakalera, enseñan danza clásica, danza contemporánea y euskal dantza. Hay cerca de 180 alumnas en ballet y una decena de chicos. «El porcentaje es demoledor. Arrastran los tópicos de que son niños sensibles, raros… En danza contemporánea el estigma es mucho menor».
Para hablar de las virtudes de esta disciplina no hace falta enarbolar nombres de gipuzkoanos como Iker Murillo, Jorge Nozal, Jon Agirretxe, Jon Vallejo, los hermanos Xabier y Mikel Irurzun o Urtzi Aramburu, que han llegado muy lejos. Sin embargo resulta positivo tener ejemplos así porque la salida profesional es una posibilidad que se abrirá para algunos elegidos de entre los niños y las niñas que se decanten ahora por esta disciplina tan exigente. «Además, a quien le guste bailar, la base de la danza clásica le servirá después para practicar cualquier baile», comentó Urrestarazu, que no pierde de vista que bailar por ocio, por simple gusto, es un placer.
«Los chicos creen que el baile es para las chicas», afirma Eki. Entre el Ayuntamiento y la Escuela de Música y Danza de San Sebastián trabajan este curso para que esto cambie y empezarán por los colegios. Aunque desde la escuela añaden algo que no debe olvidarse: «El papel de los padres es fundamental. De las familias en general».
El camino parece largo, pero por fin está iniciado.
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